La muy esperada reunión del Grupo Internacional de Apoyo a Siria (el llamado «Grupo de Viena»), prevista en Munich para el 11 y 12 de febrero de 2016, estuvo antecedida de una escalada verbal entre Moscú y Washington cuando el primer ministro ruso, Dimitri Medvedev, advirtió contra actitudes que pudieran conducir a una Tercera Guerra Mundial [1].
Pero todo sucedió como ya habíamos anunciado hace dos semanas en Red Voltaire: los Dos Grandes impusieron un acuerdo a sus socios.
Primeramente, las negociaciones de Ginebra 3 van reiniciarse. Pero, en lo adelante, el representante de la ONU, Staffan De Mistura, estará bajo la vigilancia directa de los responsables de la diplomacia estadounidense y de la diplomacia rusa. En otras palabras, Jeffrey Feltman, el hombre de Hillary Clinton y de los neoconservadores estadounidenses en la cúpula de la ONU, se mantiene como secretario general adjunto de la Organización de Naciones Unidas, pero pierde el control del tema sirio.
Segundo: el alto al fuego se verá precedido, de aquí a una semana, de un cese de las hostilidades. Esto quiere decir que Rusia se ha comprometido a bombardear únicamente las organizaciones terroristas que aparecen en la lista de la ONU, o sea al-Qaeda, el Emirato Islámico y los grupos asociados a ellas. En la práctica, esto no constituye un cambio demasiado grande.
Tercero: Rusia y Estados Unidos han vuelto al principio inicial de buscar un acuerdo entre la República Árabe Siria y todas las facciones de su oposición sobre la base de un «consentimiento mutuo», lo cual hace imposible el derrocamiento del presidente democráticamente electo, Bachar al-Assad. Al mismo tiempo, Rusia y Estados Unidos también recordaron a sus «socios» que están obligados a respetar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, recordatorio que tiene valor de advertencia para Arabia Saudita, Francia, Israel, Qatar, el Reino Unido y Turquía.
“Press Availability at the International Syria Support Group”, Voltaire Network, 12 de febrero de 2016.
[1] Reuters reportó, al parecer por error, que el primer ministro Medvedev había hablado de una «Tercera Guerra Mundial», cuando en realidad habló de «guerra permanente».
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