Contrariamente a lo acostumbrado, la 3ª Cumbre de Jefes de Estado y de gobierno de la OPEP, que se reunió en Riyad el 17 y 18 de noviembre de 2007, se convirtió en teatro de duros enfrentamientos políticos. Irán y Venezuela, países que contribuyeron ampliamente a recuperar el crédito de este cártel, plantearon claramente la posibilidad de hacerlo explotar y de cambiar radicalmente el sistema monetario mundial en su conjunto.
Mientras que el rey Abdallah de Arabia Saudita había preparado una agenda centrada en el impacto ecológico de la industria del petróleo, el presidente venezolano Hugo Chávez hizo estremecerse a la monarquía al mencionar la creciente responsabilidad de los Estados productores de petróleo hacia los países en vías de desarrollo en el contexto de alza masiva del precio del crudo. Más tarde, dio otra estocada al subrayar que el alza constituye principalmente una forma de compensar la debilidad del dólar.
Después de haber señalado ambos factores, la delegación venezolana –con el apoyo de la delegación iraní– pidió que, para proteger la economía mundial ante la fragilidad del dólar estadounidense, las transacciones petroleras internacionales dejen de facturarse en esa moneda; proposición que, de ser aceptada, obligaría a Estados Unidos a asumir él sólo el costo de su propia economía de guerra, provocando así su quiebra total en pocas horas.
La monarquía saudita –con el apoyo de los generales argelinos– se cerró el camino a esta resolución, que no fue incluida en la declaración final. Sin embargo, Venezuela e Irán se reservan la posibilidad de concretar la proposición a título particular.
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