Pareciera que los reflectores se le han apagado a Aurelio Nuño. El 7 de noviembre pasado el secretario de Educación Pública presentó una “nueva” iniciativa para llevar los avances tecnológicos de comunicación e información a la educación básica del país: el programa AprendeMX 2.0, que no es otra cosa más que un refrito de E-México –impulsado en el sexenio de Vicente Fox–, que fracasó por la corrupción y porque llevaron computadoras a comunidades rurales e indígenas donde ni siquiera había luz eléctrica, menos internet.
Aunque Nuño argumentó que es un programa piloto –arrancará en 3 mil escuelas– que sólo a partir de los resultados se daría a escala nacional, éste podría toparse con los mismos problemas: el servicio de luz eléctrica no ha sido resuelto en muchas comunidades del país y tampoco se tiene cobertura de internet en las áreas rurales.
Además podría enfrentar una dificultad mayor: la carencia de profesores, pues con su reforma educativa ya ha corrido a miles de ellos pertenecientes a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, quienes daban clases en esas paupérrimas comunidades.
La propuesta de Nuño es un intento desesperado por salir en los medios, pues su programa piloto no resuelve ni de lejos los grandes problemas de la educación. El más urgente, sin duda, es alfabetizar a decenas de miles de niños y niñas excluidos del sistema educativo mexicano. ¿Sabrá Nuño que hay 4 millones de infantes que no tienen acceso a la educación?
Seguramente no, porque en la SEP esto no les importa, pues ni siquiera cuentan con una estadística sobre esta población desprotegida. Consultada vía transparencia sobre cuántos menores de edad son analfabetas (solicitud 0001100573616), la dependencia respondió que “no es de su competencia” generar esa información.
El asunto no es menor: se trata de unos 4 millones de menores, revela el informe México. Niños y niñas fuera de la escuela 2016, elaborado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por su acrónimo en inglés).
Éste documenta que la cobertura en educación básica en México no es universal: las brechas están en el acceso para la población de menores recursos, como los indígenas.
En edad preescolar, es decir de 3 a 5 años, son 1 millón 266 mil 395 excluidos: 684 mil 257 niños y 582 mil 138 niñas. En edad escolar primaria, de 6 a 11 años, son 263 mil 41: 139 mil 723 niños y 123 mil 318 niñas. En edad escolar secundaria, sin escuela hay 257 mil 634 personas: 156 mil 471 niños y 101 mil 163 niñas; y en edad de educación media superior, de 15 a 17 años, son 2 millones 359 mil 703: 1 millón 207 mil 370 adolescentes hombres y 1 millón 152 mil 703 adolescentes mujeres.
Al analizar el perfil de los excluidos, Unicef indica que éste refleja inequidad entre los diferentes segmentos de la población. “En todos los niveles educativos, niñas, niños y adolescentes que no asisten a la escuela o están en riesgo de salir de ella pertenecen principalmente a los sectores que viven en condiciones desfavorables”.
Señala que en el caso de los niños y niñas en edad preescolar y primaria, la cobertura sigue siendo tarea pendiente. Según su análisis de las características de los hogares donde habitan los menores fuera de la escuela, a la par del aumento en la cobertura es necesario impulsar políticas que promuevan la pertinencia y la calidad –adecuadas a las condiciones socioeconómicas, familiares y culturales– en la educación preescolar y en los contextos más desfavorables.
Respecto de los indicadores de riesgo de abandono escolar para los que cursan la educación primaria, se deben disminuir los porcentajes de inasistencia de discapacitados e indígenas. Ello, porque en “las localidades con mayor presencia de población indígena, los alumnos tienen mayor posibilidad de presentar trayectorias irregulares: en localidades con 40 por ciento o más de población indígena, 7.5 por ciento de los alumnos de primaria y 10 por ciento de secundaria se encuentran con extraedad [estudiantes con edad superior a la recomendada para el año escolar que cursan, causada generalmente por la repetición de grados escolares] grave”.
Sobre quienes cursan secundaria y media superior pero se encuentran en riesgo de abandonar, indica que los factores de riesgo se ubicaron en el rubro del género, pues los hombres abandonan la escuela más que las mujeres, y esta condición se acentúa conforme aumenta el nivel educativo, además de la condición de ser indígena o vivir en una comunidad rural.
En su informe, señala que es en secundaria cuando “empiezan las diferencias de género y de lugar de residencia: los hombres desertan más que las mujeres y los estudiantes de escuelas rurales e indígenas desertan más que los estudiantes de escuelas urbanas y no indígenas”.
A Unicef le preocupan, no a Nuño, los adolescentes fuera de la educación: “la alta proporción de adolescentes excluidos, sobre todo de aquellos con mayores carencias económicas, muestra a este nivel como un reto mayor para la política educativa y de protección social. Ampliar la cobertura con calidad, abatir el rezago educativo y reducir las brechas de inequidad son desafíos importantes en este nivel educativo”.
Esta situación “reitera la necesidad de fortalecer la calidad de estos servicios educativos y de desarrollar estrategias que permitan a estas poblaciones concluir la educación obligatoria”, asegura.
El informe de Unicef concluye que “la exclusión educativa debe abordarse como un proceso continuo durante toda la trayectoria escolar: desde el nivel preescolar hasta el nivel medio superior, pues los resultados indican que las brechas de inequidad se amplían conforme los estudiantes avanzan en los niveles educativos obligatorios y el rezago educativo se acumula en los tránsitos entre un nivel y otro. Esta perspectiva se complementa cuando se asocia al ciclo de vida de los estudiantes, quienes van definiendo o condicionando sus opciones de escolarización en relación con su inserción al mercado laboral, con los incentivos y apoyos familiares que los motiven a seguir en la escuela, así como con el costo de oportunidad de permanecer en ella, las uniones y embarazos tempranos, entre otros aspectos que acompañan la continuación o el abandono escolar”.
Al secretario Nuño esos niños marginados de la educación no le importan, porque ni siquiera sabe cuántos son y menos dónde están, lo único que le interesa es ir a las escuelas primarias cercanas al edificio donde él despacha, así no se ensucia los zapatos y tiene el favor de una prensa que sí lo acompaña para tomarle la foto.
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