Gracias a su texto en dos tomos titulado “La Guerra Maldita” la doctora Carmen Mc Evoy, nos presenta al Gran Mariscal del Perú don Domingo Nieto donde se le puede apreciar en todo el espectro de su figura, como estadista, persona, esposo y guerrero. Uno de los baluartes de la legalidad nacional se ha presentado por medio de sus cartas y en aquellos documentos se puede apreciar lo importante que era para este hombre, el Perú y su devenir histórico.
En el primer volumen “Soldados de la República” Mc Evoy ya nos da un acercamiento a Nieto, pero en la presentación de “La Guerra Maldita” el antropólogo David Velásquez fue quien nos llevó por los designios de Nieto haciéndonos conocer más sobre el entorno de este prócer nacional que la historia actual lo toma como uno de los tantos líderes que tuvo el Perú en aquellos años iniciales de nuestra formación republicana. Pero no fue uno de tantos, su protagonismo ha sido tal, que la década del 30 del siglo XIX no hubiese sido nada sin su participación; lo que sucede es que no se le ha estudiado por falta de información y porque todo su acervo documentario se encuentra en Chile. ¿Cómo llegó allí? ¿Porqué está allí?
Nieto, indirectamente, nos trae el sinsabor de aquella otra guerra, la de 1879, guerra que no vio, pero que si intuía a Chile como un enemigo rapaz. La familia del Gran Mariscal peruano donó todo el acervo documental de su progenitor a la Biblioteca Nacional, allí estuvo guardado durante varios años, hasta el saqueo de este repositorio por la soldadesca chilena, y se llevaron entre otras cosas la documentación de don Domingo Nieto. Llegada a Chile esta documentación que solo sirve para la historia de nuestro país y que es un epistolario que revela asuntos netamente de los años de formación de nuestro Estado, éste es captado por el gran “coleccionista” de nuestra historia, don Benjamín Vicuña Mackenna, quien como sabemos, sus textos sobre diversos acontecimientos históricos fueron escritos muy contemporáneamente.
¿Y para qué le sirve a Chile esta documentación? ¿Porqué no la muestra con orgullo nacional esta preciosa colección?
Lo importante de este hallazgo realizado por Mc Evoy, demuestra que su estancia en Chile ha sido tan fructífera que aún nos sigue entregando trabajos tan completos para entendernos más como país, para conocer más nuestra historia y, sobre todo, para darnos a conocer que nosotros mismos labramos nuestro destino, por la degeneración que hubo en el aparato militar, que con mucha propiedad se le ha denominado el primer partido político del Perú.
Y tanto ha sido el devenir de los militares que José de La Mar fue el mentor de Domingo Nieto, Domingo Nieto trabajó tanto para que Castilla lo suceda y Castilla al fin de cuentas encumbró a Prado y a los Gutiérrez, personajes nefastos en nuestra historia y figuras de la más proterva imagen para el futuro. ¿Cuál fue el punto de quiebre? ¿En dónde estuvo la debacle? A no dudarlo el guano y después el salitre fueron los que corrompieron todo en nuestro país.
Como bien se dijo en la presentación de “La Guerra Maldita”, en la época de Domingo Nieto, no hubo salitre y menos guano, pero se necesitaba consolidar la república y la interminable guerra civil consumía el país y del entonces próspero virreinato solo quedaban ruinas y desolación porque nosotros mismos con nuestra anarquía, lo destruíamos todo.
La carta reveladora de Nieto a Bulnes es más que profética para los próximos 41 años, leamos:
“Señor General don Manuel Bulnes
Callao 22 de agosto de 1838,
Siempre seré reconocido a los ofrecimientos que usted me haga como individuo particular y aun como general de la República de Chile. Pero como director primero del ejército que ha invadido mi patria pretextando salvarla de una dominación que ya no se ejercía en esta parte de la República; que ha atacado un ejército puramente peruano, sin derecho alguno legítimo; que ha atropellado la plaza de la capital, pasando sobre cadáveres de peruanos, no, no, no. Si anoche en el puente y otros puntos del combate me despreció la muerte, no ha sido sin objeto, señor general. Debía vivir y vivir en esta plaza para denunciar a la nación toda la conducta el ejército llamado restaurador y para apoyar desde ella la guerra que la opinión general del país le ha declarado, y bajo cuyo influjo va desaparecer muy luego de esta tierra, que no puede ni debe soportarlo. Yo estoy aquí señor, llenando mi deber, y no dejaré el puesto hasta que hayan perecido dos mil compañeros fieles con quienes me he reunido para hacer el último sacrificio en obsequio del honor y del decoro de mi país”.
Siempre he creído que la Confederación sólo sirvió para debilitar al Perú y destruir su unidad, del mismo modo también conozco que el sino de Chile estaba en la carta de Portales a Blanco Encalada, pero la carta de Nieto a Bulnes demuestra lo que ocurriría más adelante, el abuso y la destrucción al Perú. Nieto, como militar, siempre se mantuvo al lado de lo legal y por eso estuvo al lado de Orbegoso, elegido presidente del Estado Nor Peruano, no obstante estar en contra de la división del Perú. El 30 de julio de 1838 Orbegoso, Nieto y Vidal deciden la independencia del Estado Nor Peruano y no aceptan combatir al lado de los chilenos para restaurar la unidad del Perú.
Hoy, Domingo Nieto cabalga de nuevo como lo dijera David Velásquez, y gracias a la historiadora Carmen Mc Evoy el Perú ha recuperado un acervo importantísimo sobre nuestra historia y formación como república. “La Guerra Maldita” desde la perspectiva de Domingo Nieto, nos lleva por los designios de un militar decente, apegado a la legalidad, un estadista que llevó siempre en alto el legado de José de La Mar y su fama de guerrero lleva la impronta en Tarqui donde él fue el vencedor ante su duelo con el capitán grancolombino Camacaro, del Lanceros de Venezuela y primera lanza de su patria según Nemesio Vargas, leamos lo que nos dice sobre esto Enrique Chirinos Soto: “Camacaro, lancero de Colombia, jefe de un regimiento, reta a Nieto, jefe de un regimiento peruano, a combate singular, como en los torneos medievales, a fin de ahorrar la sangre del resto de la oficialidad y de la tropa. Camacaro es hercúleo y de enorme talle, a punto tal que lo llaman “el gigante”; Nieto, antes bien, es de corta estatura. No obstante la aparente desventaja física, Nieto acepta la proposición. Parten los caballos al galope; se cruzan las lanzas; el gigante Camacaro es atravesado y muerto: Nieto ha obtenido la victoria. Entonces, a despecho de lo estipulado, los colombianos enfurecidos atacan súbitamente, según parece, a los peruanos. Nieto tiene que ordenar la retirada. Más tarde, al atravesar un desfiladero, los peruanos divisan las tropas de Sucre, que, desde la altura, dominan completamente la situación. Nieto se prepara para lo peor. El vencedor de Ayacucho ha tenido ya noticia del épico lance, e hidalgamente, en vez de ordenar el ataque, que pudiera ser a mansalva, dadas las circunstancias, se descubre y saluda al héroe peruano y ordena se le rindan honores militares”.
Domingo Nieto Márquez, quien nació en Moquegua en 1803, ha regresado, y ahora su legado se encuentra entre nosotros, reencontrémonos con uno de los fundadores de la República, con un hombre que amó a su patria hasta expirar su último aliento en Cusco que a su corta edad de 40 años ya había llegado a ser Presidente de la Suprema Junta de Gobierno, y al morir le deja la posta al Gran Mariscal Ramón Castilla, el gran constructor del Estado peruano.
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