Si el mercado laboral mantiene este año una lenta recuperación tal como prevé la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entonces el desempleo y las desigualdades sociales caminarán de la mano con un empeoramiento de los niveles de pobreza.
Prensa Latina
Según el informe Perspectivas sociales y del empleo en el mundo. Tendencias 2015, de la OIT, la desocupación seguirá en aumento en los próximos 5 años, conforme la economía mundial entre en un nuevo periodo de flemático avance.
En 2019, más de 212 millones de personas no tendrán trabajo frente a los 201 millones que actualmente están desempleados, indica el documento.
Al comentar esas cifras, el director general de la OIT, Guy Ryder, recordó que más de 61 millones de empleos se han perdido desde el comienzo de la crisis mundial en 2008, y las previsiones muestran que las cifras serán mayores a finales de la década.
“Esto significa que la crisis del empleo dista mucho de haber terminado, de manera que no hay margen para la complacencia”, declaró Ryder.
De acuerdo con las estadísticas, la situación del empleo mejoró en Estados Unidos y Japón, pero es aún una problemática en un número de economías avanzadas, sobre todo en Europa.
Tampoco el adverso panorama laboral ha cambiado mucho en África subsahariana, a pesar de los mejores resultados en su crecimiento económico; mientras que en la región árabe y en algunas zonas de América Latina y el Caribe las perspectivas de empleo se han deteriorado.
No pocos analistas, incluidos los de la OIT, consideran que el pronunciado descenso en los precios del petróleo y del gas, si se mantiene, podría mejorar las perspectivas de empleo en muchas economías avanzadas y en diversas economías de Asia.
Pero, por el contrario, los mercados laborales en los principales países productores de petróleo y gas, sobre todo en América Latina, África y la región árabe, se verán gravemente afectados.
En ese escenario, como ya es costumbre en el actual mundo en crisis, los trabajadores jóvenes –de entre 15 y 24 años de edad– son los más perjudicados, con una tasa mundial de desempleo juvenil de casi el 13 por ciento en 2014, y un incremento adicional previsto para los próximos años.
Inestabilidad social
En esa simple relación, el informe de la OIT es bien claro: en tanto aumente el desempleo habrá menos salarios y menos ingresos y las personas consumirán menos y por lo tanto las persistentes desigualdades conllevarán a un alza de la inestabilidad social.
De acuerdo con su estudio sobre las perspectivas sociales y el empleo, esa organización indica que la desigualdad de ingresos seguirá ampliándose, con el 10 por ciento más rico de la población que devengará entre 30 y 40 por ciento del total de las entradas, mientras que el 10 por ciento más pobre ganará entre 2 y 7 por ciento.
Dichas tendencias han minado la confianza en los gobiernos y mantienen alto el riesgo de conflictividad social, advierte el informe, en tanto considera que el malestar social es particularmente grave en las naciones y regiones donde el desempleo juvenil es alto o crece rápidamente.
En concordancia con la tasa de desocupación mundial, la inconformidad social se disparó desde el comienzo de 2008, y en la actualidad sus niveles son casi 10 por ciento más altos que antes de la recesión.
Posibles soluciones, pero no inmediatas
“Las tendencias que observamos son preocupantes, pero es posible mejorar el panorama económico general si abordarnos las debilidades subyacentes, en particular la carencia crónica de demanda agregada, el estancamiento de la zona euro, las perspectivas inciertas para las inversiones productivas –sobre todo entre las pequeñas empresas– y las crecientes desigualdades”, concluyó Guy Ryder al presentar el mencionado informe a mediados de enero pasado.
Este panorama turbulento puede cambiar si se abordan las principales deficiencias subyacentes.
Como bien se plantea en este y en anteriores análisis de la OIT, es preciso impulsar la demanda agregada y la inversión empresarial, inclusive mediante políticas laborales, de ingresos, empresariales y sociales.
Asimismo, los sistemas de créditos deben reorientarse para apoyar la economía real, en particular a las pequeñas empresas, además de ser necesario afrontar con decisión las debilidades y deficiencias de la eurozona con políticas laborales y fiscales bien diseñadas.
También hay que afrontar las persistentes vulnerabilidades sociales vinculadas al elevado desempleo de los jóvenes, el desempleo de larga duración y el abandono del mercado laboral, sobre todo entre las mujeres.
Para ello son imprescindibles programas con acciones inclusivas que promuevan la participación, la calidad del empleo y el trabajo decente para todos, propuestas con amplios resultados en países donde la voluntad política y el compromiso social de los gobierno hacen avanzar la economía y con ella la oferta laboral.
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