El perfil del artillero Guillermo Galván -el militar que en dos meses se volvió la mano derecha del presidente Calderón- semeja al de los ex secretarios de la Defensa Cuenca Díaz, Galván López y Cervantes Aguirre. Ni su nombramiento ni la relación de privilegio entre el gobierno federal y el Ejército son fortuitas: en este sexenio las Fuerzas Armadas serán “más diligentes para la repression y la contrainsurgencia”, exponen académicos.
Especialista en la construcción, conservación y uso de armas, máquinas y municiones de guerra, el general Guillermo Galván Galván no sólo se coloca como titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) sino también como mano derecha del presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa.
El doctor en Antropología Social, Gilberto López y Rivas, advierte que “a través de la supuesta lucha contra el narcotráfico y contra el terrorismo, Calderón profundiza el proceso de militarización creciente y de modernización de las Fuerzas Armadas, en el sentido de hacerlas más diligentes para la represión y la contrainsurgencia. Tendencia iniciada por los gobiernos priístas y seguida por el foxista”.
Ofertado en la campaña publicitaria de medios electrónicos como “garante de la paz social”, en los primeros dos meses de gobierno, el Ejército se extiende en Michoacán, Baja California, Guerrero, Sinaloa. Y lo hace con el amplio respaldo de la Presidencia: “las señales son evidentes. En principio está la predilección de Calderón, en cuanto a presupuesto se refiere, para aumentar a los militares cuando todo los demás queda igual e incluso baja por todas las alzas anunciadas a los productos básicos y gasolina”, dice López y Rivas.
El analista político recuerda además que “Calderón toma posesión bajo una ceremonia sui géneris inventada por su antecesor, y seguramente por él mismo, en donde las señales emblemáticas no podían ser más significativas (la entrega de símbolos patrios a un cadete con la presencia de militares); otro aspecto es que el Estado Mayor Presidencial marca a Calderón antes, durante y después de su toma de posesión; luego, en las primeras semanas de gobierno se reúne en seis ocasiones con militares; y, por último, el inusual disfraz de Calderón portando una gorra de águila con cinco estrellas y la casaca verde olivo, ridículamente utilizada”.
Para el investigador de la Dirección de Estudios en Antropología Social del INAH “esto preocupa porque, tanto en forma como en contenido, quien ha sostenido de manera tácita, quien ha apoyado a Calderón durante estos 45 días han sido las Fuerzas Armadas”.
López y Rivas señala que con los mayores presupuestos y salarios a los militares, las reuniones, la casaca, la gorra, las formas en que llegan conocidos suyos o gente recomendada por su grupo para los puestos clave de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina, Calderón culmina una tendencia que lleva a dos caminos: uno, el proceso de militarización, que podrían ser las labores de represión, contrainsurgencia y cuidado de orden público -todas ellas, visiones fuera de la Constitución-. Y dos, la influencia, predominio y hegemonía de Estados Unidos en las Fuerzas Armadas de México.
“Una cosa va ligada con la otra: que las Fuerzas Armadas se conviertan en una especie de guardia nacional somocista del pueblo mexicano, y que los militares mexicanos se sometan al mando de esa entelequia que creó el Tratado de Libre Comercio plus. Cuando Calderón llega con una ilegitimidad total, con una falta de credibilidad y a partir de un fraude electoral que es público y notorio a nivel nacional e internacional, esto es sumamente preocupante.”
López y Rivas dice que el principal objetivo del despliegue de las Fuerzas Armadas y las labores de inteligencia es el hostigamiento a grupos sociales que se consideran subversivos. “El mensaje principal es para los movimientos sociales, tanto para los de la izquierda institucionalizada como para los de la democracia directa y armada. Ahí nos sentimos amenazados todos”.
El perfil del artillero
Con experiencia en la dirección de acciones armadas, el inusitado perfil de Galván Galván -elegido por Calderón para comandar la milicia- sólo es comparable con el de los ex secretarios Hermenegildo Cuenca Díaz, Félix Galván López y Enrique Cervantes Aguirre. El general de división “sí ha olido la pólvora”, dice Guillermo Garduño, investigador y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El experto en análisis de la Fuerzas Armadas y seguridad nacional dice que “a diferencia de otros secretarios –como sus antecesores Clemente Vega García, Juan Arévalo Gardoqui o Antonio Riviello Bazán, quienes nunca olieron la pólvora–, el general Galván es un hombre que ha participado en actividades de carácter militar. Él sí ha tenido acciones armadas”.
Y es que a principios de la década pasada, el artillero estuvo al frente de la Fuerza de Tarea Marte, desplegada en la zona serrana de Sinaloa, Chihuahua y Durango. Las acciones militares no son menores: además de considerarse como el principal operativo contra el narcotráfico, “la capacidad de los milicianos en la guerra contra las drogas, a nivel de destrucción de plantíos y penetración de montañas de muy difícil acceso, les permite adaptar a los efectivos militares para la guerra contra las guerrillas, principalmente en el ámbito rural”, señala Raúl Benitez Manaut en el ensayo México, la nueva dimensión de las fuerzas armadas en los años 90.
López y Rivas coincide. “Desde hace muchos años, la cuestión del narcotráfico fue la manera de preparar a las Fuerzas Armadas de América Latina para las labores de contrainsurgencia. Lo que más preocupa a Estados Unidos es la posibilidad de que México pueda entrar en el camino de Venezuela, Ecuador, Bolivia. Y como -según la mentalidad de los oligarcas más recalcitrantes- México estuvo muy cerca, pues Calderón, a quien pusieron en el poder por la vía del fraude, da el principal mensaje a la izquierda: vienen momentos de orden, de autoridad, y al que se salga del libreto le va a pasar lo que les pasa a los de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca”.
Guillermo Galván Galván
Garduño refiere que al igual que el general Guillermo Galván Galván, “quienes también participaron en acciones armadas fueron Cuenca Díaz, que en 1920 formó parte de la escolta de Venustiano Carranza; Galván López, y Cervantes Aguirre, implicados en la famosa ‘guerra sucia’”.
Los tres militares con perfil similar al del nuevo secretario han sido identificados como ejecutores de acciones de contrainsurgencia, operadas en la década de los 70, e incluso han sido señalados como supuestos responsables de la comisión de actos genocidas.
Según información obtenida por la desaparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, Cuenca Díaz -secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez- encabezó la estrategia militar “Operación Telaraña”, cuyo objetivo fue exterminar la guerrilla de Lucio Cabañas y los brotes de insurrección que tenían lugar en Guerrero.
Conocidos como Brigada Blanca, los destacamentos militares en ese estado continuaron durante la administración de José López Portillo bajo las órdenes de Félix Galván López, entonces titular de la Sedena. En esa época, y como parte de las operaciones de contrainsurgencia, Cervantes Aguirre participó en el rescate del priísta Rubén Figueroa, logrado tras asesinar a Cabañas Barrientos.
En el sexenio de Vicente Fox, la Procuraduría General de Justicia Militar inició una investigación en contra de Cervantes Aguirre -secretario de Defensa de Ernesto Zedillo-, por su supuesta participación en la “guerra sucia”. El militar fue señalado como uno de los mandos responsables de al menos una veintena de asesinatos de campesinos, mediante los llamados vuelos de la muerte.
Guillermo Garduño detalla que los generales con acciones militares se caracterizan por tener, además de la jerarquía, el respeto de la tropa. “Dentro del ámbito militar, quienes no han participado en acciones militares son conocidos como ‘generales de sedas’, a diferencia de los que sí han participado en acciones armadas. En este caso, Galván Galván ha tenido acciones militares, ha participado en campañas, ha estado sobre todo en lugares extremadamente difíciles como Chihuahua, que requieren de un carácter fuerte y de meter mano dura.
“En el ámbito militar quien tiene conocimiento y ha participado en acciones armadas tiene un reconocimiento de acción. Es un reconocimiento moral por parte de sus subordinados, a diferencia de otros que simplemente tiene jerarquía, pero no una autoridad moral.”
Autor del libro El Ejército mexicano, organización y estrategia, Garduño hace referencia al singular perfil del secretario. “Desde la época de Venustiano Carranza no llegaba un artillero a este puesto. En 1914 se nombró a Felipe Ángeles (quien fue enviado a Morelos a reprimir al zapatismo; posteriormente se sumó a las fuerzas villistas y se declaró partidario del marxismo) y, previamente, el general Manuel Mondragón (quien participó en la rebelión antimaderista de la Decena Trágica y fue sospechoso de haber asesinado a Francisco I. Madero y a José María Pino Suárez), de Guerra y Marina en el periodo de Victoriano Huerta.
“Esos son los dos únicos artilleros que le anteceden y fueron ellos los que propiciaron la incorporación del entonces nuevo tipo de armamento que se utilizaría dentro de la Revolución Mexicana. Con este perfil, Galván sí sabría exactamente qué tipo de armamento se requiere, cuánto se necesita de inversión, dado que estamos rezagados con respecto al resto de América Latina que está mejor equipada”.
Fuerzas Armadas, nueva relación
Sobre la nueva relación entre las Fuerzas Armadas y la administración federal, José Luis Piñeyro, profesor investigador de la UAM, dice que “la justificación es la misma de siempre: no hay de otra, es una situación de emergencia y la única institución del Estado que puede enfrentar al crimen organizado son las Fuerzas Armadas, debido a que tienen capacidad bélica, organización, centralización de mando, adiestramiento, etcétera”.
Para el doctor en Estudios Latinoamericanos y especialista en temas militares, Raúl Benitez Manaut, “en este momento las Fuerzas Armadas tienen una posición de privilegio, porque es uno de los pocos aspectos del Estado mexicano que ha recibido un trato preferencial en términos presupuestarios. Evidentemente el presidente las está movilizando, las está usando contra el narcotráfico, para justificar este aumento al presupuesto. No se sabe cuál va a ser el efecto de estos operativos en el norte del país y en Michoacán, porque el efecto de los golpes a los cárteles se ve en el mediano y largo plazo. En este caso el presidente está soportando muchas de sus decisiones de seguridad nacional en las Fuerzas Armadas”.
Pero los problemas vinculados al uso de las Fuerzas Armadas en temas de seguridad pública sí son evidentes. El doctor Benitez Manaut afirma que “el uso intensivo de las Fuerzas Armadas las roza en temas delicados de derechos humanos. Las pone en el límite de lo que puede ser un problema de derechos humanos, porque las tácticas usadas pueden violar estos derechos y, en ese sentido, deben tener mucho cuidado al actuar”.
José Luis Piñeyro dice que “los militares no están formados en el plano técnico, militar e ideológico para ser policías. La mentalidad es de blanco y negro: amigo-enemigo. Ellos no están hechos para dialogar y aplicar diferentes acciones frente al enemigo, que puede ser muy amplio. Esa es una primera limitante porque no tiene este tipo de entrenamiento. La segunda repercusión negativa es que se les está exponiendo a un medio híper-corruptor, como es el narcotráfico y el crimen organizado. Y los salarios de la tropa son muy bajos, por tanto, susceptibles de corromper a partir de infiltración del narcotráfico. Pero para que la tropa actúe de manera corrupta se requiere también que el mando sea corrupto, ya sea medio o superior”.
El investigador de la UAM pregunta: “por qué los norteamericanos no quieren que sus fuerzas armadas combatan el narcotráfico. No es mera casualidad. Una de las repercusiones es que haya una posible infiltración de crimen organizado en sus filas. El apoyo de las Fuerzas Armadas al combate al narcotráfico es muy restringido. Es más bien la Guardia Costera, ciertas acciones en los aeropuertos o acciones de emergencia. Pero casi siempre son policías civiles y no militares los que se encargan de estas tareas antinarcóticos”.
Añade que las Fuerzas Armadas están apoyando a Calderón desde una perspectiva institucional porque, de acuerdo con cierta visión de legalidad y de legitimidad, ganó las elecciones. “Los operativos militares y policiacos en Tijuana, Michoacán, Guerrero, Sinaloa, Nuevo León y Tamaulipas, obedecen a una situación de emergencia y de inseguridad pública que hay que enfrentar, pero también a la necesidad de Calderón de tener mayor legitimidad. Asumió el poder con un amplio cuestionamiento en términos de legalidad y de legitimidad. Y este tipo de acciones, en caso de que den resultados concretos y serios, pues le van a dar legitimidad”.
Sobre el riesgo de una acción represiva contra movimientos sociales, Guillermo Garduño afirma que “el Ejército no está dispuesto, bajo ninguna circunstancia, a actuar como un factor represivo bajo las órdenes de los civiles. Eso lo aprendieron sobre todo de 1968, cuando actuó bajo el ordenamiento concreto del presidente de la República en turno.
“El dejarse llevar por el presidente de la República de manera incondicional condujo a la institución a un cuestionamiento extremadamente severo, mismo que el Ejército no quiere volver a tener. Enfrentar a las bandas de narcotraficantes o a distintas organizaciones criminales tiene un factor de legitimidad, contrario a enfrentarse con un movimiento popular. Por ejemplo, en Oaxaca originalmente iba a intervenir Marina porque iba a ser atacada su base en Huatulco, pero finalmente se desistió y se retiraron sus elementos. El alto mando de Marina, en el momento en que el anterior secretario quiso meterse, sencillamente lo pararon: dijeron que no se trata de eso. Que sea la Policía Federal Preventiva la que enfrente ese problema incluso con elementos militares, pero que aparecen con uniforme estrictamente policiaco.”
Al respecto, José Luis Piñeyro detalla que Las Fuerzas Armadas no actúan de manera autónoma. “Si lo llegaran a hacer, y dudo que les interesará hacerlo, sería por una orden presidencial. En todo caso el responsable sería Calderón. Pero no creo que estén apostando a una estrategia de ese tipo sino más bien a una estrategia de disuasión: disuadir la protesta social en caso de que suceda, y disuadir también al crimen organizado.
Benitez Manaut descarta la posibilidad. “En este momento el Ejército sí puede decir que es garante de la paz social, porque los antecedentes de que han actuado en forma represiva ya son muy lejanos en el tiempo. Las Fuerzas Armadas en el periodo de Vicente Fox no actuaron contra movimientos sociales, se mantuvieron alejadas de los movimientos sociales y sólo fueron usadas contra el narcotráfico o en apoyo de la Policía Federal Preventiva, lo que se llama las fuerzas federales de apoyo”.
Agrega que, aunque Felipe Calderón sí ha dependido del ejército para arrancar su gobierno en la política contra el narcotráfico, eso no quiere decir que dependa del Ejército y de la Armada para todas sus políticas. “Decir que Calderón está militarizando el país o es una persona que va a usar al ejército todo el tiempo es adelantarse. Habrá que ver cómo actúa en los siguientes meses para saber si su política va a estar soportada en las fuerzas armadas, ojalá no. Felipe Calderón necesita acelerar la profesionalización de las policías para no usar a las fuerzas armadas”.
Para los analistas consultados, las expectativas del operativo antinarcóticos tampoco son alentadoras. Piñeyro simplemente dice: “Tengo serias dudas del éxito de estas acciones, porque los operativos básicamente son de cerco y contención del crimen organizado; pero tienen varias limitaciones. La primera, que el factor sorpresa que implica cualquier operativo de este tipo no existe porque se le avisa con mucho tiempo a los narcotraficantes, que van para allá.
“Ganarle la batalla al narcotráfico es otra cosa. Y no creo que se le pueda ganar. Se puede controlar, llegar a ciertos acuerdos implícitos. De estos operativos lo que uno tiene que preguntarse es hasta dónde quiere llegar realmente el gobierno de Calderón. ¿Solamente detener narcos, confiscar armas, cargamentos de drogas, establecer retenes, contenerlos? ¿O llegar a las ramificaciones que toda organización delictiva tiene, es decir, los lavapesos, los lavadinero? Y eso sería tocar círculos de poder político y financiero. Hasta ahora no se ha sabido de un político nacional o regional o algún empresario o gente de las finanzas hayan sido apresados por realizar labores de lavado de dinero.”
López y Rivas explica que “el involucramiento del Ejército en el combate al narcotráfico no ha dado ningún resultado. El narcotráfico está en la política y el lavado de dinero, en la economía del país. Y entre más se mete el Ejército los resultados son peores. No ha bajado. Los militares tienen una preparación que no es para labores de seguridad pública. Para empezar, debe haber una policía civil. No debe ser militarizada porque inmediatamente pierde algo fundamental, que es el contacto con la población. La policía más eficiente es la que tiene mayor penetración con la población”.
El investigador del INAH advierte que “toda esta política tiene que ver con los subterfugios que utiliza Estados Unidos para introducirse como el guardián en América Latina. El subterfugio del narcotráfico. De querer, ellos podrían regular el consumo y no lo hacen. Cuándo han hecho un operativo en Los Ángeles. Y no lo hacen en Nueva York ni entre los banqueros. La cuestión del narcotráfico, desde hace muchos años, fue la manera de preparar a las Fuerzas Armadas de América Latina para las labores de contrainsurgencia”.
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