La violencia se ha enquistado en la vida cotidiana y es triste ver a
trabajadores enfrentados entre si. Los últimos acontecimientos ocurridos
en San Vicente durante el traslado de los restos de Juan Domingo Perón,
son un emergente del fuerte deterioro social.

La violencia nace de los miedos y de la falta de seguridad en sí mismo y
en los sectores sociales, políticos y culturales, pero también del
desconcierto y la falta de objetivos claros y de los mecanismos del
poder dominación, que quieren imponer la violencia como el único camino
posible a transitar para cambiar las cosas.

Muchas veces he señalado que es necesario “desarmar la razón armada”,
las conciencias armadas que creen que la violencia es la solución a los
problemas. Es necesario derribar los muros de la intolerancia. Los
ejemplos son muchos en un mundo plagado de guerras, conflictos armados,
tensiones sociales, políticas, económicas, ideológicas y religiosas. Y
no son las únicas formas de violencia. Existen otras más silenciosas y
crueles que afectan a la humanidad como el hambre, el aumento de la
pobreza, la destrucción del medio ambiente, la explotación de niños,
entre otras formas de sometimiento, la concentración de la riqueza en
pocas manos, la discriminación, los problemas raciales y culturales que
sufren los pueblos. Miremos a nuestro país, jaqueado, violentado y tenso
como si hubiese perdido el rumbo.

Tengamos presente que toda sociedad es el resultado de quienes la
componen y si hacemos un breve análisis, los indicadores son
preocupantes. Los dirigentes sindicales necesitan urgentemente ser
llevados al sillón del psiquiatra, confunden objetivos, roles, se suman
a enfrentamientos estériles que nada construyen. Tanto la CGT como la
UOCRA, y el triste espectáculo violento con gente armada, destrucción
del mausoleo donde descansarán ( si los dejan,) los restos de Perón y
Evita, que empañó un acto histórico y puso en evidencia la intolerancia,
el afán de protagonismo y la falta de responsabilidad de los dirigentes
sindicales.

En la Provincia de Misiones, durante la campaña por la Reforma
Constitucional provincial y la elección de los Constituyentes,
personeros del gobernador Rovira quemaron dos iglesias y amenazaron a la
población que se oponía a su re-elección. La represión desatada en Salta
y otras provincias contra los pueblos indígenas.

Lo curioso de este aquelarre es que todos se dicen peronistas. Y es casi
surrealista esa incapacidad de poder llegar a consensos y unir fuerzas
en un país que se encuentra con serias dificultades. Los que han
provocado hechos de violencia, le hacen un triste favor a un movimiento
popular que marcó la vida del país.

Pero las cosas no terminan en los sindicatos; la violencia se ha
instalado en los estadios de football. Un espectáculo popular que
debiera ser para pasar momentos de alegría y esparcimiento deportivo, se
ha transformado en lugar de agresión y pugilato, y destrucción de las
instalaciones. Grupos de los “barrabravas” descargan todas sus broncas y
frustraciones en los estadios. La violencia se ha instalado en la vida
cotidiana, en las familias, entre parejas, de padres a hijos, hijos
hacia sus padres. Y pareciera que no se puede controlar ni superar esa
violencia.

Insisto, y no me canso de repetir que hay estudios sociológicos que
señalan, que un niño desde los 4 años hasta ya adolescente, ve por la
televisión más de 40 mil escenas de violencia. Hasta los dibujos
animados para los niños están cargados de una cultura de la violencia.

La Libertad y la Paz comienzan por el derecho del prójimo. Si no existe
la capacidad de diálogo y de respeto mutuo, de aceptar la diversidad, es
imposible construir una sociedad más justa y fraterna para todos.
Quienes recurren a la violencia, como práctica y no buscan resolver los
conflictos a través de la razón, el diálogo y el derecho de cada uno y
de los pueblos, terminan siendo esclavos del poder de dominación y
sujetos a una espiral de mayor violencia, que les impide encontrar
caminos para resolver los conflictos.

Es necesario analizar y generar políticas públicas y sociales para
revertir la grave situación que viven nuestras sociedades, cada día más
masificadas y donde se agudizan las pérdidas de las identidades y
valores. Sociedades dominadas por el pensamiento único.

No creo que el auge de la violencia sea casual, y que nos está llevando
a la fragmentación y enfrentamiento social. Hay políticas dirigidas y
estimuladas por diversos sectores políticos y económicos que es
necesario analizar.

La educación es el eje fundamental para revertir la cultura de la
violencia hacia la cultura de la Paz, y el fortalecimiento social y
cultural. Las Naciones Unidas y la UNESCO han proclamado la “Década de
la Cultura de Paz y la No-Violencia”, para los niños del mundo. Poco se
ha hecho en esa dirección, en los niveles docentes, en los medios de
comunicación y fundamentalmente en las familias.

En un encuentro de Premios Nóbel, de todas las disciplinas, sobre la
Educación Superior, en la Universidad Politécnica de Barcelona, José
Saramago dijo que: “La escuela no educa, instruye, quien educa es la
familia”. Muchos padres derivan la educación de sus hijos en la escuela
y no reparan en los medios de comunicación y sus efectos en su
formación. Los comportamientos personales y colectivos de los jóvenes
tienen que ver con lo que reciben. “El árbol se conoce por sus frutos”.

 Adolfo Pérez Esquivel es premio Nóbel de la Paz

Fuente: Serpaj, Buenos Aires, 22/11/2006.