No cabe duda que el proceso electoral mexicano es pobre en toda su expresión. Es claro reflejo de un país en pobreza no sólo económica, sino también cultural, política, escolar e institucional.
Las propuestas de los candidatos también son pobres y resultan, en algunos casos, más de lo mismo; y en otros, un retroceso más que un avance para superar los grandes problemas del país. Esta situación esta permeada por una disputa tenebrosa del poder por parte de los partidos, que sin duda todos obedecen a oscuros intereses.
En los dos últimos procesos electorales la guerra sucia ha sido el factor clave para denigrar a los candidatos. Los propios candidatos se olvidan que lo que quieren hacer es gobernar un país. Y lo único que hacen es desgastar a las instituciones (no confundirlas con las organizaciones) que se han ido empobreciendo, ya que su creación no garantiza contar con un marco normativo que controle a una sociedad que va en decadencia.
A dos meses de iniciadas las campañas, lo único que está presente son descalificaciones como el no cumplimiento de compromisos, la política populista, estar soportado por personajes truculentos o la falta de resultados del gobierno actual. Como ha sucedido en procesos anteriores, existe un candidato puntero, dos personajes que se disputan el segundo y tercer lugar y un cuarto que parece no tener una oportunidad real de ser presidente.
En 2006 fue un esquema parecido. Lo único que cambia en este 2012 es el candidato puntero, que se constituye en el blanco de toda la guerra sucia instrumentada desde los partidos rivales. Hoy se insiste en esta guerra sucia con la diferencia que no tiene el mismo impacto, lo cual se muestra en las encuestas que son practicadas por varias empresas. Al contrario, parece ser que cada ataque contra el supuesto puntero lo hace ganar puntos en las “encuestas”.
Como cualquier tipo de medición, las encuestas pueden ser manipuladas. Hace algunos años, cuando trabajaba como coordinador de asesores de una fracción parlamentaria ya desaparecida, tuve la experiencia de tratar con el doctor Pedro Aspe, en ese entonces secretario de Hacienda y Crédito Público. Uno de sus planteamientos era lo referente al “mito genial de las cifras”. Su argumento era que las cifras eran perfectamente utilizadas por el que las hacía y estaban encaminadas para mostrar diversos escenarios, dependiendo de la finalidad que se persiguiese con ellas.
Las encuestas, en cualquier parte del mundo, son una referencia y de alguna manera funcionan y tienen un impacto sicológico en las personas: darse como vencedores o sentirse vencidos antes de tiempo. En el primer caso, se adquiere fortaleza, y en el segundo, empieza a provocar angustias que los llevan a adoptar cualquier acción con tal de conquistar adeptos.
Otro factor importante que debería de ser fundamental en un proceso electoral es el debate, si realmente se contrastaran verdaderas propuestas que permitieran atender los diferentes problemas económicos, políticos y sociales del país. Sin embargo, el acaecido el 6 de mayo, lo único que dejó fueron ataques sin ton ni son y defensas a ultranza y, resulta simplista y trillado decirlo, pero la noche se la llevó la edecán que contrató la producción. Cada candidato tomó el papel que le corresponde: el puntero defendiendo su posición, el populista buscando pleito, la autodenominada Jefa insistiendo en los incumplimientos del puntero y el cuarto, viendo cosas más interesantes y deslindándose de los políticos.
Cómo no les ha funcionado nada para abatir al puntero, pues ahora tratan de aprovechar cualquier situación que se presente. El último caso es la protesta y el trato que le dieron los estudiantes de la Ibero. Lo interesante es que surge un movimiento que no tiene líderes y que realmente se manifiestan, con todo su derecho, porque consideran que la democracia ha fallado y que los beneficios de los medios de comunicación se centran en el puntero. ¿Pero qué les extraña? Sin justificarlo, siempre ha sido así y no hemos hecho nada por evitarlo. En lo que se equivocan es que se manifiesta como una lucha específica de un proceso electoral que el 1 de julio acabará.
Si quisieran que cambiara, los jóvenes deberían constituir un movimiento permanente con líderes definidos y con objetivos claros que nos conduzcan a tener un México democrático y no estancado en una transición a la democracia. Pero la verdad es que da pena ajena que los estudiantes con una inconformidad muy particular exijan la democratización de los medios de comunicación, y cuando estos medios los invitan a participar simplemente no pueden o quieren imponer sus condiciones. Los estudiantes se sintieron discriminados y ofendidos por un video que dio a conocer el puntero, pero también ellos descalificaron e insultaron a un candidato y eso en ningún país es democracia.
Aprovechando este marco estudiantil, el populista aprovechó para realizar una marcha a su favor tomando como base esta inconformidad y en ese momento el movimiento pierde su legitimidad y queda como un objeto utilizable. Además que se utiliza la protesta para difundir un spot en contra del puntero.
Volvemos a checar las encuestas y curiosamente el puntero sube y el populista y la Jefa se comparten las preferencias electorales del segundo y tercer lugar, sin acercarse realmente al puntero. El secreto está en que el equipo de trabajo del puntero está trabajando para consolidar el voto duro y el voto útil y los otros dos trabajan para ver qué les dejan.
Aprovecho para aclarar que mi preferencia electoral, hasta antes del debate, era por el que ahora llamo el populista. Sin embargo, no puedo decidirme por votar por un pica pleitos. Lo complicado de mi caso es que yo sí me considero de izquierda y jamás votaría por el puntero y menos por un partido de derecha. El primero porque representa un viejo sistema que no funcionó; y la segunda, porque representa a un gobierno que tampoco ha cumplido. Aún cuando digan lo contrario, los tres han estado en partidos en donde la corrupción ha estado presente. Y del cuarto, puedo decir que se ubica en una buena posición.
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