Hace un año, se publicó una de las obras más completas de investigación histórica en torno a la vida de un personaje controvertido como Mariano Ignacio Prado, en cuyo paso por la historia de nuestro país abundaban las medias verdades, la adulación, la leyenda simplona y hasta la falsificación de documentos.La Universidad Particular San Martín de Porras publicó el texto del congresista Víctor Andrés García Belaunde: El expediente Prado, que fue presentado por Carmen Mc Evoy, Fernan Altuve Febres Lores, Nelson Manrique, Juan Luis Orrego Penagos y Juan de la Puente, además de otros publicistas que han comentado el texto favorablemente en artículos de opinión y breves ensayos. A todo esto se suma que en un año el libro tiene una primera edición y tres reimpresiones, y ni la piratería ha logrado que el texto original se siga adquiriendo no obstante la diferencia económica.
¿A qué se debe que El expediente Prado sea un éxito rotundo? Muy simple, la documentación que sustenta todo el libro es lo más valioso, siendo un aporte a la historiografía para develar los motivos que tuvo Mariano Ignacio Prado en desertar el cargo de Presidente del Perú y así mismo nos deja entrever los motivos por los cuales entramos en una guerra que no era nuestra.
García Belaunde inicia su texto desentrañando el origen humilde de Prado y descubre la fecha real de su nacimiento, así también encuentra el testamento del padre del futuro dictador, donde solo lega deudas y una chacra infectada por un gusano. El joven Prado era un tramitador, un representantede ciudadanos de Huánuco, lo que lo llevó hasta la capital (nunca fue estudiante de San Carlos y menos cursó estudios superiores) y allí, usando su cargo de “capitán de cívicos”, logra insertarse en el ejército de Castilla donde obtiene un grado al triunfar la revolución. Pezet lo nombra prefecto en Tacna y por su desempeño y “lealtad” al régimen se le encomienda la Prefectura de Arequipa, poco tiempo después se subleva contra Pezet, y elimina a sus adversarios mientras emite vales de deuda pública que son enviados a Chile por su concuñado Carlos von der Heyde; llegado al poder entra en guerra con España azuzado por su amigo Domingo Santa María (quien en 1883, como presidente de Chile, nos impone el tratado de Ancón). Prado en su primer acto realiza la Alianza con Chile y envía nuestra escuadra al sur a defender sus costas, por eso se explica la falta de barcos peruanos aquel 2 de mayo de 1866, tanto así que los modernos navíos adquiridos por Pezet, el Huáscar y la Independencia, primero llegan a Chile y prestan servicios por 2 años, permitiendo a los chilenos que conozcan nuestras embarcaciones navegando en ellas.
Ya con una revolución en contra, realiza una de las compras más controvertidas para proseguir la guerra con España y adquiere los inservibles monitores Manco Cápac y Atahualpa, buques sin autonomía de navegación que se encontraban fondeados en un puerto norteamericano. Prado realiza un contrato sumamente oneroso con la empresa Alexander Swift en Lima y paga por aquellos buques 2 millones cuando en realidad estaban al remate por 750 mil, y se pagó más del 90% del importe en dinero en efectivo y con bonos peruano-chilenos. Prado huye a Chile dejando a su familia (a la que obviamente no le sucede nada), pero la compra ya se había realizado en su gobierno. El nuevo mandatario, trató de impedir la compra pero desde los EEUU, José Antonio García y García persuadió a la nueva administración que esto no se podía hacer porque peligrarían nuestras relaciones con los EEUU. El gran negociado se había consumado.
Una vez en Chile, Prado funda un banco y lo denomina Banco Montenegro y Cia. y funciona en Chillán, luego adquiere tres minas de carbón (Maquehua, Quilachanquín y Colicó) en Arauco y a este emporio le pone un ferrocarril, con varias estaciones y un puerto especial para desembarcar el mineral y para transportar su carbón, adquiere un vapor. También logra concesionar para sí la isla Juan Fernández (hoy Robinson Crusoe), adquiere una casa de verano en Viña del Mar comprada a su amigo José Francisco Vergara y también compra una hacienda y terrenos de pastoreo ubicados en Caupolicán.
Si bien es cierto, los bienes fueron adquiridos antes del enfrentamiento de 1879, lo deleznable es justamente lo que nuestro presidente en ejercicio realizó durante la guerra y después de ésta. Declaradas las hostilidades, en Chile se crea un impuesto, donde todos los chilenos y extranjeros que vivían en el país estaban obligados a contribuir con el Estado para afrontar la guerra. Es así que por los inmuebles, empresas, y concesiones así como todo lo que sea un bien pasible de impuesto, se debía de pagar un porcentaje mensual y ayudar al Estado chileno para que le haga la guerra al Perú. Prado pagó fielmente su contribución de guerra porque después de acabada, vendió todos sus bienes en Chile que habían elevado su valor.
Algo que resulta trascendente es que García Belaunde ubica en los archivos del Congreso el debate de cómo se otorga el permiso a Prado para que salga del país al frente de nuestras tropas, y que esta autorización no es la misma que publicara en forma ambivalente el Poder Ejecutivo. La autorización de estar al frente de las tropas caducó al momento que Prado regresó a Lima a fines de noviembre de 1879, pasados los desastres bélicos.
García Belaunde transcribe escrituras públicas donde Prado -mientras Lima era saqueada- adquiere terrenos para ampliar la línea de su ferrocarril en Arauco y también su muelle en Laraquete de propiedad de la familia Cousiño, y estos aceptan la venta con la finalidad de que el dinero sea entregado al hospital de Lota, de los cuales los Cousiño eran benefactores; es decir Mariano Ignacio Prado aliviaba las heridas de los chilenos que sufrían por nuestras armas. Del mismo modo durante la ocupación chilena del Perú, Prado seguía haciendo negocios y refinanció su deuda con varios empresarios quienes se permitieron no cobrarle intereses por un tiempo.
Estando en Inglaterra en octubre de 1883, cuando se estaba negociando la paz definitiva con Chile, Aurelio García y García descubre a Prado, Canevaro, Pividal y Rosas tratando de quebrar la Peruvian Guano para hacerse de las miles de libras esterlinas que esta empresa le debía al Perú, que dejaron de pagarse por el conflicto, y aprovechándose de poderes ya vencidos y de representaciones que no servían, Prado se presentaba como presidente del Perú junto a sus amigos, para apropiarse de lo poco que le quedaba a nuestro país y que serviría de algo para salir del desastre.
Estos vergonzosos acontecimientos se coronan cuando Prado vende todos sus activos en Chile y se convierte en un hombre sumamente rico y lo invierte en el Perú y sus hijos conforman una de las mayores riquezas de nuestro país. Esta riqueza ha servido para lavar la vergüenza, para comprar conciencias o simplemente para que algunos se callen de todo lo que Mariano Ignacio Prado significaba. Prueba de esto, están los documentos falsificados por Luis Humberto Delgado y que mereciera la descalificación de historiadores contemporáneos entre ellos Percy Cayo Córdova, Armando Nieto y Jorge Paredes G.
Todo esto le ha valido a García Belaunde un comunicado publicado en El Comercio, donde un grupo de fanáticos se reunió para descalificar al autor de El expediente Prado donde sin base y hasta con insultos nos quieren hacer creer que la obra mancilla a Leoncio Prado, cuando en realidad siempre es considerado un héroe, y es un personaje tangencial para la obra. En este asunto, García Belaunde toma como referencia lo escrito por Abelardo Gamarra quien manifiesta que Leoncio muere tratando de dar un “¡viva el Perú!” que fue cortado por un tiro en la cara por un chileno. Mientras que los fanáticos escudados en asociaciones escolares y hasta militares se unen para tomar bandera por la fuente chilena, donde pretenden pasar que Leoncio Prado murió ordenando su muerte, en su cama con un café y dando tres golpes de cuchara. Lo que lleva al ridículo es que quien dice esto es el historiador chileno Nicanor Molinari (que en su texto insulta a Bolognesi), y en esas mismas páginas deja a Leoncio como un simple delator, y nos hacen creer que le dan el tiempo de escribir una carta de despedida a su padre biológico, cuando es sabido que Leoncio trataba de padre al esposo de su madre. No es necesario ser perito para darnos cuenta que la carta es falsa, si solo comparamos la firma de Leoncio con documentos oficiales.
Además de los fanáticos hay otros personajes que insultan en base al numerario que probablemente reciben, un señor que confunde la novela con la historia; un abogado que golpea a su madre; un periodista que sin leer el texto amparándose en su edad, suelta insultos que demuestran que de por medio hay más que fanatismo; una dama que usa anglicismos al más puro estilo de Un Mundo Para Julius, y algún personaje que intenta tomar la obra de García Belaunde como si esta fuera contra los huanuqueños: son los nuevos Luis Humberto Delgado, ya que al parecer la defensa de Mariano Ignacio Prado siempre está asociada a personas con conductas similares al ya fallecido historiador. También le ha valido a García Belaunde una acusación ante la presidencia del Congreso, y que ha valido que haya dos informes contundentes de especialistas parlamentarios, que opinaron por el archivamiento del bodrio porque no tenía sustento alguno.
García Belaunde ha presentado un Proyecto de Ley que elimina el título de “Prócer de la Independencia” a Prado, otorgado durante el gobierno de su hijo Manuel, y nos parece correcto que se realice aquel acto, será como una degradación póstuma a la que debió hacer frente cuando regresó al Perú y que si no fuera por los gobernantes de turno que permitieron el borrón y cuenta nueva, hoy no tendríamos en un pedestal inmerecido a este mal peruano que lucró con la desgracia nacional. No se le puede llamar “prócer” porque cuando nació ya teníamos varios años de libertad. Y creer que España en la guerra de 1866 quería reconquistar al Perú, es un absurdo que no puede ser tomado en serio ni ayer ni hoy porque si bien tenían una flota poderosa a ésta le faltaba logística.
Prado hizo la revolución para hacerse rico, adquirió naves inservibles que le permitieron aumentar su riqueza, luego todo lo invirtió en Chile, no le interesó la desgracia de su país, regresó con las talegas llenas de oro, legando a sus hijos una considerable fortuna, y estos trataron en lo posible de borrar todo aquello que culpase a su progenitor. Hoy ya conocemos la verdad y por las entrevistas que ha realizado Víctor Andrés García Belaunde, develará más adelante los negocios de Prado en Bolivia con lo cual cerrará el círculo de la vergüenza de este nefasto personaje.
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