Con la deserción de 217 mil 494 soldados de 1993 a la fecha, la crisis de los militares toca fondo: prácticamente se ha renovado la tropa. Para los comandantes, el soldado es “un autómata, un número, un mercenario” que recibe una paga por lo que hace, mientras el manual Mando militar de la Secretaría de la Defensa Nacional lo describe como “un ser despojado de voluntad, individualidad, inteligencia y valores”
Frente al reto de que “el Ejército necesita día a día de mejor personal, con altas calificaciones y calidad profesional en todos sus niveles jerárquicos, el soldado anda en la búsqueda de satisfacciones inmediatas de carácter personal. Está a disgusto ante la responsabilidad; prefiere ser dirigido. (Muestra) falta de iniciativa. Ante una orden requiere inclusive el cómo hacerlo y trata de evitar excederse en más de lo que se le ordena”.
El manual de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), denominado Mando militar, señala que las “experiencias de los comandantes, relativas a la contextura mental y anímica común del soldado, indican que existe una gran proporción de que su conducta es del seguimiento de la línea del menor esfuerzo; tratando de evadir los actos del servicio, trabajo y otras actividades”.
Editado por la Sedena en 1994 como un manual-curso del Ejército Mexicano, dirigido a los comandantes superiores, señala que “ser militar exige la comprensión de altas normas éticas y morales, profesionalismo, sentido de responsabilidad, disciplina, entrega plena y auténtica a la profesión; una vocación permanente por el estudio, para cumplir con eficiencia los cargos y situaciones que la carrera les depare”.
El diagnóstico de los comandantes, impartido en la Escuela Superior de Guerra, describe que un gran porcentaje de soldados presenta “falta de ambición; un comportamiento resignado, fatalista y conformista con la situación. También, falta de identificación de metas u objetivos precisos. Seguir la senda del destino o la aventura, carecer de proyectos y no tener definido el mañana”.
El soldado “no es previsor, se excede en gastos, adquiriendo bienes superfluos. Carece de cultura y oficio, de conocimiento o habilidades que le proporcionen un medio de vida en el ambiente civil (excepto en labores rudimentarias), lo que significa que militarmente no posee vocación, sino que su situación es una forma de vida”, subraya.
Dice que frente a la exigencia del mundo moderno de que los militares tengan una mayor dedicación, profesionalismo, cultura y tecnología, el soldado mexicano “carece de sentido de grupo; es esencialmente egocéntrico e indiferente a las necesidades y problemas de la unidad”. Advierte que “los medios de hacer y conducir la guerra han evolucionado a un ritmo que no permite a nuestro país aislarse del progreso mundial, so pena de, en algún momento, verse invalidado para la defensa de sus intereses vitales.
“Ello repercute en la calidad profesional del personal, mismo que debe disponer de profundos conocimientos técnicos-militares que correspondan a su cargo y especialidad, desarrollo, evolución y posiciones futuras; de ahí que (es necesario) considerar la exigencia permanente de revisar los planes de estudio y actualizar los conocimientos de jefes y oficiales, para que concurran con su esfuerzo al mejoramiento y eficacia de la institución”.
En el capítulo séptimo “El comportamiento humano” inciso IV, “La naturaleza humana y el mando”, reconoce que “un efecto generalizado entre los comandantes es intuir al subalterno únicamente en relación con el servicio y de los subordinados el observar los actos del servicio como castigo, esfuerzo innecesario, mal irremediable, etcétera.
“Esta diferencia, nociva por sus consecuencias, define desde el punto de vista del comandante al soldado como un autómata, un número o como un mercenario que recibe una paga por lo que hace; al individuo al que se le paga por obedecer, es decir, un ser despojado de voluntad, individualidad, inteligencia y valores”.
El subalterno, a su vez, observa los actos del servicio como un trabajo o medio de ganarse la vida, esperando, a corto o mediano plazo, darse de baja para mejorar su forma de vivir y recobrar su individualidad”.
Sin escuela militar
Paradójicamente, define al oficial de alto rango como quien no actúa por incentivos económicos, porque “el oficial no es un mercenario que transfiera sus servicios a donde sean mejor recompensados, no es un ciudadano-soldado de tiempo parcial, sino que mantiene deseos permanentes de perfeccionamiento y superación. La combinación de estos factores constituye su motivación profesional”.
Fundamenta ese abismo que hay entre soldados y oficiales: “El derecho legal para practicar la profesión militar es limitada a los miembros acreditados, y en el caso de oficiales, jefes y generales a la posesión de su patente, misma que sirve para ejercer, en forma de título, como cualquier otra profesión”.
Advierte que entrar a este grupo está restringido a aquéllos a quienes se les ha proporcionado educación y entrenamiento, y permite actuar como oficiales sólo a aquellos que muestran competencia profesional. Así, dice, el personal de clases, considerando las jerarquías de sargento segundo y primero, ha recibido una educación profesional, desarrollado destrezas y habilidades que corresponden a los cargos y especialidades que se les asignan.
El resto del personal –cabos y soldados– no recibe una educación militar formal, únicamente adiestramiento y técnicas necesarias en función de su responsabilidad. Su vocación es un contrato, no una profesión. Esta diferencia fundamental entre el oficial, las clases y soldados refleja la línea divisoria internacionalmente marcada en las instituciones militares del mundo. La diferencia de caracteres de las dos vocaciones hace que la jerarquía organizacional sea discontinua.
Los soldados o cabos que llegan a convertirse en oficiales son preferentemente la excepción que (confirma) la regla, considerando que la educación y el entrenamiento necesario para el oficial es normalmente incompatible con el servicio prolongado que presta el soldado, señala el Mando militar, impreso en el Taller Autográfico bajo la supervisión de la Sección Segunda de Inteligencia del Estado Mayor de la Defensa Nacional.
Parteaguas en el Ejército
José Luis Piñeyro dice que el contexto histórico en que fue redactado el manual, en 1994, fue un parteaguas en el seno de las fuerzas armadas: transformaciones internas, surgimiento de los cuerpos especiales, mayor educación militar, en términos de habilidades y doctrina; y se da un proceso de reestructuración administrativa y de abastecimiento de materiales de guerra y pertrechos. “Habría que preguntar si esa combinación de soberbia con desprecio del alto mando frente a la tropa sigue persistiendo o ha cambiado”.
“Se trata de un documento redactado poco antes del levantamiento zapatista, que plantea una reconstrucción en las fuerzas armadas, al detectarse que hay faltantes de movilización de tropas vía aérea o terrestre, y capacidad de reacción con suficientes tropas. La vocación profesional militar está centrada en los bajos y altos mandos, y la tropa es vista como algo provisional en la cual no se puede confiar”, subraya.
El general Roberto Badillo Martínez, integrante de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados, dice tajante: “No estoy de acuerdo con esa apreciación, porque los soldados ven un trabajo en donde pueden llegar a ser generales. ¿Cómo puede ser mercenario quien puede llegar a ser general? Un soldado con secundaria al año y medio asciende a cabo, luego a la escuela militar de clases, para sargento segundo, después como sargento primero; regresa con las tropas y va a promoción para subteniente y de ahí puede llegar a general. ¿Por qué va a ser un mercenario? Me parece que es un error haber hecho el manual y quien lo escribió no hizo carrera militar”.
Hay soldados y cabos que van a ascender hasta generales, ya no es común porque hay más movilidad en las fuerzas armadas, movilidad que se dio con el cambio de la sociedad, ahora es más urbana; antes se reclutaba en la sierra, hoy, en las colonias populares, expresa el también exjefe de la Sección Segunda de Inteligencia del Estado Mayor de la Sedena.
Guillermo Garduño, doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México, manifiesta que uno de los grandes puntos que señala Sun Tzu como esencial es que cuando un ejército, por poderoso que sea, es quebrado de sus fuerzas morales y sus valores que pretende defender, automáticamente está derrotado, es un fenómeno de México y del mundo.
Los otros elementos –cabos y soldados–, añade, son totalmente improvisados; es una de las grandes debilidades de los ejércitos modernos, donde la gran mayoría están condenados a no llegar ni a subtenientes, el grado más bajo de la oficialidad, y concentra el mayor número de desertores.
Aplicación y administración de la violencia
El manual especifica una clara distancia en la esfera de competencia dentro de la estructura militar y una marcada diferencia entre la tropa, considerados por el alto mando como “especialistas en la aplicación de la violencia” y el personal de clase, oficiales y generales, a los que caracteriza como “especialistas en la administración de la violencia”.
“Dentro de la especialización militar, que es común a casi todos los oficiales, entre los cuales se distinguen unos de otros, la especialidad focal del militar es quizá bien resumida en una frase, que la define como ‘la administración de la violencia’”.
En la dirección, operación y control de una organización humana, cuya función primaria es la aplicación de la violencia, está la manifestación de la actividad peculiar del oficial; ésta es común en las actividades terrestres y aéreas, y distinguen al oficial de arma de otros oficiales con otras especialidades, necesarias para el logro del objetivo global de la institución y de las tropas.
La habilidad peculiar del oficial es la administración de la violencia, pero no el acto de violencia misma. Por ejemplo, disparar un fusil es básicamente una habilidad mecánica, dirigir las operaciones de una compañía de fusileros necesita de un diferente tipo de habilidad, la cual puede ser aprendida en manuales, en la práctica y la experiencia.
La especialización militar impone al oficial una responsabilidad social, ya que el empleo de su especialización utilizada incontroladamente rompe el orden en una sociedad. De tal manera que mientras todas las profesiones son, en alguna forma, reguladas por el Estado, la profesión militar es monopolizada por el Estado.
La profesión militar
El cuarto capítulo del manual, “El profesionalismo dentro del Ejército”, inciso III, refiere que en las condiciones ambivalentes de actuar al mismo tiempo como jefe y subalterno, como comandante y colaborador, como líder y ejecutante, colocan al militar en un desafío profesional permanente, ya que existen deberes, responsabilidades, actitudes y posiciones intransferibles, que exigen una disposición y capacidad para adaptarse a los cambios que impone su situación en el Ejército y de la sociedad a la que sirve.
En lo profesional, independientemente de ser apto técnica, táctica, operativa y administrativamente, tendrá que desempeñarse como comandante o jefe; circunstancia que lo obliga a conocer las técnicas y procedimientos para realizar el efectivo manejo y conducción de los hombres a su mando, lograr su voluntaria y franca colaboración para cumplir con las misiones asignadas a la unidad.
Una necesidad básica de nuestra institución como entidad organizada, es la de asignar el mando de las unidades de cualquier nivel, a personal que revele disponer de las aptitudes y capacidades para ejercerlo con garantía de armonizar y adecuar las calidades individuales de los miembros de una comunidad, motivándolos y conduciéndolos para el logro del fin propuesto para la organización.
El soldado moderno reúne características diferentes del soldado que prestó sus servicios hace 25 o 30 años. Mandarlo constituye un desafío por dos razones: las condiciones del mundo actual, las actitudes y los valores que han sufrido cambios son producto de la evolución tecnológica, social, de los medios de combate, las destrezas y la complejidad, cantidad y calidad de conocimientos que se le deben impartir para la ejecución y desarrollo eficaz de sus funciones.
El soldado de esta época es un ente con mayor información y cultura, resultado de la extensión del sistema educacional; menos controlable, dadas las condiciones de ruptura gradual en el seno familiar y de la fe y espiritualidad que proporcionaba la religión. La menor autoridad de los padres y mayor libertad que facilita el mundo moderno han incrementado la independencia y el desafío de los valores tradicionales, así como el enfrentamiento a autoridades, instituciones, costumbres y el orden social que imperó hasta una generación atrás.
La adecuación de la institución militar a la evolución de la sociedad a la que sirve, la ha obligado a una reestructuración constante en: sus misiones constitucionales, su organización interior, la educación de su personal, para lograr una adecuación de sus cuadros de clases, oficiales y jefes, para hacer frente al problema de enseñar al soldado la variedad y complejidad de destrezas requeridas por la organización.
Sin embargo, los jefes y oficiales tienen con frecuencia problemas para comprender y comunicarse con sus subalternos y viceversa, lo cual obliga al jefe u oficial a una mayor preparación profesional, cultural y a poseer una técnica para comunicarse y entender a sus hombres.
Con base en lo anterior, concluye que un comandante genera una profunda interrelación entre la capacidad profesional y las cualidades y condiciones que debe desarrollar; estableciéndose que: no es digno mandar si no es, en toda circunstancia, maestro de sí mismo, si es incapaz de ser imparcial, si no es capaz de entender y orientar a sus hombres, si no puede escuchar otras opiniones, incluso contrarias a la suya y evaluarlas con serenidad y justicia. Debe ser capaz de sentir las exigencias del momento y de trazar en el futuro la línea de las consecuencias.
La influencia del comandante radica en dos aspectos: reconocerse a sí mismo. “El arte de mandar a los demás es, esencialmente, el arte de mandarse a sí mismo y disponer de habilidad en el manejo de los hombres a su mando. “Hay comandantes que dirigen a sus subordinados y hay otros que espolean a la gente, los primeros son respetados, los segundos son temidos (…)”.
La comunicación
Un aspecto relevante del curso del “Don de mando” es el capítulo relativo a la comunicación interna entre los altos niveles y jerarquías del Ejército y los soldados, la cual constituye “el factor que hace la diferencia entre el éxito y la mediocridad en el desempeño de un militar con el mando de tropas”.
Sin embargo, dice que “debe aceptarse que es el área más descuidada (por lo que) es necesario incrementarla y fomentarla para comunicar ideas e información, que creen comprensión y esfuerzo unificado entre los miembros de una organización militar”.
Refiere que un problema frecuente para lograr una buena comunicación entre los comandantes y sus subordinados es la falta de interés en escuchar; y, contrariamente, en hablar demasiado.
De tal manera que, dice, muy pocos comandantes conocen el verdadero alcance de la comunicación; no aprecian su valor como la herramienta más importante de que disponen para lograr que se hagan las cosas. “La comunicación es la base para la cooperación, la comprensión y la acción”.
Cualquiera que sea la meta o propósito del militar en el cargo de comandante, le obligará a pensar que el único camino accesible para lograrlo será con la cooperación plena, decidida y voluntaria de sus hombres, lográndola a través de la comunicación.
Cualquier otro camino, advierte, sea el de la rigidez disciplinaria o extrema agresión, dará, en su mejor caso, resultados temporales, pero siempre caerá en un elevado ausentismo, cambios de personal, licencias ilimitadas, procesados, deserciones, gran número de quejas, anónimos y una baja moral, que se reflejará en el rendimiento general de la unidad.
El comandante debe conocer a sus colaboradores inmediatos y a los principales orientadores y líderes en todos los niveles. No conocerlos sólo por su jerarquía o cargo, sino como personas: sus necesidades, cualidades, educación, tendencias, vulnerabilidades, sentimientos, familia, que le permitan emplearlo, inducirlo o generar corrientes favorables a las finalidades de la institución, del cumplimiento de las tareas asignadas.
Conocer a sus hombres, adentrarse y profundizar en su mente, y lograr una identificación consciente y valiosa para los fines que perseguimos; “todo consiste en prestar oídos y observar en actitud benévola y positiva”.
La cadena de mando
Debido a que con frecuencia hay problemas para hacer llegar información a las unidades y a sus miembros, la comunicación militar se realiza a través de la cadena de mando que disemina la información oficial, a través de la cual el comandante trasmite políticas, normas y misiones hacia las unidades. Pero, señala el texto, al utilizar la cadena de mando, la información se distorsiona, se diluye, cambia o se detiene antes de llegar a su destinatario.
Además, un gran porcentaje de información se filtra o se pierde el contenido original de una orden, en una proporción que va del 45 por ciento en los niveles más bajos al 5 por ciento en el grupo de comandantes. Considerando estos filtros, es comprensible que la información sea tergiversada, diluida o se pierda en considerables porcentajes.
El desempeño del comandante
De acuerdo con el documento, tres cualidades definen el desempeño del comandante: el mando o autoridad que ejerce sobre sus subordinados; la autoridad, el poder legítimo para dirigir al personal y tomar decisiones; y la responsabilidad, es decir, él es responsable de los actos de sus subalternos.
Estos lineamientos se encuentran contenidos en leyes, reglamentos, directivas, circulares, decretos, órdenes, etcétera; sin embargo, éstas no pueden cubrir, ni prever todas las situaciones y circunstancias por las cuales un comandante debe decidir y adoptar la conducta más adecuada.
La falta de lineamientos escritos obliga a un comandante a recurrir a su habilidad, experiencia, sentido común y buen juicio para determinar lo correcto. Es en estas condiciones cuando ejerce su autoridad y responsabilidad correlativa, basado primordialmente en su juicio y experiencias personales.
“Don de mando” es el proceso de ejercer influencia sobre los subordinados en beneficio de la misión encomendada a la unidad, comprende: la relación personal de un individuo con un grupo de gente, la habilidad del comandante para utilizar su personalidad a fin de influir adecuadamente sobre sus subalternos en el cumplimiento de la misión, e inducir a los subordinados permitirá recibir su cooperación voluntaria, a través de la persuasión.
El “Don de mando” establece las reglas básicas que debe realizar el cuerpo de comandantes para revertir el mal estado en que se encuentran las tropas del Ejército Mexicano.
De acuerdo con el diagnóstico, la Sedena dice que, para un comandante, satisfacer las necesidades de grupo es un reto mayor, ya que no únicamente se requiere mantener la cohesión, respeto y obediencia de sus soldados, sino incrementar su autoestima; reforzar su autoridad moral, profesional y jerárquica.
Militarmente, dice, los jefes son designados por la superioridad, en función de su jerarquía y posición que ocupan; sin embargo, el jefe no se gana la confianza y entrega de su personal, sino hasta que obtiene el respeto y admiración de su unidad, al satisfacer sus necesidades y lograr el apoyo de sus valores de grupo.
“Las tropas mantendrán la confianza en sus jefes, siempre y cuando sean satisfechas sus necesidades y esperanzas de grupo; ya que cuando esa confianza se pierde, cada miembro buscará sus satisfacciones individualmente”, sentencia el alto mando de la Sedena.
Deserción total
Pero al parecer esa confianza se perdió, y tampoco fueron resueltas las necesidades de la tropa, ya que en 13 años, de 1993 a 2006, durante los sexenios de los expresidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox, desertaron del Ejército un total de 217 mil 494 soldados, de acuerdo con la respuesta a la solicitud de información pública 0000700033706.
Del total de deserciones, 150 mil soldados abandonaron la institución armada en el periodo de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, entre 2000 y 2008. Tan sólo en este último año desertaron 18 mil elementos del Ejército, de acuerdo con un reporte de El Universal.
Para el general Badillo, las deserciones tienen su causa en los bajos salarios, falta de profesionalismo y de convicciones militares, lo cual “es normal. El presidente sólo aumentó a la tropa pero no a los oficiales. El 1.5 por ciento de aumento de Vicente Fox fue una burla. El 80 por ciento de los desertores se fueron entre tres y seis años, eso es normal, considera.
José Luis Piñeyro dice que el desgaste material y moral que ha sufrido el Ejército en particular y en general las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico y el crimen organizado no sólo se manifiesta en las deserciones, básicamente de tropa y mandos medios, sino en la corrupción con el narcotráfico, la desmoralización y bajos salarios, así como la exposición a condiciones de alto riesgo.
Hay una crisis general por el alto índice de deserciones. Se anunció que 5 mil 500 cadetes de las diferentes escuelas militares están participando en el ejercicio del Triángulo Dorado, lo cual ha sido justificado no como una falta de tropas, sino de adiestramiento de oficiales.
La deserción es equivalente a todo el Ejército Mexicano, la institución está totalmente indefensa. Se trata de gente con nulo conocimiento del terreno y de cuestiones táctico operativas, expresa Garduño.
“Don de mando”
El propósito del curso es proporcionarle al jefe y futuro comandante de unidad una referencia para el estudio del comportamiento individual y de grupo, así como de los principios y técnicas del “Don de mando” aplicado. No existe ninguna solución estándar para convertirse en un buen comandante y ninguna se proporcionará a lo largo del curso.
El “Don de mando” es intangible, difícil de describir, sin embargo, si se comprenden y aplican adecuadamente los principios y normas el comandante comprenderá lo que motiva a sus subalternos, y desarrollará un marco personal de referencia para su aplicación.
Aun cuando el estudio y análisis de buenos comandantes es de suma utilidad y beneficio y puede proporcionar información para ayudar a la formación de un estilo individual de “Don de mando”, cada comandante debe comprender que no puede adoptar completamente el estilo, método o actitud de otra persona y obtener como resultado ser totalmente efectivo.
Se han realizado una serie de estudios a fin de determinar el tipo de “Don de mando” que se requiere en la actualidad. Estos apuntes son el resultado del examen crítico de las condiciones, técnicas y principios del “Don de mando” aplicados durante mucho tiempo en diferentes organismos y elementos, para determinar los que tienen validez en la actualidad.
El comportamiento del “Don de mando” debe ser, por lo tanto, flexible en la técnica y personal en su aplicación para motivar al subalterno, promover y mantener un alto grado de disciplina y efectividad, desarrollar una unidad con un alto espíritu de cuerpo y de combate. (JR)
Tendencia mundial, reclutar mercenarios: Garduño
La cultura castrense establece una distinción muy marcada entre los militares de carrera y los reclutados de manera circunstancial, factores que dependen de las escuelas militares como la Naval, el Colegio Militar, de donde salen como oficiales, algunos pasan a la Escuela Superior de Guerra, del Estado Mayor, equivalente a una maestría, y más adelante para los mandos, al Colegio de la Defensa Nacional, señala Guillermo Garduño Valero, doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en América Latina por la Universidad de Pittsburgh.
Experto en seguridad nacional y fuerzas armadas, Garduño dice que la actividad profesional ha quedado desfasada hace mucho porque las viejas instituciones se rezagaron de las nuevas condiciones. Particularmente en la década de 1980 obligaron a retrasar tres años el ingreso, por lo que la demanda de militares con especialidad disminuyó considerablemente. Antes era extremadamente difícil el ingreso al Colegio Militar y escuelas superiores, hoy sólo acepta a un menor número.
No hay vocación de por vida en el ámbito militar, hay enormes dificultades no sólo para captar a nuevos elementos, sino incluso para mantenerlos y que no deserten, es muy visible sobre todo en la Marina, y en la escuela de Zapopan, donde los pilotos aviadores podrían dedicarse a actividades más rentables, pero están obligados a permanecer en las fuerzas armadas.
Este panorama afecta a las fuerzas armadas no sólo en México, sino en el mundo; está ocurriendo con Estados Unidos en la guerra de Irak, están reclutando mercenarios, y en Afganistán, los frentes de mayor riesgo; lo cual habla de la crisis profunda que tiene la institución militar.
La autocrítica debería plantearse en los distintos niveles de la cadena de mando del Ejército, pero no hay forma de intervenir, hay una enorme desventaja frente a la oferta de Los Zetas. Estamos frente a un cambio civilizatorio que reclama un patrón social que en este momento no conocemos. (JR)
Reconstrucción de las fuerzas armadas: Piñeyro
José Luis Piñeyro, especialista en fuerzas armadas, dice que el Ejército pasa por un proceso de reconstrucción necesario en el que se tiene que poner el acento en el tipo de personal militar que recibe adiestramiento especial como fuerzas especiales, porque algunos se han pasado al crimen organizado y el narcotráfico, y fungen como instructores civiles para acciones de alto riesgo.
Advierte que Felipe Calderón está utilizando el último recurso que todo Estado tiene frente a una situación de crisis: las fuerzas armadas, las cuales no pueden contra el crimen organizado; se les expone a la corrupción; se está impactando la moral de guerra que cualquier cuerpo armado debe tener.
“Se está apostando en general, y hablo de los generales, a la fortaleza de los medios materiales como armamento, tecnología de comunicación, salarios altos a partir de cierto nivel, pero las guerras no se ganan sólo con eso, sino también con elementos morales. México ni ningún país pueden competir con salarios del narcotráfico y el crimen organizado. Un soldado debe estar ahí porque tiene el compromiso y una moral de guerra”. (JR)
El Ejército no está en crisis: general Badillo
El general Roberto Badillo Martínez niega que el Ejército esté en crisis; “quienes están en crisis son las policías que le hacen mucho daño al Ejército, el cual hace poco se deshizo de una gavilla de maleantes en Zacatecas. Con la policía, jueces que se venden, eso no hubiera ocurrido.
“Es inconcebible que se piense que la lucha contra el narcotráfico se va a ganar con esas contras, como yo les llamo a las policías; es increíble que haya 450 mil policías en el país y que el 50 por ciento de ellos no sea confiable, cuando las fuerzas armadas están luchando solas. Por eso propuse la guardia nacional. No hay otra solución para el crimen organizado, el narcotráfico y la seguridad pública”.
El legislador del Partido Revolucionario Institucional considera que las fuerzas armadas no pueden ser cooptadas ni vulneradas como las demás fuerzas policiacas, porque “en el Ejército al corrupto lo castigamos y lo hemos demostrado. Las fuerzas armadas se autorregeneran y no permiten que se generalice la corrupción, como en las corporaciones policiacas”.
El general Badillo señala que la Sedena cuenta con 180 mil soldados, y tiene un presupuesto de 46 mil millones de pesos, mientras que la Secretaría de Seguridad Pública, con 24 mil elementos, tiene 24 mil millones de pesos.
“¿Cuánto le destina el Estado a un soldado y cuánto a un policía? El soldado al que le destina mucho menos de la mitad que a un policía da el 90 por ciento de resultados en el combate al narcotráfico y el crimen organizado. Las policías dan el 10 por ciento”.
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