La recaptura de Joaquín Guzmán Loera, alias Chapo Guzmán, difícilmente impactará en el negocio multimillonario de las drogas. Tan sólo en 2015, los cárteles se habrían embolsado entre 6 mil millones y 39 mil millones de dólares [es decir, entre 102 mil millones y 663 mil millones de pesos, a un tipo de cambio de 17 pesos por dólar], según estimaciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (informe National money laundering risk assessment 2015).
Lo único que quizá podría cambiar es el poder que el Cártel de Sinaloa ha amasado desde el gobierno de Vicente Fox, una vez que los liderazgos menores empiecen a disputarse la cabeza del grupo criminal vinculado al mayor tráfico de narcóticos en el mundo.
A la fecha, la organización tiene influencia no sólo en Sinaloa –lugar donde se “escondía” el propio Chapo Guzmán–, sino también en Chihuahua, Durango, Guerrero, Coahuila y Baja California, indica el más reciente informe elaborado por la Procuraduría General de la República (PGR) sobre los cárteles del narcotráfico en México.
Según ese documento, hecho público como respuesta a la solicitud de información ciudadana 0001700107815, el también llamado Cártel del Pacífico se disputa el Estado de México con los Caballeros Templarios y la Familia Michoacana.
La información de la PGR también detalla que de ese Cártel dependen otras ocho células criminales: Gente Nueva, La Barredora, Los Cabrera, Cártel del Poniente y/o La Laguna, El Aquiles, El Tigre, Los Artistas Asesinos y Los Mexicles. A éstas se les atribuye estar en seis entidades del país: Chihuahua, Sinaloa, Guerrero, Baja California, Durango y Coahuila.
Aunado a ello, el gobierno estadunidense ha detectado una presencia relevante en Sonora, entidad que califica como una de las principales plazas del tráfico de drogas controlado por el Cártel de Sinaloa. Esa “plaza se utiliza para esconder y traficar drogas, dinero y armas”, refiere la Presentación del presupuesto para el año fiscal 2015 de la Office of National Drug Control Policy.
En el mapa Mexico: updated assessment of the major drug trafficking organizations’ areas of dominant control, de julio de 2015 (que ilustra esta columna), la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA, por su sigla en inglés) también le atribuye al Cártel de Sinaloa el control de Sonora, y de Baja California Sur y Yucatán.
El Cártel que vuelve a quedar acéfalo, sin embargo, no limita su presencia al territorio mexicano. De acuerdo con la DEA, tiene negocios en más de 50 países de los cinco continentes. El 5 de agosto de 2015 –al presentar un número telefónico y un correo electrónico en los cuales se recibirían todas las denuncias relacionadas con el Chapo–, la Agencia detalló que “además de sus células de distribución en Estados Unidos, el Cártel transporta cargamentos de droga a Canadá, Australia, Europa, África y Asia”.
Según la DEA, la organización criminal trafica varias toneladas de cocaína desde América del Sur, a través de América Central, hacia México. Y también está involucrada en la producción, transporte y distribución de metanfetamina y heroína.
Los rompimientos
Es ese poder trasnacional el que en breve se podrían disputar los criminales ligados al cártel del Chapo y a sus ocho células y pandillas. Ya sucedió algo similar tras la pasada detención de Guzmán Loera, ocurrida el 21 febrero de 2014. Entonces se registraron tres cambios en la estructura del grupo, según los datos de la PGR.
El más relevante fue el del Cártel Jalisco Nueva Generación, que se “independizó” y se convirtió en una gran organización con presencia en nueve entidades, incluido el Distrito Federal.
Los otros dos cambios consistieron en las supuestas desapariciones del Comando del Diablo y Los Mata Zetas, grupos identificados como aliados del Cártel de Sinaloa en el primer reporte que generó la administración de Enrique Peña Nieto en 2013 (Contralínea 337).
Otra reacción previsible es el reacomodo del resto de los cárteles, que podrían disputar con mayor violencia el mercado. En total, la PGR señala que en México operan 52 cárteles, células y pandillas del narcotráfico.
En esa relación de bandas criminales, el Cártel de Sinaloa es una de las nueve grandes organizaciones dedicadas al narcotráfico. Las otras son el Cártel del Golfo, el Cártel Jalisco Nueva Generación (escindido del de Sinaloa), Los Arellano Félix, La Familia Michoacana, los Carrillo Fuentes, Los Beltrán Leyva, Los Zetas y Los Caballeros Templarios. Según la PGR, de éstas se desprenden otras 43 organizaciones.
El Cártel del Golfo es el que más células tiene: 12. De éstas, 11 operan en Tamaulipas (Metros, Rojos, Grupo Lacoste, Grupo Dragones, Grupo Bravo, Grupo Pumas, Grupo de Apoyo Ceros M3, Los Fresitas, Los Sierra, Los Pantera y Ciclones) y uno (Los Pelones) en Quintana Roo.
Por número de organizaciones satélite, le siguen Los Zetas, con nueve: en Coahuila y Nuevo León, Sangre Zeta; en Tamaulipas, Grupo Operativo Zetas, Comando Zetas, El Círculo y El Extranjero, Unidad Zetas, Néctar Lima, Grupo Delta Zeta; en Guanajuato, Los Negros; y en Tabasco, Quintana Roo y Tamaulipas, Fuerzas Especiales Zetas.
El Cártel de Sinaloa, con sus ocho células, está en tercer lugar, seguida por Los Beltrán Leyva, con siete: en Sinaloa y Baja California Sur, Los Mazatlecos; en Sonora, El 2 mil; en Guerrero, Los Granados, Los Rojos, Los Ardillos y Cártel Independiente de Acapulco; y en Aguascalientes y Baja California Sur, La Oficina.
Bajo el mando de Los Arellano Félix están El Chan, El Jorquera y El Kieto, en Baja California. La Familia Michoacana aún cuenta con Guerreros Unidos (en Morelos, Guerrero y Estado de México) y La Empresa (en Estado de México y Morelos. Con los Carrillo Fuentes están La Línea y Los Aztecas, cuya zona de influencia es Chihuahua. El Cártel Jalisco Nueva Generación y Los Caballeros Templarios carecen de células y pandillas.
Si la autoridad no puede contener a esos 52 grupos, como no lo ha hecho hasta ahora, en breve podría desatarse una nueva guerra entre cárteles.
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