Ante la reciente reelección del “demócrata” Barack Obama, el sociólogo estadounidense James Petras hace un balance de su primer mandato, subraya el efecto netamente desmovilizador que ha tenido sobre los movimientos sociales y las fuerzas progresistas en Estados Unidos y augura “una agenda social aún más regresiva y reaccionaria” en el futuro inmediato de los estadounidenses.
Consecuencias políticas de la presidencia de Obama:
pasado, presente y futuro
La presidencia de Obama y el periodo previo de su pasada y presente campaña electoral han tenido un impacto devastador en movimientos sociales y populares, comprometidos en cuestiones de paz, derechos laborales, migratorios y constitucionales, así como de regulación medioambiental.
El movimiento por la paz desapareció virtualmente cuando sus líderes instaron a sus partidarios a enfocar sus actividades en la elección de Obama. Él los recompensó aumentando el gasto militar y participando en guerras consecutivas, de manera directa o indirecta, en siete países, sembrando el caos y la destrucción. Se enfrentó a una mínima oposición ya que muchos ex-activistas por la paz, consternados, se alejaron o se aferraron a un puesto y se disculparon por la guerra. En 2012, los líderes partidarios -menos pacifistas- repiten el mismo mantra para apoyar a Obama; pero no se atreven a repetir la última mentira (en el nombre de la “paz) sino que proclaman “la derrota de Romney”.
El movimiento por los derechos de los inmigrantes previo a la elección de Obama en 2008 movilizaba a varios millones de personas...hasta que fue infiltrado y tomado por politiqueros méxico-estadounidenses del partido Demócrata que lo convirtieron en una máquina electoral para asegurarse su propia elección y la de Obama. Éste recompensó a los inmigrantes estableciendo un récord: deteniendo, encarcelando y expulsando a un millón y medio de inmigrantes durante su mandato.
El masivo movimiento por los derechos de los inmigrantes ha sido en gran parte desmantelado, y ahora políticos estafadores del partido Demócrata solicitan el voto de los desilusionados votantes inmigrantes.
Los afroamericanos fueron los más olvidados dentro de la clase trabajadora estadounidense durante el mandato de Obama. Experimentaron los niveles más altos de desempleo, de ejecuciones hipotecarias y los periodos más largos sin encontrar trabajo. Se volvieron políticamente invisibles ya que Obama se inclinó a buscar maneras de apaciguar a los rabiosos racistas blancos que buscaban etiquetarlo como un “presidente negro”. Líderes afroamericanos -políticos y religiosos- y celebridades de los medios de comunicación hicieron todo lo posible para bloquear cualquier oposición popular, reivindicando que sólo “reforzaría a los racistas” –ignoraban así el apoyo y rescate de Obama a la blanca Wall Street mientras le daba la espalda a millones de hogares afroamericanos bajo el agua. Sin un movimiento o liderazgo, temerosos del problema (racismo económico) y la solución (cuatro años más de invisibilidad con Obama) la mayoría de trabajadores afroamericanos están destinados a la abstención o a taparse la nariz y votar a “Oreo” Obama.
El movimiento Occupy Wall Street, precisamente porque era independiente del Partido Demócrata y cansado de la total subordinación de Obama a Wall Street, dio voz temporalmente a la vasta mayoría de la población que se opone a los dos partidos. Los funcionarios locales y estatales del partido Demócrata aplaudieron “la causa” y luego reprimieron el movimiento.
Un movimiento espontáneo sin dirección política, que a falta de un liderazgo político alternativo, fue incapaz de enfrentar el régimen de Obama: el movimiento declinó y se desintegró, siendo muchos de sus simpatizantes absorbidos por la campaña del “mal menor” de Obama. La animadversión de las masas populares hacia Wall Street fue calmada con la alegación de Obama de haber salvado “la economía” de la catástrofe con la canalización de 4’5 billones de dólares a los bolsillos de los banqueros.
Los derechos constitucionales fueron atacados salvajemente por la defensa de Obama en juicios militares, las torturas de la era Bush, la extensión del poder de arbitraje ejecutivo incluyendo poder presidencial para asesinar a ciudadanos estadounidenses sin un juicio previo.
Mientras algunas organizaciones legales libraban un buen combate por las libertades civiles, la gran mayoría de liberales brillaban por su ausencia en movimientos democráticos sostenidos que apoyen los derechos de 40 millones de estadounidenses bajo vigilancia policial, especialmente ciudadanos musulmanes e inmigrantes. Ellos escogieron no avergonzar al Presidente Demócrata: sobrepusieron la relección de un estado policial Demócrata por encima de su supuesta defensa de los derechos constitucionales. Nada de manifestaciones masivas por las libertades civiles; nada de protestas contra la política de Seguridad Nacional; nada de grandes movimientos por la libertad de expresión contra la abolición del derecho a criticar a Israel.
Durante décadas, la confederación de sindicatos y los movimientos de personas mayores defendieron la Seguridad Social, Medicare y Medicaid. Con Obama en el cargo, declarando y preparando abiertamente mayores reducciones y clausulas regresivas en la cobertura (aumentando la edad requerida) y la indización, no ha habido un movimiento de protesta significativo. Estos programas que casi durante un siglo (seguridad social) o medio (Medicare, Medicaid) se han considerado intocables están ahora, según Obama, “en la mesa” para ser despiezados (“reformados”, “ajustados”). Los millonarios jefes sindicales han empleado a un pequeño ejército de trabajadores para hacer campaña y recaudar 150 millones de dólares para re-elegir a un Presidente que promete hacer grandes recortes en los programas de sanidad para los pensionistas y los pobres. Obama ha legitimado las posiciones regresivas socialmente de la extrema derecha mientras que el Partido Demócrata ha neutralizado cualquier oposición sindical o movilización.
Por último pero no menos importante, el régimen de Obama ha cooptado críticos progresistas liberales y sociales de manera encubierta. En nombre de “oponer a Romney” expertos progresistas como Chomsky y Ellsberg, han acabado aliados con multimillonarios de Wall Street y Silicon Valley, militaristas del Pentágono, partidarios de la Seguridad Nacional e ideólogos sionistas (Dennis Ross) para elegir a Obama. Por supuesto, el apoyo de los progresistas será aceptado –aunque apenas reconocido- pero no tendrán ninguna influencia en la futura política de Obama después de las elecciones: serán desechados como condones usados.
El futuro:
las consecuencias post-electorales
Con o sin la relección de Obama, su régimen y sus políticas han preparado el terreno para una agenda social aún más regresiva y reaccionaria: los niveles de vida incluyendo la sanidad, el bienestar y la seguridad social se reducirán drásticamente. Los afroamericanos permanecerán invisibles excepto para la policía y el racista sistema judicial. Los inmigrantes serán perseguidos y expulsados de sus casas y de sus trabajos: los sueños del estudiante inmigrante se convertirán en pesadillas llenas de temor e inquietud. Escuadrones de la muerte, guerras por poderes y teledirigidas se multiplicarán para apoyar a un imperio en bancarrota. Innumerables e hipócritas progresistas cambiarán de rumbo y criticarán al presidente que han elegido; o si fuera Romney atacarán los mismos vicios que pasaron por alto durante la campaña electoral de Obama: más recortes en gasto público; el cambio climático provocará un mayor deterioro en la vida diaria y la infraestructura básica; más inundaciones, incendios, plagas y apagones. Los neoyorquinos van a aprender a depurar el agua del wáter; quizá tengan que beberla y bañarse en ella.
Traducido para Rebelión por Carmen López
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