por José Suarez Danós
26-07-13
La corrupción política existente en el Perú hace más de dos décadas impulsada por actores políticos del neoliberalismo, rebasó nuevamente la tolerancia que pudiera tener la ciudadanía.
Componendas en el Congreso entre agrupaciones políticas que aparentemente habrían contado con “luz verde” de Ollanta Humala para “repartirse” inconstitucionalmente estamentos del poder nacional, han incluido por vez primera al actual presidente, en un tema repulsivo para la población: la corrupción política.
La ciudadana ha identificado este nuevo acto de corrupción coligándolo con miembros del Ejecutivo, del Congreso, del Banco Central de Reserva, jueces del Tribunal Constitucional y de los llamados “clubes electorales peruanos” –Herbert Mujica Rojas, Perú, “Red Voltaire”, refiriéndose a “partidos políticos” (1)-.
En Suramérica éstos hechos se han incrementado en gobiernos regidos políticamente por el neoliberalismo económico, tales como Perú, Chile y Colombia.
Pero ello no debe llamar a extrañeza, toda vez que es el mismo “sistema” el que se encarga de promover la corrupción política a la que considera pilar fundamental para alcanzar sus objetivos.
Ella le permite reclutar para sus fines económicos a políticos, jueces, funcionarios, etc. con ciertas características de idoneidad (deshonestidad, servilismo, desafección con la patria, etc.), a fin que “legislen”, “impartan justicia” y “gobiernen” en su beneficio.
Es una parte del crimen organizado que se dedica a delinquir contra la soberanía de los pueblos.
Sin la corrupción política, finalmente el neoliberalismo no alcanzaría el lucro y prebendas económicas que obtiene. Es por ello que la promoción de la corrupción, es fundamento filosófico básico de su catecismo.
Los acontecimientos producidos en el Perú suscitaron que en reacción inmediata, desde el 17 último la población saliera nuevamente a las calles para mostrar su repulsa -como lo hizo con gobiernos corruptos anteriores-, y solicite en su rol de mandante, se rectifiquen esos actos inconstitucionales.
El contubernio de la “derecha política” que originó este nuevo escándalo, fue concebido para ser ejecutado en el último día de sesiones ordinarias del Congreso. Las bancadas políticas daban por descontado que su aprobación sería “irrevisable”, toda vez que los parlamentarios entraban en período vacacional luego de los hechos.
Pero no esperaban que plazas y calles de Lima, así como principales arterias de diversas ciudades del interior del Perú, súbitamente se vieran colmadas por cientos de jóvenes auto-congregados a través de las redes sociales, que airada y espontáneamente salieron a expresar sus reclamaciones.
Tampoco es de extrañar que pese al clamor generalizado y protestas de multitudes de ciudadanos, la TV nacional –aliada a la corrupción-, minimizara estos hechos con aparente “desinterés periodístico”, cual si nada sucediere.
En su reemplazo se trasmitían programas frívolos con los cuales se aliena diariamente a la ciudadanía peruana.
Sin embargo objetivas cadenas internacionales -“Russia Today”, “Telesur”, y otras más- se encargaron de informar al extranjero sobre las protestas y la desmesurada represión policial.
Las gavillas de congresistas después de consumar la inconstitucionalidad con su voto, pasaron rápidamente a la “semiclandestinidad” reuniéndose en conciliábulos para “planificar” pretextos políticos que suponían los exonerarían de sus responsabilidades individuales.
En esos conciliábulos la primera medida acordada fue expresar a coro: ¡“nosotros no fuimos”!.
La segunda, qué hacer con la opinión ciudadana totalmente adversa -para engatusarla-; qué difundir como información nacional e internacional; cómo manejar a la prensa nacional -a su servicio casi toda-; y cómo engañar a los medios internacionales.
Y la final y más importante, plantear una nueva propuesta política engañosa que permita no perder “lo alcanzado” inconstitucionalmente, cumpliendo disposiciones del “sistema”.
Ollanta Humala quien ya tenía un demagógico y definitivo Mensaje a la Nación a ser expuesto con ocasión del aniversario patrio, tuvo que tirarlo al tacho y repensar uno nuevo.
Este intentaría persuadir a la ciudadanía a fin que no lo relacione con la corrupción, marcando distancia con los autores materiales de ella; sin embargo, pesará en ese fin, el estereotipo determinado por últimos sondeos de opinión (Ipsos, Julio 2013, “Humala es mentiroso: Si/69 %”) (2).
Además deberá tener en cuenta que después de la corruptela, el auditorio se ha transformado en pueblo indignado que no se allana a oír monsergas neoliberales y ser manipulado.
Por ejemplo sonaría a mendacidad si dijera que “el Perú es el país latinoamericano campeón en crecimiento económico”, sabiendo que la población conoce de antemano que ello no ha redundado –ni redundará- en su beneficio económico pese a 22 años de neoliberalismo.
Los médicos estatales, en huelga por tercera vez en su gobierno, podrían dar perfecta fe de ello.
Sería perverso también intentar expresar que “por ingresos económicos toda la población peruana ahora ha pasado a integrar la clase media”, cuando los niños mueren con el friaje por falta de vivienda, abrigo y asistencia médica, y que los enfermos de cáncer sucumben ante éste por falta de medicación especial.
Utilizar cualquier otro embuste que los tecnócratas del “sistema” suelen rescatar de su archivo de mitos, sería hundirse más en el fangoso pozo al que se introdujo hace dos años para aliarse con la mafia política.
Humala se ha percatado que su conversión al neoliberalismo se produjo en mal momento –la agonía-. Ambos ya no tienen nada creíble que proponer a la ciudadanía.
La población sólo espera que culmine su gestión, y con ella, finalice el oscuro período en el cual se hizo de la corrupción una ideología y de la política su instrumento.
(1)http://www.voltairenet.org/article158533.html
(2)http://www.ipsos-apoyo.com.pe/La_crisis_de_la_repartija
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– suariquez@hotmail.com
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