El Servicio de Investigación del Congreso de los Estados Unidos acaba de publicar un estudio sobre los «contratistas armados» del Pentágono. El estudio muestra que la cantidad de mercenarios presentes en Irak se redujo a la mitad, tendencia que corresponde al desplazamiento de las tropas estadounidenses fuera de Irak y hacia otros Estados del Medio Oriente. Sin embargo, el número de dichos contratistas se multiplicó por 5 en sólo 2 años.
En realidad se trata de dos fenómenos diferentes. Los «contratistas armados» presentes en Irak son mercenarios extranjeros. Fueron contratados en la época de Rumsfeld partiendo del principio que, en un mundo capitalista, hay que privatizar hasta los ejércitos. El objetivo era, en aquel momento, reducir los costos de las expediciones coloniales recurriendo para ello a la competencia entre los proveedores de un servicio. Esa política ha quedado atrás, principalmente porque los militares se opusieron a la destrucción de su propio estatus. En Afganistán, por el contrario, los «contratistas armados» son afganos a los que no se ha podido integrar a fuerzas nacionales y que el Pentágono alquila a los señores de la guerra. Se trata, en ese caso, de un fracaso en materia de construcción del Estado, fracaso que se disfraza temporalmente con una aparente domesticación de los señores de la guerra.
Según el estudio del Congreso estadounidense, el empleo de mercenarios ha perturbado profundamente las operaciones de contrainsurgencia y las ha hecho fracasar. El Servicio de Investigación del Congreso aconseja por lo tanto que se limite el uso de mercenarios a las tareas que habitualmente se dejan en manos de las empresas de custodia y de transporte de fondos en los Estados desarrollados.
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The Department of Defense’s Use of Private Security Contractors in Afghanistan and Iraq : Background, Analysis, and Options for Congress, por Moshe Schwartz, Congressional Research Service, 26p., 2011 (300 Ko).
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