Dicen los que saben de literatura que Franz Kafka cambió la historia de las letras del siglo veinte. Que sus novelas, complejas, oscuras y asfixiantes, produjeron un quiebre en la evolución de los relatos. Había que escribir de tal manera que se rompiera “el mar de hielo que está en el pecho del lector”, llegó a sostener alguna vez el excepcional escritor checoslovaco que dejó toda su obra a su amigo Max Brod para que la publicara.
Sus principales novelas, “El Castillo”, “La Metamorfosis” y “El Proceso”, se destacaron por pintar el destino de hombres comunes que son acosados por fuerzas que difícilmente puedan explicarse pero que no vienen del más allá, sino del cínico e indiferente mecanismo de funcionamiento de la propia sociedad.
Y es en “El Proceso” donde con mayor énfasis se evidencia la suerte de un hombre al que se lo someterá a un juicio sin causa pero del que no podrá escapar aunque no haya razón para semejante condena anticipada.
Metáfora de burocracias que desprecian lo humano y que solamente se rigen a los dictados de papeles sin sentido.
Las necesidades perdidas entre escritorios. Urgencias subordinadas a los trámites de rutina.
Cada tanto, Franz Kakfa revive en la Argentina del tercer milenio.
Alrededor de medio millar de personas, en su mayoría chicas y chicos menores de quince años de la provincia de Santa Fe, infectadas por el mal de Chagas no pueden recibir sus medicamentos porque existen trabas burocráticas.
Corren riesgo sus vidas, pero no pueden superar las necesidades del papelerío inmenso y casi infinito, una atmósfera asfixiante e indiferente como las retratadas por el checo en sus memorables novelas.
Algún oscuro funcionario del Ministerio de Salud le respondió a un periodista que la droga está pero “debido a un ‘replanteo organizativo’ hay demoras en la entrega hasta que cada provincia actualice los datos epidemiológicos de su territorio y los remita a este organismo”, apuntó la crónica.
La burocracia explicada se parece mucho a una burocracia al cuadrado, al desprecio justificado contra medio millar de personas, la mayoría menores de quince años.
Dice esta burocracia al cuadrado que la medicación llega del Brasil pero su vencimiento tiene cinco años y las actuales directivas, las recientes indicaciones que figuran en los papeles remarcan que no puede haber vencimientos superiores a los tres años.
Mientras tanto, más allá de la frontera que levanta la burocracia, medio millar de personas esperan y desesperan por la droga en cuestión.
Y otros funcionarios aparecen como víctimas de ese enmascarado desprecio disfrazado de burocracia eterna e invencible: "Es muy difícil explicarle a una madre que su hijo tiene Chagas, que puede curarse, pero que no contamos con la droga para tratarlo", dijo la directora del sistema municipal de epidemiología de la ciudad de Rosario ante esta situación.
Franz Kafka revive, cada tanto, en la Argentina del tercer milenio y no se trata de literatura, sino de una realidad urgente y, muchas veces, dramática.
# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)
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