Las elecciones regionales (gobernaciones, alcaldías y concejalías) de Venezuela, realizadas el 23 de noviembre de 2008, dieron como resultado el triunfo a las fuerzas de Hugo Chávez y a su partido, PSUV, que obtuvieron 17 de las 22 gobernaciones en disputa; además se eligieron 326 alcaldías. El nivel de participación electoral alcanzó un histórico 65, 45%, uno de los más altos de la historia

En estas elecciones participaron 17.308 candidatos, que optaron para los 603 cargos a nivel nacional. 59 partidos políticos nacionales postularon candidatos a los que se suman 236 regionales, dando un total de 295 organizaciones políticas participantes. Los estados en los que el oficialismo triunfo fueron Yaracuy, Delta Amacuro, Vargas, Apure, Aragua, Barinas, Bolívar, Cojedes, Falcón, Guárico, Lara, Mérida, Monagas, Portuguesa, Trujillo, Sucre, Anzoátegui y la alcaldía municipal Libertador, de la capital del país.

La oposición venezolana ganó las gobernaciones del Zulia, Miranda, Nueva Esparta, Carabobo, Táchira y la alcaldía metropolitana de Caracas, regiones de suma importancia poblacional, económica y política para el país.

Si bien el PSUV se levanta con un triunfo en los 17 estados, la pérdida en el resto de estados y en dos distritos metropolitanos constituye un golpe importante para las proyecciones de la propuesta del presidente Chávez, pues son las regiones más pobladas y ricas del país.

Al parecer, ninguno de los elementos caracterizados hace un año como los causantes de la derrota electoral sufrida el pasado 2 de diciembre en el referéndum, fueron corregidos. Las ‘3R’: reflexión, revisión y rectificación, propuestas por el presidente Chávez para la recuperación de la base electoral terminó siendo una consigna vacía, poco ejecutada realmente.

Es evidente que no se han resuelto las debilidades del trabajo organizativo y político en sectores como la clase obrera: está descuidado el trabajo en la juventud de las universidades autónomas que reciben recursos del Estado venezolano y que representan una fuerza social y política de gran importancia, al igual que las grandes barriadas de ciudades como Caracas y Maracaibo; estos y otros factores están confluyendo para la merma de la base social del gobierno, aparte que, estructuralmente, en Venezuela son pocos los cambios. Aún ese país sigue dependiendo, hasta para alimentarse, de lo que lo que compra afuera.

Es evidente que un gran porcentaje de la votación alcanzada se debe a que el presidente Hugo Chávez intervino activamente en la campaña, sin embargo esto no fue suficiente para alcanzar un triunfo total y, además, han conspirado para esto el pobre desempeño de cuadros que ejercían funciones de alcaldes o gobernadores afines al partido del gobierno; así por ejemplo, se acusa que la derrota en el Estado de Zulia se debe a la mediocridad con la que el alcalde de Maracaibo, Di Marino, ejerció sus funciones en los últimos 8 años, pese a contar con millonarios recursos gubernamentales. El mismo presidente Chávez en una rueda de prensa a medios internacionales criticó el hecho que hay alcaldes “revolucionarios” que no ejercen su papel y que no son capaces ni siquiera de recoger la basura de las calles, que pasan viajando y dando conferencias por otros países sin ejercer sus deberes para los que fueron elegidos.

Estas debilidades fueron pulsadas por la reacción, que en algunos de esos sitios usó las debilidades de los líderes y funcionarios políticos locales como blanco principal, y enarboló paradójicamente la consigna de “el cambio”.

Entonces, la estrategia de la derecha no fue atacar a Chávez directamente (eso lo ha realizado siempre, con más fracasos que victorias), sino a las autoridades locales, desde donde trabajó para menoscabar la imagen del régimen.

El analista venezolano José Miguel Casado (www.aporrea.org) resume así la situación: “Lo cierto es que no se puede jugar con la esperanza de la gente por demasiado tiempo, y aunque el liderazgo de nuestro Presidente es abismal y perfectamente justificado por su lucha irreductible por los mayoritarios, ya no basta que él le levante la mano a un candidato para que éste resulte victorioso. La gente está harta de los patanes, los ladrones, los demagogos y los ineficientes; no importa ya si es el candidato de Chávez o no, el pueblo se cansó. Lo más grave de perder espacios como la gran Caracas, el parque industrial carabobeño o la frontera tachirense y zuliana, no son los espacios en sí mismos, y lo que significan para la reacción y sus ya conocidas prácticas conspiradoras; lo más grave de todo esto es el crédito político que está perdiendo la Revolución Bolivariana aceleradamente, primero el 2 de diciembre y ahora en estos comicios”.

Y, efectivamente, aunque el PSUV triunfa en la mayoría de estados, no puede minimizarse los resultados en las grandes ciudades por su importancia poblacional y por ser enclaves industriales y económicos donde la derecha se afirma y busca crear una base más solida de conspiración contra un proyecto patriótico y democrático. Es evidente que por el bien de este proyecto, las ‘3R’, reflexión, revisión y rectificación, deben ponerse al orden del día y recuperar esa base social que ha sido confundida por la derecha.