Ha pasado ya una semana desde que Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Ucrania se reunieran en Ginebra. Nos reunimos después de una llamada telefónica entre el presidente Putin y el presidente Obama, en la que ambos líderes manifestaron el deseo de evitar mayor deterioro de la situación en Ucrania. Nos reunimos en Ginebra con un objetivo claro: mejorar las condiciones de seguridad y encontrar soluciones políticas al conflicto que amenaza la soberanía y la unidad de Ucrania. Y allí en Ginebra, la Alta Representante de la Unión Europea, Ashton, y yo dejamos bien sentado que tanto Rusia como Ucrania tenían que demostrar más que buena fe. Tenían que tomar medidas concretas para cumplir sus compromisos.
La sencilla realidad es que no se puede resolver una crisis cuando sólo una de las partes está dispuesta a hacer lo que sea necesario para evitar un enfrentamiento. Todos los días transcurridos desde que abandonamos Ginebra — todos los días, incluso hoy, cuando Rusia envió batallones blindados hasta la frontera de Luhansk Óblast— el mundo ha sido testigo de una historia de dos países, dos países con muy distintas interpretaciones de lo que significa cumplir un acuerdo internacional.
Una semana más tarde, es evidente que sólo una de las partes, solo un país, se mantiene fiel a su palabra. Y para cualquiera que desee crear zonas grises de lo que es negro, o encontrar en los detalles maneras crudas de justificar acciones crudas, seamos realistas: el acuerdo de Ginebra no está abierto a la interpretación. No es impreciso. No es subjetivo. No es optativo. Lo que acordamos en Ginebra es igual de sencillo que específico.
Convenimos en que todas las partes se abstendrían de la violencia, la intimidación y acciones provocativas. Convenimos en que los grupos ilegales depondrían las armas y que, a cambio de la amnistía, entregarían los edificios y espacios públicos que habían ocupado. Convenimos en que, para poner en práctica estos objetivos, y esto es importante, para llevarlo a cabo, observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa tendrían acceso sin restricciones a zonas de Ucrania donde más se les necesitaban. Y convenimos en que todas las partes tratarían de crear ese acceso y de proporcionar ayuda a la OSCE con el fin de hacerlo. Convenimos en que la OSCE informaría desde el terreno si los derechos, la seguridad y la dignidad de los ciudadanos de Ucrania estaban protegidos.
Desde el primer día, el gobierno de Ucrania comenzó a cumplir con sus compromisos, desde el primer día. Desde el primer día, el primer ministro Yatsenyuk ha cumplido su palabra. Convino de inmediato en ayudar a desalojar los edificios. Suspendió la iniciativa de antiterrorismo de Ucrania durante la Pascua, optando así por reducir la intensidad de la situación, a pesar del derecho legítimo y fundamental de Ucrania a defender su propio territorio y su propio pueblo. Desde el primer día, el Gobierno de Ucrania envió a funcionarios de alto nivel a colaborar con la OSCE, de conformidad con el acuerdo, para enviarlos a regiones donde Rusia había manifestado sus preocupaciones más urgentes sobre la seguridad de las personas de habla rusa y etnia rusa. Y en el primer día, el primer ministro Yatsenyuk apareció en televisión en vivo y comprometió públicamente a su gobierno con todos los ciudadanos de Ucrania, comprometió [a su gobierno] —y estas son sus palabras— a realizar reformas constitucionales integrales que fortalezcan las competencias de las regiones. Abordó directamente las preocupaciones manifestadas por los rusos, y lo hizo en el primer día.
También hizo un llamamiento personal a los ucranianos de habla rusa, comprometiéndose —y, de nuevo, estas son sus palabras— a respaldar la condición especial del idioma ruso y la protección del mismo. Y, en consonancia, con sus compromisos de Ginebra, el primer ministro Yatsenyuk ha anunciado públicamente leyes de amnistía —una vez más, en sus propias palabras— para todos los que entreguen las armas, abandonen los edificios y comiencen junto con el pueblo ucraniano a crear una Ucrania independiente y soberana. Esa es una promesa hecha por el gobierno interino al pueblo de Ucrania.
Al cumplir con las medidas solicitadas por Rusia, como por ejemplo eliminar las barreras en el Maidan y limpiar la plaza y garantizar que todas las manifestaciones actuales en Kiev son realmente pacíficas y autorizadas por el gobierno, Ucrania está de esta forma tomando medidas concretas y tangibles para superar las divisiones de los últimos meses. Así es como un gobierno define cumplir con su palabra. Ese es el tipo de liderazgo que defiende el espíritu y la letra del acuerdo de Ginebra.
El mundo ha juzgado correctamente que el primer ministro Yatsenyuk y el gobierno de Ucrania están trabajando de buena fe. Y, por desgracia, el mundo también ha juzgado correctamente que Rusia ha puesto su fe en la distracción, el engaño y la desestabilización. Durante siete días, Rusia se ha negado a emprender una sola medida concreta en la dirección correcta. Ni un solo funcionario ruso, ni uno, ha aparecido en la televisión pública en Ucrania y ha pedido a los separatistas que apoyen el acuerdo de Ginebra, que apoyen la retirada, que renuncien a sus armas y abandonen los edificios de Ucrania. No les han pedido que participen en ello.
De hecho, se ha desplegado el megáfono propagandístico Russia Today, un programa patrocinado por el Estado, para promover —en realidad, la cadena Russia Today— se ha desplegado para promover la fantasía del presidente Putin sobre lo que sucede en el terreno. Casi dedican todo el tiempo a este esfuerzo dirigido a hacer propaganda y distorsionar lo que está ocurriendo o no ocurriendo en Ucrania. En cambio, a la vista, Rusia sigue financiando, coordinando y alimentando un movimiento separatista fuertemente armados en Donetsk.
Mientras tanto, los líderes rusos pronuncian afirmaciones cada vez más indignantes para justificar sus actuaciones, por ejemplo que la CIA inventó el Internet con el fin de controlar el mundo, o que las fuerzas que ocupan los edificios, que están armadas hasta los dientes, tienen uniformes nuevos y se mueven en formación militar disciplinada, no son más que activistas locales que desean ejercer sus legítimos derechos. Eso es absurdo, y no hay otras palabras para describirlo.
Pero en el siglo XXI, en que cada ciudadano puede emitir mensajes, imágenes y vídeo desde la palma de la mano, ninguna cantidad de propaganda es capaz de ocultar este tipo de acciones. Ninguna cantidad de propaganda esconderá la verdad, y la verdad se puede ver en las redes de comunicación social y en las páginas de los periódicos y en televisores de todo el mundo. Ninguna cantidad de propaganda puede soportar ese tipo de escrutinio hoy en día.
El mundo sabe que manifestantes pacíficos no se presentan armados con lanzagranadas y armas automáticas, las armas más nuevas del arsenal ruso, ocultando las insignias de sus flamantes y nuevos uniformes militares, y hablando en dialectos que todo lugareño sabe que proviene de miles de kilómetros de allí. El mundo sabe que los agentes de inteligencia rusos arrestados en Ucrania no tomaron la salida equivocada en la autopista. De hecho, hemos visto soldados vestidos de uniformes idénticos a los que los soldados rusos llevaban en Crimea el mes pasado.
Como han atestiguado observadores internacionales sobre el terreno, antes de la escalada militar rusa, no había violencia. No había asaltos a gran escala sobre los derechos de las personas en el este. Ucrania era generalmente un país estable y pacífico, incluidas sus regiones del sur y este. Incluso en los momentos en que nos estábamos preparando para reunirnos en Ginebra, sabíamos que los servicios de inteligencia rusos habían participado en la organización de las milicias prorrusas locales. Y durante la semana previa a las reuniones de Ginebra, los separatistas tomaron por lo menos 29 edificios. Este es un ejemplo más de cómo Rusia está avivando la misma inestabilidad que dicen querer eliminar.
Y en las semanas transcurridas desde este acuerdo, hemos visto más violencia contra los ucranianos. Justo después de marcharnos de Ginebra, los separatistas tomaron las estaciones de televisión y radio que emiten en idioma ucraniano. El alcalde de Slovyansk fue secuestrado justo el día después de las partes se comprometieran a poner fin a la violencia y la intimidación. Hace dos días, un periodista fue secuestrado y otro desapareció, con lo que el número total de periodistas secuestrados alcanza los dos dígitos. Ese mismo día, se encontraron dos cadáveres cerca de Slovyansk. Uno de ellos era un miembro del concejo municipal que había sido golpeado hasta quedar inconsciente y le habían tirado en un río con una mochila pesada atada a él.
El gobierno de Ucrania ha informado de la detención de agentes de inteligencia rusos, entre ellos uno ayer que, según dijo, era responsable de establecer comunicaciones seguras que permitan a Rusia coordinar las actividades de desestabilización en Ucrania. Y justo esta mañana fuerzas separatistas intentaron invadir otro depósito de armamentos.
Al no haber podido retrasar las elecciones en Ucrania ni frenar un proceso político legítimo, Rusia ha optado en lugar de ello por un curso ilegítimo de violencia armada para tratar de lograr con el cañón de un arma y la fuerza de una turba lo que no se puede lograr de cualquier otra manera. Ha tratado de crear suficiente caos en el este como para retrasar o deslegitimar las elecciones, o forzar a Ucrania a aceptar un federalismo que le concede a Rusia el control sobre sus políticas nacionales y extranjeras, o incluso obligar a Ucrania a reaccionar de forma exagerada y así crear un pretexto para la intervención militar. Este es un esfuerzo a todo pulmón para sabotear decididamente el proceso democrático a través de la intimidación externa bruta que ha traído al interior de Ucrania, y es peor aún.
Hemos visto esta película antes. Lo vimos en fechas recientes en Crimea, donde similares actos de subterfugio y sabotaje por parte de Rusia fueron seguidos de una invasión completa, una invasión, por cierto, por la cual el presidente Putin condecoró recientemente a las fuerzas especiales rusas en el Kremlin.
Ahora bien, Rusia afirma que todo esto es una exageración, o incluso que está orquestado, que no es posible que los ucranianos estén pidiendo un gobierno libre de corrupción y coerción. Rusia se ha quedado realmente perpleja al ver a los vecinos de Ucrania y a personas de ideas afines de todo el mundo solidarizarse con los ucranianos, quienes desean crear una vida mejor y elegir a sus propios líderes, por sí mismos.
Nadie debe dudar la presencia de Rusia en todo esto. Como escribió el comandante supremo aliado de la OTAN en Europa esta semana: “Lo que está pasando en el este de Ucrania es una operación militar bien planificada y organizada, y evaluamos que se está llevando a cabo bajo la dirección de Rusia”. Nuestra comunidad de inteligencia me dice que los servicios de inteligencia y de inteligencia militar rusos y operadores especiales están desempeñando un papel activo en la desestabilización del este de Ucrania con personal, armas, dinero, planificación operativa y coordinación. Los ucranianos han interceptado y publicitado conversaciones de comando y control de agentes rusos conocidos con sus clientes separatistas en Ucrania. Algunos agentes de operaciones especiales, que han realizado actividades en nombre de Rusia en Chechenia, Georgia y Crimea se han hecho fotos en Slovyansk, Donetsk y Lugansk. Algunos incluso están presumiendo de ello en sus perfiles de redes sociales rusas. Y las armas y equipos que llevan los separatistas son los mismas que llevan las fuerzas especiales rusas.
Así pues, tras el amenazador movimiento hoy de las tropas rusas hasta la frontera de Ucrania, quiero ser claro: si Rusia sigue en este camino, no sólo cometerá un grave error, sino que será un error costoso. Desde ya la respuesta internacional a las decisiones tomadas por los líderes rusos está haciendo mella en la economía rusa. El primer ministro Medvedev ha aludido al precio que Rusia ya está pagando. Incluso el presidente Putin lo ha reconocido.
Mientras disminuye la confianza de los inversionistas, en el primer trimestre de 2014 se produjo una fuga de capital del sistema financiero ruso de unos 70.000 millones de dólares, lo cual supera todo el año pasado. Las estimaciones de crecimiento para el 2014 se han revisado a la baja, de dos a tres puntos porcentuales. Y ello sigue un año en que el crecimiento del PIB ya era el más bajo desde el 2009. Mientras tanto, el Banco Central de Rusia ha tenido que invertir más de 20.000 millones de dólares para defender el rublo, erosionando las protecciones de divisa rusas contra los choques externos. No se equivoquen: lo que acabo de describir es en realidad sólo una instantánea y es también, lamentablemente, un anticipo de la manera en que el mundo libre responderá si Rusia sigue incrementado las tensiones que había prometido reducir.
Siete días, dos respuestas opuestas y una verdad de la que no puede hacer caso omiso: el mundo permanecerán unidos por Ucrania. Así que voy a decirlo de nuevo: la oportunidad para cambiar de rumbo se está desvaneciendo. El presidente Putin y Rusia hacen frente a una decisión. Si Rusia opta por reducir las tensiones, la comunidad internacional —todos nosotros— lo acogeremos con beneplácito. En cambio si Rusia no hace esto, el mundo se asegurará de que el precio que pague Rusia no hará sino aumentar. Y como reiteró el presidente Obama antes hoy, estamos dispuestos a actuar.
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