Introducción de Manuel Talens e ilustración de Ben Heine

LA PALABRA COMO ARMA DE DESTRUCCIÓN MASIVA

De entrada, pido perdón a Pascual Serrano y a los compañeros de La Jiribilla por entrometerme en esta página con premeditación, alevosía y nocturnidad -es noche cerrada en España y aún no ha aparecido la edición de hoy-, pero al leer estas palabras con las que Serrano agradece el importantísimo premio que le acaban de conceder en Cuba no he podido resistir el impulso de escribir unas breves líneas introductorias.

La escritura, ya se sabe, es una manera de interpretar el mundo y ninguna palabra es inocente ni carece de ideología, pues como nunca me canso de repetir, hasta el más nimio juego verbal lleva la marca del origen social de quien la pronuncia o la escribe -la clase a que pertenece- y lo sitúa en el lugar que le corresponde. La palabra de Pascual Serrano está firmemente asentada en la trinchera de la izquierda, en la defensa sin matices del socialismo, pues como dijo el Che en una carta famosa, “es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo”. Sus artículos tienen ese algo especial que al mismo tiempo acaricia y es un cuchillo afilado.

Acaricia, por ejemplo, cuando saluda a Cuba a través de su sorpresa ante una niña habanera que se muestra revolucionariamente solidaria con los demás muchachitos incluso cuando juega en un tobogán, pero es también un cuchillo afilado a la hora de defender a Fredy Muñoz frente a las mentiras de sus carceleros o de denunciar el genocidio que se está perpetrando en Iraq. Podría decirse que la palabra de Pascual Serrano es un arma de destrucción masiva de las mentiras del Imperio.

Hace unos días, como por casualidad, el belga Ben Heine, uno de los ilustradores de Rebelión, me envió un dibujo conceptual que viene como un guante en estas líneas: es una mano cuyos dedos son plumas de escribir. ¿Su título? “Weapons”, es decir, armas; las armas de destrucción masiva de Pascual Serrano.- M.T.

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PALABRAS TRAS UN PREMIO

La última vez que recibí un premio fue por ganar una carrera ciclista cuando tenía 17 años. También es verdad que nunca más, hasta ahora, me presenté a ninguna otra prueba. Entonces me dieron un trofeo con el logotipo de una gran empresa multinacional española que resultó ser una sinvergüenza, si es que hay alguna que no lo sea. Por eso al recibirlo me sentí algo estúpido, pensando que haberlo ganado suponía lograr el derecho a exhibir en mi casa el logotipo de la empresa enclavado en aquella base de mármol. Cuento esto para reflexionar que un premio vale, lo que vale la entidad o institución que te lo concede. Igual que una adhesión a un comunicado o un manifiesto tiene el valor del patrimonio ético o moral que tenga acumulado quien firma la adhesión.

A mí me acaban de conceder el Premio Internacional de Ensayo “Pensar a contracorriente”, convocado por Cuba, y más concretamente por el Instituto Cubano del Libro. Cuba representa para muchos la dignidad y la firmeza ante un modelo ideológico de consumo y de economía devastador no solo de recursos naturales, sino también de recursos mentales y éticos. Para muchos de nosotros Cuba es modelo de referencia, para otros también es modelo, pero de interferencia, interferencia en sus intentos de colonización, de dominio, de hegemonía.

Seguro que muchos pensarán que, claro, este premio me lo dan los cubanos porque yo defiendo ese modelo y ese sistema. Es verdad que lo defiendo, pero otros muchos lo defienden más y con más dedicación. Por otro lado, en mi trabajo, que trata de los medios de comunicación y de la violencia, no hablo de Cuba, incluso trato más a países como Yugoslavia o Ruanda que a Cuba. Tampoco se pedía en las bases que versara sobre la Isla, es decir, no se pretendía, asegurar un llamamiento a la defensa de la Revolución cubana, puesto que se convocaba a escribir de cualquier tema. Eso en España y en el capitalismo lo saben bien, y el gobierno convoca un concurso de redacción para niños en el que deben escribir bien del rey, o una empresa de turrones o de cerveza sobre las bondades del producto correspondiente. Además en este jurado solo había un cubano entre sus cinco miembros. Pero, lo más indignante, es por qué no se piensa que se concede un premio por servicios prestados cuando se da un premio en el capitalismo. En realidad, allí los premios se conceden por servir a la apología previamente convocada: rey, cerveza o turrón; o por los servicios que van a prestarse, porque luego quien concede el premio tiene los derechos de tu trabajo y se hace millonario. No es un premio, es una subasta a ver quien se queda con la apuesta de la promoción editorial.

En el capitalismo los premios suelen ir irremediablemente unidos al dinero. Incluso muchas veces, son solo dinero, por eso al gran ejecutivo de una empresa le pagan mucho, es el único parámetro con el que se mide el servicio prestado o el reconocimiento, que en el caso de la economía de mercado no tienen ninguna diferencia, solo se te reconoce el servicio que les prestas.

En Cuba, como no hay mucho dinero, no incluyen grandes cantidades en sus premios internacionales y, menos aún, en los nacionales. Tampoco nadie se enriquece con lo que escribes, lo edita y lo distribuye el estado y lo vende por debajo del precio de coste por propia política cultural. Por tanto, te debes creer dos cosas: lo que estás escribiendo, puesto que no te va a dar más emolumentos escribir una cosa u otra, y el prestigio de quien te lo concede.

Por eso, no sé si me merezco el premio, solo sé que he escrito lo que me ha dado la gana y pensaba, con honestidad y que quien me lo ha concedido me llena de orgullo porque representa lo más decente de los modelos políticos, económicos y culturales de referencia, e interferencia, que tenemos en este mundo.

Fuente: LA JIRIBILLA

Manuel Talens y Ben Heine son miembros de «Rebelión» y «Tlaxcala».