El nuevo plan de dominación estadounidense
Por Ghaleb Kandil
En un intento tendiente a modificar el panorama que ha puesto en crisis la hegemonía unilateral de Estados Unidos, la administración de Barack Obama está a la ofensiva en todos los frentes de la confrontación internacional. Su objetivo es imponer una asociación internacional bajo la dirección de Washington.
El objetivo declarado de la ofensiva de Estados Unidos y la Unión Europea en Ucrania es socavar la influencia rusa en ese país para sustraerlo al espacio político-geográfico que dirige Moscú. Los países de Europa occidental han prestado un considerable respaldo a la oposición ucraniana y es interesante observar que Estados Unidos ha reforzado sus relaciones con Alemania, país que no disimula sus ambiciones económicas en Ucrania. Ese comportamiento ha socavado el acercamiento que se había producido entre Rusia y Alemania a raíz de la decisión de Obama de lanzar –el pasado verano– un ataque militar directo contra Siria. Desde entonces, el «Imperio americano» arrastró toda Europa a la batalla contra Rusia, a través de Ucrania.
El objetivo va más allá de Ucrania y lo que se quiere es asestar golpes a todas las zonas de influencia tradicional de Rusia. Los estrategas estadounidenses saben que si Rusia logra ganar la partida en Ucrania, logrará al mismo tiempo fortalecer su influencia en todo el este de Europa.
Washington ha anunciado también una revisión de su política en Siria. Dicha revisión se produce después del golpe asestado al prestigio de su imperio, como resultado de la decisión de Obama de renunciar a intervenir militarmente en Siria y de iniciar negociaciones con Irán sobre el programa nuclear de ese país. Esta reevaluación está dirigida a tranquilizar a los aliados y satélites de Estados Unidos haciéndoles entender que, a pesar de los graves reveses sufridos en sus planes de destrucción del Estado sirio y de contención de la influencia iraní, Washington no tiene intenciones de desvincularse del Medio Oriente, como se había creído.
Para tranquilizar a sus aliados y agentes regionales, principalmente a Arabia Saudita, los estrategas estadounidenses han actuado en 3 direcciones fundamentales:
- Mantenimiento del régimen de sanciones contra Irán, además de frenar la marcha de las negociaciones con ese país.
- Focalización sobre la protección de Israel a través de un amplio proyecto que favorece la eliminación definitiva del derecho de los refugiados palestinos al retorno mediante el reconocimiento del carácter judío del Estado de Israel. Ese proceso se completaría con la normalización de las relaciones militares y económicas entre Israel y las petromonarquías del Golfo.
- Reactivación de la opción militar en Siria a través de un gran proyecto de entrega de armas y de entrenamiento a los rebeldes y del inicio de una ofensiva desde Jordania, ofensiva tendiente a establecer una zona de seguridad para garantizar la protección de Israel.
Para enmascarar esa ofensiva general, Estados Unidos multiplica las mentiras sobre la lucha contra el terrorismo mientras que su principal herramienta en Siria son precisamente los grupos extremistas afiliados a al-Qaeda, que operan en territorio sirio bajo diferentes etiquetas.
Es evidente que en las próximas semanas se producirá una escalada en la confrontación alrededor de Ucrania, a pesar del acuerdo firmado bajo la égida de la Unión Europea. Los analistas estiman que habrá medidas e iniciativas rusas en respuesta a la escalada de Estados Unidos y con vista a imponer en el mundo un sistema de relaciones más equilibrado.
Esa posición rusa no sólo tendrá que ver con Ucrania sino que tendrá también repercusión sobre los temas de Siria e Irán, sobre todo en la medida en que Estados Unidos se obstina en llevar adelante su proyecto de escudo antimisiles, que apunta simultáneamente hacia Teherán y Moscú.
La «zona de seguridad» israelo-jordana en Siria
Cuatro factores demuestran que la alianza anti-siria entre Occidente, Turquía y Arabia Saudita, encabezada por Estados Unidos, no logrará invertir la situación militar existente en el terreno.
- El sentimiento popular ha cambiado a favor del Estado nacional, lo cual se traduce en los procesos de reconciliación que ahora se extienden de una región a otra, sobre todo en los alrededores de Damasco. Los habitantes de esas zonas están hartos de los crímenes que cometen los grupos terroristas-takfiristas y están convencidos –como la mayoría de los sirios– que el regreso del Estado es para ellos la única de volver a una vida normal.
- El hecho que Estados Unidos se vea obligado a implicar a Jordania e Israel en su plan de ofensiva contra el sur de Siria es una muestra de debilidad que tendrá graves repercusiones sobre la operación militar en preparación. La situación interna en Jordania es extremadamente frágil y puede estallar en cualquier momento si las autoridades de ese país siguen participando activa y directamente en la agresión contra Siria. Además, los intentos israelíes de instaurar en Siria una «zona de seguridad» controlada por una milicia colaboracionista va a convertirse en detonador del inicio de una resistencia popular siria contra Israel y sus agentes, quienes ya no podrán seguir escondiéndose bajo la etiqueta de una seudo oposición.
- La fuerza invasora creada en Jordania para la nueva ofensiva –independientemente del nombre que se le dé– no es más que una banda de mercenarios reclutados por las agencias de inteligencia occidentales, que tuvieron recientemente una reunión de coordinación en Washington. Sea cual sea el nivel del entrenamiento que hayan recibido esos mercenarios, no cabe duda de que no lograrán imponerse ante el Ejército Árabe Sirio y el Ejército de Defensa Nacional, cuyas motivaciones patrióticas les garantizan una superioridad moral, además de la experiencia combativa que ya poseen.
- Las mentiras de Estados Unidos y Arabia Saudita de que están ayudando a «grupos armados moderados» contradicen realidades que nadie puede negar. Los sauditas trataron, en efecto, de unir bajo una misma bandera –en la provincia de Daraa– una serie de grupos takfiristas, extremistas y terroristas que nada tienen de moderados.
La columna vertebral de la ofensiva en la región de Daraa serán el Frente al-Nusra, las Brigadas Ahrar al Cham –vinculadas ambas a al-Qaeda– y las milicias de la Hermandad Musulmana –principal componente del Frente Islámico. Si esa ofensiva lograse convertirse en algo más que una maniobra mediática, daría lugar a feroces combates cerca de la frontera con Jordania, no lejos de la línea de demarcación trazada en el Golán.
El proyecto de instauración de una «zona de seguridad» proisraelí será, indudablemente, un factor suplementario que estimulará la movilización y la combatividad del ejército y del pueblo sirios. Si finalmente llega a tener lugar, será esa la gran batalla por la defensa de la soberanía y la independencia de Siria ante Israel.
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