En estos días ha sido posible observar cómo uno de los resultados del narcotráfico y también de la propia estrategia antinarcóticos seguida por el gobierno mexicano tiene un impacto dañino en la sicología de la población, cuyas dimensiones aún son difíciles de estimar.
Los habitantes de Reynosa y la llamada frontera chica con Texas están sumidos en una ola de rumor, confusión, miedo y verdades a medias. Las autoridades evitan informar de sus operaciones, el narcotráfico ordena a los periodistas locales no informar nada que les sea perjudicial y los medios guardan silencio.
Por lo tanto, los ciudadanos se están informando los unos a los otros, con la consecuencia natural de intercambiar información imprecisa, no corroborada y parcial. Sin embargo, los habitantes de la región acuden a otros para obtener el mínimo de información posible para saber si el camino a casa, al trabajo o a la escuela está seguro.
A través de llamadas, mensajes de texto, comunicaciones en Facebook y Twitter, las personas intercambian información sobre los enfrentamientos armados que reportan por doquier: soldados contra narcos, narcos contra narcos, retenes de policías y soldados, retenes de narcos, cadáveres tirados en la calle, recintos universitarios tomados, controles carreteros, convoyes armados, helicópteros militares que hacen sobrevuelos rasos.
La versión más fuerte que la gente ha estado distribuyendo en estas redes de internet es que las fuerzas federales han detenido a Miguel Treviño, alias el Z-40, uno de los jefes regionales más importantes de La Compañía, el nombre eufemístico que han adoptado Los Zetas, el grupo de exmilitares y policías que controla la zona. La detención, en caso de tener algo de verdad, es relevante. Treviño está considerado responsable de la “plaza” de Nuevo Laredo y ha sido acusado en una corte federal de Estados Unidos de conspiración para el tráfico de drogas en gran escala.
La prensa local está atemorizada. Algunos reporteros aseguran que miembros del cártel del Golfo les han ordenado no publicar nada de lo que está ocurriendo. Lo único que la delincuencia organizada les ha permitido consignar es la aparición de mantas desplegadas en las calles de Reynosa con la firma del CDG, las iniciales del cártel del Golfo. En ellas está escrita una leyenda irónica: “Reynosa es una ciudad segura. No pasa nada, ni pasará nada, sigan con su vida normal. Nosotros somos parte de Tamaulipas y no nos metemos con los ciudadanos civiles”.
Para los ciudadanos, sin embargo, todo está pasando. Las versiones que la gente se transmite incluyen el supuesto viaje de sicarios de Michoacán en dirección a Reynosa y el enfrentamiento inminente de más grandes dimensiones que haya ocurrido en esta región de la frontera entre México y Estados Unidos.
En estas circunstancias y ante la percepción de que el gobierno no les informa nada y les oculta casi todo, la gente está tomando decisiones: los planteles de la Universidad de Tamaulipas en Reynosa cerraron sus puertas por dos días; los padres de familia apenas dejan un par de horas a sus hijos en las escuelas; la gente reporta enfrentamientos en La Cañada, en Los Arcos, en el plantel Aztlán de la Universidad de Tamaulipas.
Algunas versiones relatan el paso de convoyes de camionetas blancas, fantasmales, que atraviesan Reynosa a toda velocidad; otras mencionan caravanas de vehículos que vienen desde Monterrey con supuestos refuerzos para Los Zetas que están enfrentando a las fuerzas de seguridad. Donde quiera que alguien suba algo de información a la red y mencione un dato sobre la violencia que se abate sobre Reynosa, los ciudadanos comienzan a pedir más información e intercambiar datos.
Pocas cosas, sin embargo, pueden ser corroboradas. En realidad, ante la paralización de los medios en la región, los únicos capaces de informar lo que está sucediendo son las propias policías, pero sólo lo hacen a cuenta gotas.
El gobierno federal está informando de manera selectiva sólo algunas operaciones. La Armada, por ejemplo, omitió informar que, el 18 de febrero, un helicóptero militar tuvo un enfrentamiento con narcotraficantes en las instalaciones de Petróleos Mexicanos, en El Triunfo, y confiscó 4.5 toneladas de marihuana. Los narcotraficantes atacaron a tiros al helicóptero y algunos lograron escapar, informó la Procuraduría General de la República cinco días después de ocurrido el hecho. Según la versión popular que se propagó desde el primer momento, el enfrentamiento arrojó un saldo de muertos y heridos en ambos bandos.
Es evidente que, por alguna razón oscura, el gobierno está reteniendo información. Los criminales, de por sí, sólo autorizan la publicación de versiones convenientes a la delincuencia organizada. Ambas políticas de desinformación contribuyen de alguna manera al ambiente de zozobra y rumor que aqueja a la frontera.
Las agencias de Estados Unidos, un tanto más abiertas, están en plena movilización y no lo ocultan. Los jefes de policía de los condados de Hidalgo y Starr, por ejemplo, mantienen en estado de alerta a sus escuadrones de armas especiales. La Oficina Federal de Investigaciones difundió una alerta entre las agencias locales de policía pidiéndoles estar preparados, debido a la posibilidad de enfrentamientos en masa del lado mexicano de la frontera.
Para el Departamento de Estado, que encabeza Hillary Clinton, el lado mexicano de la frontera es inseguro. Hace unos días renovó su alerta hacia México e incluyó a Reynosa entre las ciudades donde están ocurriendo enfrentamiento entre las fuerzas armadas y bandas del narcotráfico, al estilo del combate entre pequeñas unidades militares.
Los enfrentamientos sorpresivos a la luz del día y en calles transitadas han sido una constante en los últimos meses en Reynosa y no hay nada que impida pensar en que la ola de enfrentamientos que la gente se cuenta de voz en voz pueda tener algo de verdad. A final de cuentas, las bajas colaterales que ocurren en enfrentamientos a diestra y siniestra son personas que les ha tocado el infortunio de estar ahí, en ese momento.
Hace unos días, un joven estudiante de criminología cayó herido de muerte por el fuego cruzado entre una unidad de soldados y supuestos narcotraficantes en pleno centro de Matamoros. El estudiante esperaba tomar una unidad de transporte colectivo cuando ocurrió el intercambio de disparos. Otro transeúnte de 18 años fue herido de bala en la pierna y un residente de Brownsville, en la espalda, cuando circulaban por el lugar del enfrentamiento.
Los habitantes de la ciudad están comenzando a pensar en las balaceras como si fueran un asunto cotidiano, que hay que tomar en consideración para decidir qué camino conviene tomar al trabajo o la escuela.
Algunos incidentes ocurridos en Reynosa indican que las unidades militares mexicanas no siempre exhiben la posesión de buena inteligencia táctica en el momento del combate urbano. Los integrantes de las organizaciones criminales aprovechan esa debilidad y movilizan a sus fuerzas para levantar barricadas, bloquear calles, llamar refuerzos, utilizar a los transeúntes como escudo y multiplicar al máximo las bajas militares. El resultado suele ser fatal para los ciudadanos y para los propios militares.
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