La Reserva Federal de Estados Unidos ya se había declarado incompetente para controlar el devenir económico regional y mundial. Ahora también debe reconocer que no pudo contener la crisis de algunos países europeos y se apresta a enfrentar una crisis de toda la región que terminará por golpear a América
Antes del inicio de la crisis económica a principios de 2007, el Sistema de Reserva Federal estadunidense (FED, por sus siglas en inglés) había perdido la fe en el control de la economía y ahora le ocurre igual a la moneda de la eurozona.
Un artículo de ABC plantea que buena parte de los ciudadanos de la eurozona están incrédulos en el euro, el ambicioso proyecto monetario que nació hace ahora más de una década y cuya historia siempre se había calificado como “exitosa”.
“El rescate de Irlanda y la mala situación de Portugal y España han dado más fuerza que nunca a estas voces críticas con la moneda en países que, como Alemania, Países Bajos o Austria, no están sufriendo tanto la crisis como los mediterráneos y que ven cómo los problemas de Portugal, Italia, Grecia y España (PIGS, por sus siglas en inglés) pueden lastrar su crecimiento futuro, afirma. PIGS (cerdos en inglés) es una forma peyorativa creada por medios financieros anglosajones para referirse a países del Sur de la Unión Europea con fragilidad en el crecimiento económico y dificultades en cuestiones de déficit de la balanza de pagos.
Altos funcionarios de la zona euro minimizaron cualquier riesgo de un quiebre en el bloque monetario después que los mercados financieros, en pánico por la crisis fiscal irlandesa, llevaran a récords máximos los costos de endeudamiento para España y Portugal, informó a principios de diciembre la prensa británica.
En mayo de 2010, www.bolpress.com reportaba que, luego de los ajustes estructurales llevados a cabo en Grecia, España y Portugal, el euro cayó a su nivel más bajo en los últimos cuatro años, por debajo de 1.24 dólares, con el consiguiente impacto en las bolsas europeas y en beneficio del dólar y el bono alemán.
Esa fuente explicaba que los inversionistas están optando por salvaguardarse ante un posible recrudecimiento de la crisis. Con base en la lógica del capitalismo, buscan refugio en fórmulas que les den mayor seguridad, como es el bono alemán, el dólar o el oro.
Con las reformas estructurales o el establecimiento del neoliberalismo, se proponen eliminar las conquistas de los trabajadores europeos o el denominado Estado de Bienestar, como ya ocurre con el american way of life estadunidense.
Pero la disminución del gasto público y la seguridad social, el desempleo galopante, alcanzar mayor competitividad y productividad a costa del empeoramiento de las condiciones laborales y el aumento de los impuestos crean condiciones de inestabilidad social.
A esas prácticas se suma la asociación de la Unión Europea a la política estadunidense de dominio mundial y la expansión hacia el Este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Pese a las declaraciones tranquilizadoras de algunos funcionarios, el expresidente de la FED, Paul Volcker, mostró preocupación por una posible ruptura de la eurozona.
Según recuerda www.bolpress.com, apenas tres días después de rechazar el Banco Central Europeo la posibilidad de emplear la llamada “opción nuclear” (o compra de valores de deuda pública y privada, incluyendo los denominados “chatarra” o “tóxicos”), dio un giro asombroso y la incluyó en el paquete excepcional de medidas.
Esa opción involucra la compra de bonos del gobierno en el mercado secundario, y aunque el Tratado de Maastrich prohíbe la adquisición primaria de bonos directamente a los tesoros de cada país, da en cambio espacio para negociar indirectamente valores que ya están en el mercado.
La compra de bonos puede retrasar e incluso revertir el aumento en las primas pagadas por los países más débiles sobre su deuda y frenan la creciente tendencia a asegurar esa deuda en contra de un cese de pagos o default.
El paquete acordado de préstamos, garantías, canjes y compras de bonos es de 750 mil millones de euros o 1 billón de dólares, de los que el Fondo Monetario Internacional aportará 318 mil millones y no incluye el ya aprobado plan de ayuda a Grecia, de 110 mil millones de euros.
En ese escenario, la FED aprovechó para emitir más dólares con el pretexto de abrir un programa para evitar la extensión de la crisis en Europa.
Aseguró que la crisis aumentó la demanda de dólares y debilitó el valor del euro y la medida respondía a la reaparición de tensión en los mercados de financiación a corto plazo y prevenía su extensión a otros centros.
El estado financiero de la FED creció exponencialmente a 2.3 billones de dólares, más del doble de donde se ubicaba antes de la crisis, cuando trataba de disminuir esa cantidad sin precedentes de dinero al inyectarla en la economía.
Otros bancos centrales, incluyendo el de Canadá, Reino Unido, Suiza, Japón y el europeo, también se involucraron en la medida y hay acuerdos autorizados hasta enero.
El fondo fue utilizado para tratar de salvar a Grecia y ahora se negocia aplicarlo en Irlanda, aunque se plantea que ese paquete no alcanzará para salvarla, así como tampoco a Portugal y España si fuera necesario.
La FED, que en mayo se disponía a retirar estímulos de su primer plan de expansión cuantitativa o QE1, en agosto declaró que lanzaría otra masiva emisión monetaria (900 mil millones), efecto dólar que desató una guerra cambiaria.
Ya desde inicios de 2007, la FED había reconocido su pérdida de fe en el control de la economía, reduciendo los tipos de interés interbancarios de referencia.
Ahora aplica inflación, iniciando un tortuoso camino hacia la estanflación (primero, estancamiento económico con inflación, y luego, contracción con deflación, encaminándose hacia la contracción más inflación).
Los economistas se preocuparon porque lo hizo de manera “agresiva” y menos pronosticada, es decir con un bajón de medio punto y no de un cuarto.
Los tipos de interés quedaron en 4.75 por ciento luego del 5.25 por ciento en que los mantuvo durante un año y posteriormente continuó flexibilizando su política monetaria hasta dejar los tipos entre 0.25 y cero por ciento actuales.
Horas antes de aquella maniobra, el gurú de las finanzas y expresidente de la FED, Alan Greespan, declaró que la inflación será cada vez más difícil de contener.
Según su opinión, los encarecimientos de las importaciones chinas y las subidas de tipos de interés a largo plazo sugieren que el cambio está más cerca que lejos.
Afirmó que el Comité Federal de Política Monetaria de la FED puede contener la inflación entre el 1 y 2 por ciento, pero eso supondría elevar los tipos de interés por encima del 10 por ciento, un nivel desconocido desde hace 20 años.
Agregó que si la FED adopta una política flexible, la inflación podría crecer desde un poco más del 2 por ciento hasta una media de entre el 4 y el 5 por ciento hasta 2030.
Para Greespan, el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años crecerá, al menos, 8 por ciento, con el potencial de irse “significativamente por encima en breves periodos” (algo que se decía antes del inicio de la crisis de 2007).
Pero en estos momentos, la FED se propone mantener la inflación en su meta (entre 1 y 2 por ciento), con las tasas en el nivel actual y bajar las de largo plazo de la deuda del Tesoro, con la nueva emisión (QE2), por lo que algunos dicen que Bernanke no sabe economía.
A ello se suman los pronósticos sobre la elevación de los precios del petróleo, que superaron los 80 dólares por barril y pudieran superar los 100 dólares.
La última previsión es que alcancen los 85 dólares para finales de año con picos de, incluso, 90 dólares, así como los del resto de las materias primas básicas, incluyendo los alimentos.
Si desde principios de 2010, la Unión Europea no pudo superar las contradicciones, mucho menos parece posible que lo pueda hacer ahora.
Al mismo tiempo, muchos se preguntan quién salvará los irracionales déficits de Estados Unidos y el resto del G7 cuando sus “privilegios monetarios especiales” sean impracticables y acaben por desaparecer.
Los planes de rescate podrían fracasar y, de cualquier forma, tener consecuencias devastadoras, arrastrando a las economías a una depresión más profunda en momentos en que, contenidas por el desempleo, las crisis del crédito y del sector inmobiliario, ya comienzan a trasladarse a los consumidores las presiones inflacionarias.
Se hace evidente que las medidas adoptadas desbordan de liquidez los ya inundados mercados y elevarán indeseada y descontroladamente las tasas de interés, confirmando la contracflación en las grandes naciones capitalistas.
El crecimiento de China y otras naciones emergentes, sus altas tasa de interés y valorización de las monedas, contrasta con las bajas tasas de interés en los países desarrollados, la desvalorización del dólar y la especulación en los mercados.
Ese conjunto presiona de forma peligrosa al alza de los precios de la energía, materias primas, bienes raíces y activos, inflando nuevas burbujas en peligro de estallar.
Desde antes del inicio, este súper crack sistémico progresivo de las economías desarrolladas fue alertado, primero con el estallido de la burbuja inmobiliaria, la crisis del crédito, le siguió la del default –todas, profundizándose–, y ahora se suma el inicio de la inflación.
¿Qué vendrá después, con un dólar derrumbándose, un euro en peligro y las economías fuera de control?
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