El balneario se encuentra en el Uruguay, aunque es una ciudad de argentinos con placeres sensuales para una burguesía que derrama plusvalía y egoísmo canalla. Tierra de frutos prohibidos que aumenta el deseo, no exenta de peligros ya que linda con la selva de los suicidas donde crece la Mandrágora que si la arrancan grita como un hombre y enloquece a quienes la escuchan, escribía Borges.

Aparte de las primicias de las buenas cosechas, este verano no deja de sorprender -a los pocos elegidos por la suerte- con el “spa-bote”, un servicio -contratado por varios empresarios y argentinos famosos- que traslada los masajes a la cubierta de los yates donde cuesta 1.000 dólares las tres horas.

Viejos degustadores de pornografía toman vino Chateaux Petrus 1989 de 3.200 dólares la botella y los que prefieren las burbujas optan por un Krug Clos du Messnil de 1.200 dólares. Un accionista del mar compró una araña de cristal de 100.000 dólares para decorar su yate. Con todas estas “maravillas” se fabrica la pasión del tercer testamento, ese nuevo evangelio del mercado país.

Alguna vez se nos informó que el índice de mortandad se duplicaba en invierno y con las hojas de los árboles parecían irse misteriosamente al suelo los cuerpos de aquellas gentes exhaustas que vegetaban frente al televisor con sus miradas atrapadas en las imágenes sepias de sus vidas.

El verano no se queda atrás y a través de conductos secretos se introduce en las almitas para adulterarnos el ánimo esos pesares que antes nos eran desconocidos en la época del sol.

Mientras los barcos capitanes no dejan de desembarcar los siete pecados capitales, los senos lloran lágrimas ebrias, entre sepulturas blancas de luna tierna y flores muertas.

# Nota publicada en la Agencia Pelota de Trapo (Argentina)