La propuesta de reforma energética de Felipe Calderón lleva a Pemex a la peor crisis de su historia, señalan especialistas. La bancarrota de la paraestatal responde más a tensiones políticas que económicas, aducen. La iniciativa es el corolario de una serie de cambios iniciados en 1986, cuando comenzó la reclasificación de la industria para que más de la mitad de los petroquímicos fueran reasignados como básicos secundarios. El objetivo: abrir paso a la inversión privada.
La corrupción técnica en el sector oficial y en la alta dirección de Petróleos Mexicanos (Pemex), así como el despilfarro patrimonial, la ausencia de una efectiva rectoría del Estado y la absoluta falta de transparencia y rendición de cuentas, tiene hoy a la principal paraestatal mexicana sumida en una crisis.
Lejos de solucionar la precaria situación en que se encuentra la empresa que representa la principal fuente de ingresos para las finanzas públicas, el gobierno de Felipe Calderón busca aprovechar el naufragio para privatizarla. Los argumentos esgrimidos por el panismo son “falsos”, dice Francisco Garaicochea, coordinador del Grupo de Ingenieros Pemex-Constitución de 1971.
El también ingeniero jubilado de la paraestatal asegura que el objetivo gubernamental quedó descubierto cuando el exdirector de la paraestatal, Raúl Muñoz Leos, dijo que el reto era fortalecer a los socios comerciales, a través de la riqueza petrolera mexicana.
“El reto es: cómo esta riqueza –el petróleo– debe orientarse hacia el fortalecimiento de la seguridad energética nacional de nuestros principales socios comerciales”: dijo textualmente Muñoz Leos en Minatitlán, Veracruz, el 18 de marzo de 2004.
De acuerdo con la publicación Oil and Gas Journal, al cierre de 2001 México se ubicó en el noveno lugar por el monto de sus reservas probadas de crudo, y vigésimo segundo en las correspondientes a gas natural; séptimo sitio en producción de crudo; décimo en extracción de gas natural, y décimo cuarto en capacidad de destilación primaria.
Energy Intelligence Group y Fortune colocan a Pemex como la tercera empresa productora de crudo en el mundo, séptima en extracción de gas natural y octava por su nivel de ventas.
Sarahí Ángeles Cornejo, investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, revela que desde el primer gobierno neoliberal, de Miguel de la Madrid, se inicia un proceso de desindustrialización al interior de la paraestatal: “En 1986 se empezó a reclasificar la industria petroquímica, donde la mitad de los petroquímicos son reclasificados como básicos secundarios, para que la iniciativa privada entre a invertir en ellos”.
David Ibarra, asesor de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, considera que Pemex está inmersa en una crisis, debido a las tensiones políticas “que la están ahogando”. Además, la paraestatal ha dejado de cumplir con los objetivos de su creación: fomentar el desarrollo, la industrialización y la creación de empleos. Se ha convertido, agrega, en instrumento equilibrador del presupuesto público y de las finanzas externas, al ser utilizada como fuente de ingresos fiscales.
Ibarra señala que Pemex está en situación legal de quiebra, si se le considera según las normas que rigen a las empresas privadas. La descapitalización de la paraestatal ha sido brutal y se da de manera sistemática desde hace cuatro lustros.
El argumento principal que esgrimen quienes respaldan la reforma energética propuesta por el gobierno panista es la crítica situación económica por la que atraviesa la paraestatal y la falta de inversión para optimizar su labor. Sin embargo, y de acuerdo con datos de Pemex, las ventas totales durante el primer trimestre de 2008 sumaron 321 mil 500 millones de pesos, cifra 32.4 por ciento superior a la del mismo periodo del año anterior.
Además, el precio de la mezcla mexicana de exportación de crudo durante el primer trimestre fue de 83.1 dólares por barril, 73.7 por ciento superior a la del mismo trimestre del año previo. Y, la deuda total consolidada se redujo en 91 mil millones de pesos, 15.3 por ciento menos respecto al mismo periodo de 2007. En tanto, el patrimonio aumentó de 34.7 a 112 mil 700 millones de pesos.
Pidiregas: un lastre
David Ibarra, quien fuera secretario de Hacienda en el gobierno de José López Portillo, dice que Pemex tiene millonarias utilidades antes de pagar impuestos, y al quitarle casi todas sus rentas, limita sus capacidades de regenerar la producción, exploración, el desarrollo y la modernización.
Según datos proporcionados por Ibarra, el fisco federal se llevó –de 1995 a 2006– más de 3 billones de pesos. Considera que la principal corrupción de Pemex no está sólo al interior, sino también en la extracción de recursos extraordinarios de la empresa por parte del Estado.
Agrega que la inversión presupuestaria por parte de Pemex bajó de 8.3 a 1.8 miles de millones de dólares, casi 80 por ciento menos, de 1982 a 2006. Y es que la inversión realizada se financia fundamentalmente, vía Pidiregas (Proyectos de infraestructura diferida en el registro del gasto), en un 87 por ciento de deuda pública privada.
Ibarra dice que en la actualidad se tiene una deuda en Pidiregas de 60 mil millones de dólares. En 2007, de la inversión física total realizada por Pemex, el 90 por ciento fue realizada por Pidiregas.
Inviable privatización
A decir de Ibarra, en caso de que se llevara a cabo la privatización, el gobierno necesitaría –para compensar lo que dejaría de recibir vía Pemex– entre cuatro o cinco reformas fiscales impositivas como las del IETU (Impuesto Empresarial de Tasa Única).
“No hay ningún inversionista externo que esté dispuesto a pagar esos impuestos y estar sujeto a ese control de precios; sería una situación inviable desde el punto de vista económico y político”, dice.
Compañías extranjeras las más beneficiadas
Benito Rey Romay, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, dice que mientras compañías extranjeras o binacionales prosperan a costa de las rentas del petróleo, la parte de Pemex que conserve el Estado será “comida de pájaros”.
A propósito de los proyectos de reformas presentados por Calderón, Rey Romay realizó el artículo titulado México 2008, una alternativa perversa para un pueblo en situación precaria, donde expone que de no producirse un cambio urgente en la política y desempeño económico de los mexicanos, se gestará un estallido social o el enfrentamiento de una rebelión popular desesperada con la represión gubernamental “clasista e intransigente”.
El economista considera que las promesas de crecimiento económico, bienestar social general y erradicación de la pobreza –a cambio de la aprobación de las reformas presentadas por Calderón– son la confesión de una limitada capacidad profesional y de una claudicación en el desempeño de sus obligadas funciones sustantivas: la de recaudador de impuestos y coproductor de la economía de un país que registra una de las tasas más bajas de captación fiscal en el mundo.
En la iniciativa –dice– se argumenta que si no se comparte con empresas privadas el usufructo de los yacimientos habrá que reducir la inversión pública en infraestructura, así como en el gasto social. “Lo que deja a la luz una amenaza clara del secretario de Hacienda; la pregunta es simple: si México no tuviera yacimientos petroleros, cuál sería la política económica”.
Rey Romay explica que con la aplicación “intransigente” de las restricciones neoliberales de los organismos financieros internacionales –impuestas al gasto y a la propiedad industrial directa e indirecta del Estado– se generó una dinámica destructiva y desnacionalizadora de la industria.
“En más de 20 años se fue desmantelando la industria de bienes de capital con la que el país contaba; desapareció la fabricación de maquinaria para construcción, de equipo para transmisión eléctrica de alta tensión y de equipo ferroviario; se ‘reestructuró’ el sistema ferrocarrilero.”
Inversión extranjera y deuda externa
Arturo Huerta, profesor de la división de posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM, dice que entre 1991 y 1993 entraron al país alrededor de 90 mil millones de dólares, pero la economía sólo creció al 3.7 por ciento en promedio.
A decir de Huerta, en 2004 inició el segundo boom petrolero en México; sin embargo, la economía creció 3.7 por ciento, por debajo de la media de los países exportadores de petróleo. Emiratos Árabes crece 8.75 por ciento; Irán, 5.1 por ciento, y Venezuela, 11.7 por ciento.
“Se vendió Teléfonos de México, una empresa altamente rentable, convirtiendo al actual dueño en uno de los hombres más ricos del mundo, y ahora se quiere concesionar a la gallina de los huevos de oro; eso tampoco nos va a sacar del subdesarrollo; sin petróleo, el país no tiene futuro.”
Sarahí Ángeles Cornejo, investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, considera que “los malos manejos de Pemex inician en el gobierno”, que la utiliza como aval al contratar deuda externa, y después ocupa esos recursos en otros sectores. Agrega que si hubiera un manejo adecuado del sector, sería una palanca para impulsar la industrialización del país en un modelo alternativo de desarrollo.
Antes del modelo neoliberal, dice, el sector energético tuvo un avance significativo, al producir plataformas; sin embargo, con la caída de la inversión por parte del Estado, han hecho lo imposible para acabar con la industria, sin contemplar que tienen necesidad de la renta energética para pagar a los acreedores internacionales.
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