En una carta abierta, el ex candidato a las elecciones presidenciales estadounidenses, Ralph Nader, denuncia el total apoyo de la administración Bush a la agresión israelí contra el Líbano. En plenos bombardeos, la secretaria de Estado estadounidense dijo al primer ministro israelí: «Tómese su tiempo».
Destruir en gran escala un Líbano sin defensa, su población civil, sus servicios públicos vitales, su medio ambiente, es el terrible e indeleble testimonio de una crueldad e ignorancia absolutas.
Hace cerca de dos semanas, cuando su secretaria de Estado se reunió con el primer ministro israelí, el mensaje que esta le transmitió fue resumido en un titular a todo lo ancho de la primera plana de un diario israelí: «Tómense su tiempo».
Sí, tómense su tiempo, dijo usted, George W. Bush, para masacrar a los refugiados que huían en auto con sus familiares, para bombardear los edificios de vivienda, los hospitales y la gente más pobre amontonada en los barios populares del sur de Beirut.
Tómense su tiempo, dijo usted, George W. Bush, para destruir los puentes, las carreteras, las estaciones de gasolina, los puertos, los aeropuertos, los silos de trigo, los vehículos de asistencia médica, las ambulancias señalizadas que transportaban a los heridos hacia las clínicas e incluso la fábrica de leche.
Tómense su tiempo, dijo usted, George W. Bush, mientras ellos demolían los refugios con los cuerpos sin vida de los niños y los de sus madres y padres, enterrados bajo los escombros.
Tómense su tiempo, dijo usted, George W. Bush, mientras la cifra de refugiados en las carreteras se aproximaba al millón de libaneses, muchos expuestos al hambre, las enfermedades, a la falta de agua potable y de medicamentos. Todo esto en un país amigo de los Estados Unidos de América, un país que ha respetado sus reglas, donde ha habido manifestaciones para que el ejército sirio volviera a Siria y que trataba, democráticamente, de reconstruirse a sí mismo.
Tómense su tiempo, dijo usted, George W. Bush, mientras aceleraba la entrega de nuevos misiles de precisión, los portadores de bombas de alta precisión con municiones que segarán la vida de tantos niños inocentes durante los años por venir, y bombas de fósforo que extienden el desastre a los campos de cultivo, que queman horriblemente a los inocentes. Estas órdenes vienen de los Estados Unidos por orden suya.
¿Piensa usted que los contribuyentes de América aprobarían tales entregas de armas si les preguntara?
¿Existen las palabras exactas en la lengua inglesa para describir los crímenes de guerra en serie, condenables, en los que está usted íntimamente involucrado y que perpetúa no sólo en Irak, sino también mediante su estímulo a nuevas entregas de armas destinadas a la invasión emprendida por el gobierno israelí?
¿Existen palabras para describir su estupidez estratégica que aumenta aún más la oposición y los peligros contra los Estados Unidos en cualquier parte del mundo y principalmente en el Medio Oriente? Sus propios generales e incluso el director de la CIA –entre otros en su administración– han declarado que su ocupación de Irak es un imán que atrae cada vez más «terroristas» para entrenarse allí o en otros países. Y ahora le corresponde al Líbano. Todo esto nos anuncia «más aliento» –retomando la expresión de la CIA acerca del efecto boomerang de su política exterior–, «aliento» que pone en peligro la seguridad de los Estados Unidos.
El bombardeo terrorista israelí al Líbano, bien calculado, se llevó a cabo en tres fases. Con los bombardeos de alta precisión electrónica por parte de la aviación y la artillería, el gobierno israelí se ocupó de los civiles, de sus casas, de sus ciudades y poblados. Luego, tras hacer saber a algunos que debían abandonar sus barrios, aisló los centros poblacionales unos de otros aniquilando los medios de transporte hacia y en el interior del Líbano, empujando a la gente a huir y tornando inútiles o muy difíciles los esfuerzos para garantizar los primeros auxilios. Finalmente, sus aviones, sus tanques y su artillería dificultaron e incluso imposibilitaron todos los intentos para llevar alimentos, agua y auxilio a los heridos y a los moribundos. Los almacenes de alimentos fueron reducidos a cenizas. Fueron destruidas aproximadamente 400 pequeñas embarcaciones de pesca, en el norte de Beirut, en la costa hoy contaminada con carburante.
Todos estos horrores, y otros muchos, fueron publicados por los medios estadounidenses, europeos, libaneses e israelíes. En el Líbano, los muertos eran civiles. Por la parte israelí, los muertos eran militares. Por suerte para los israelíes los misiles del Hezbollah son muy imprecisos y la mayoría cayó sin causar grandes daños. Lamentablemente para los libaneses, el preciso armamento norteamericano en manos israelíes es eficaz lo que explica por qué el número de víctimas y la destrucción material es cien veces superior en el Líbano que en Israel.
La mayor parte del armamento de precisión fue entregado por orden suya. Usted sabía que sería utilizado para fines ofensivos –incluso para la mortífera destrucción de una base ocupada por la ONU desde hace largo tiempo– en violación de la ley norteamericana sobre el Control de Exportación de Armamentos (ACEA) que había usted jurado respetar. Conociendo esa finalidad, la responsabilidad por el no respeto a la ley norteamericana se encuentra totalmente sobre sus hombros.
Hay otra ley que no fue respetada –la ley sobre el corredor de ayuda humanitaria de 1996, presentada por el senador republicano Robert Dole. La ayuda extranjera puede ser suspendida a todo país que obstruya la ayuda humanitaria a terceros países. A modo de ejemplo, la prensa reveló que dos buques que transportaban cada uno 30 000 toneladas de gasoil, un combustible crucial para el funcionamiento de los hospitales libaneses y para el bombeo de agua, están paralizados en Chipre por temor a la supremacía marítima y aérea israelí.
Sólo hay combustible para algunos días en el Líbano y cada vez hay más señales que indican que habrá más víctimas indirectas. El Líbano y sus suministradores indispensables necesitan un paso seguro que fácilmente puede garantizar la marina norteamericana; la orden debe darla el comandante en jefe.
Oyó usted decir a altos dirigentes israelíes, precisamente el día en que comenzó el bombardeo general al Líbano –seguido, y no precedido, de los lanzamientos de misiles por parte de Hezbollah–, que «ya nada estaba seguro en el Líbano». Esta reacción desmedida al último ataque de Hezbollah en la frontera –que se añade a las numerosas violaciones de la frontera aérea, marítima y terrestre por parte del gobierno israelí– lo señala a usted ante la atención pública.
Dado que se considera usted cristiano, que tiene el poder de detener la ola terrorista del Estado de Israel contra el Líbano, debería reflexionar sobre este pasaje del Levítico, Capítulo 9, Versículo 16: «No te alzarás sobre la sangre de tu prójimo.»
El Líbano es para usted un país amigo, no se quedó usted simplemente en la pasividad, sino que participó plenamente en su destrucción y por lo tanto es cómplice.
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