En 1986 observé las elecciones en México, en el estado de Chihuaha, en el Norte, y aprendí todo lo que hay que saber sobre cómo cometer fraudes. La semana pasada, cuando fui a México, pude comprobar que este país puede ahora dar lecciones a Estados Unidos y al mundo sobre la forma de conducir elecciones honestas.
Es cierto que, vistas desde el exterior, las elecciones parecen desordenadas. Han sido necesarios cuatro días para que el Instituto Federal de Elecciones dé a conocer el nombre del vencedor por un estrecho margen, lo que ha sido impugnado por Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, el sistema está mejor concebido que en Estados Unidos. La buena noticia para Estados Unidos es que el sistema electoral es el tercero más eficaz de América del Norte, la mala es que sólo hay tres países en América del Norte. En México, el Instituto Federal mejicano es una organización no partidista que abre su funcionamiento a los observadores internacionales. Dispone de un cuerpo de funcionarios bien formados que pueden trabajar a partir de listas electorales bien conformadas. Los partidos políticos no dependen de fondos privados, contrariamente a lo que sucede en los Estados Unidos. Finalmente, existe una jurisdicción especial para juzgar los diferendos electorales, elementos todos de los que carece Estados Unidos.
El sistema electoral mejicano no es perfecto, pero el litigio actual será solucionado según las modalidades legales antes del 6 de septiembre.
Lamentablemente, existen aún políticos que piensan que las elecciones las vence quien mayor cantidad de partidarios puede sacar a las calles.

Fuente
Los Angeles Times (Estados Unidos)

«Mexico’s election lesson to U.S.», por Robert A. Pastor, Los Angeles Times, 8 de julio de 2006.