Este noviembre se ha convertido en un mes de resistencia y oposición al Tratado de Asociación Transpacífico (TPP, por su sigla en inglés) en México y en toda América. El viernes 4, en el marco de la Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo, diversas organizaciones y personas de todo el hemisferio levantaron la voz contra la ratificación del TPP, y denunciaron también el ataque sistemático contra las democracias en América Latina, y rechazaron el caos actual en el que nos ha colocado el modelo neoliberal en sus crisis profunda.
En el caso de México, se advierte cómo la ratificación del TPP se traduciría en un retroceso en el cumplimiento de las obligaciones del Estado en materia de derechos humanos, pues deja completamente desprotegidos los derechos laborales, los saberes y territorios de los pueblos indígenas y originarios, el cuidado del medio ambiente, el acceso a la salud para los sectores de mayor atención prioritaria, y que se ven afectados por los intereses de las empresas farmacéuticas (entre los cuales se encuentran las personas con VIH), la libertad de expresión y la privacidad en internet, y la soberanía alimentaria al imponer patentes de semillas, impulsado por grandes trasnacionales, entre las cuales destaca Monsanto.
Es igualmente alarmante la creación de mecanismos supranacionales (tribunales internacionales), en donde las empresas pueden demandar a los Estados que “afecten” sus inversiones, o bien que a juicio de ellas mismas les generen impedimentos para la seguridad en sus inversiones económicas. Así, en estos tratados comerciales se genera un mecanismo que tira por la borda la soberanía de los pueblos y países, y deja en total descuido el derecho humano a decidir sobre el bienestar al que se aspira, las formas de cómo hacerlo y organizarlo, así como decisiones del presente y futuro de un determinado país.
Nos enfrentamos a la negociación del TPP en un país como México que ya vive una crisis en materia de derechos humanos. Por ello, diversas organizaciones campesinas, sindicales, de derechos humanos, de derechos digitales, entre otras, han denunciado, por medio de una confluencia, agrupada en la Convergencia México Mejor Sin TPP, todos los riesgos que ese tratado conlleva. También han exigido por diversos medios al Estado mexicano, que no se ratifique sin que sea puesto bajo escrutinio de la ciudadanía, especialmente de los pueblos indígenas y originarios.
Para expresar su postura en contra de este tratado, en el que se ven implicados 12 países, la Convergencia México Mejor Sin TPP convocó a una concentración en el Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México, señalando cómo la ratificación del TPP sepultaría las victorias de las luchas sociales por los derechos humanos y por una vida digna y plena para todas y todos. Se evidenció al TPP como “una nueva embestida neoliberal que intenta revertir la derrota sufrida en la aprobación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y los avances logrados por los gobiernos progresistas en el cono Sur de nuestro Continente. Ahora pretenden, los de arriba, consolidar un modelo neoextractivista depredador”.
Esto es especialmente preocupante en la medida que vamos dando cuenta, alrededor del mundo y de manera especial en el Continente Americano, cómo las posturas de la derecha más extrema se han impuesto de diversas maneras: el arribo de gobiernos neoliberales en Brasil y en Argentina, el no a los acuerdos de paz en Colombia, el reavivamiento de los discursos de odio promovidos por la derecha religiosa y ultraconservadora contra las personas LGBTTTI, y, más recientemente, por el ascenso del republicano Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos.
Las personas y las organizaciones que nos oponemos al TPP hemos señalado que en este tratado se encuentra implícita la estrategia de Estados Unidos –a pesar de la supuesta negativa de Donald Trump a su aprobación–, de algunos gobiernos de la Unión Europea (UE), de otros países con poder económico en el mundo y de las grandes empresas trasnacionales para defender sus intereses en Latinoamérica y en Asia; además, busca confrontar y blindarse ante el avance económico de China y otras economías emergentes. Esto es más claro al considerar que dentro de esta estrategia se encuentran otros tratados de libre comercio, como el Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), negociado entre Estados Unidos y la Unión Europea; el Comprehensive Economic and Trade Agreement (CETA), negociado entre Canadá y la UE; y el Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA), enfocado en los mal llamados “servicios”, como son el agua y la energía eléctrica, por ejemplo, y donde están tomando parte alrededor de 23 países.
Por todo ello, tanto el viernes 4 como el martes 8 de noviembre de 2016 (día en que se realizó una marcha de la embajada de Estados Unidos a la sede del Senado de la República), la presencia de la ciudadanía en las calles de la Ciudad de México se concentró en exigir al Poder Legislativo, responsable de la ratificación del TPP, que se detuviera la estrategia neoliberal plasmada en este tratado, por medio de un documento redactado entre las organizaciones de la Convergencia y entregado al Senado, y donde se esgrimen una serie de exigencias que incluyen la consulta amplia e informada a la ciudadanía –por medio de una consulta popular establecida en el marco jurídico mexicano–, la generación de estudios independientes sobre los impactos del TPP y la respuesta puntualmente argumentada de parte del Estado mexicano a la carta que redactaran las y los relatores y expertos de la Organización de las Naciones Unidas, en la cual expresaron a los diversos Estados su preocupación por la garantía, respeto y vigencia de los derechos humanos ante la posible ratificación de este tratado. Además de señalar que no podemos aceptar las simulaciones que se llevan a cabo en las audiencias públicas durante este noviembre, pues no son de ninguna manera mecanismos idóneos y adecuados para la consulta de temas que implican derechos y asuntos de interés nacional.
Desde los movimientos sociales que han despertado contra el TPP (por fortuna no sólo en México, sino en Chile, Perú, Japón, Nueva Zelanda, Canadá, Estados Unidos, entre otros) se ha señalado la urgencia de cuestionar el paradigma neoliberal de desarrollo y acumulación de capital, que se traduce en despojo de los pueblos, privación de libertades democráticas, impedimento de una vida digna para las personas y falacias de que el libre comercio beneficiaría a todas los países de igual manera. Hoy es más que evidente la crisis del neoliberalismo en el mundo.
El TPP y los demás tratados de libre comercio que se discuten actualmente son sólo una expresión de la intensión que grupos privilegiados y empecinados en la ganancia y el lucro tienen de mantener el actual estado de las cosas a rajatabla, en estos últimos años de manera evidente y frente a la crisis que enfrenta la Organización Mundial de Comercio (OMC) en su supuesto intento de hacer un mundo y su comercio más multilateral.
Sería un error ver al TPP de forma aislada. En todo el mundo, y de manera particular en nuestro Continente, se pueden ver y sentir las reacciones de grupos y movimientos sociales ante los sistemas de opresión, despojo y exclusión, que han estado luchando por otro mundo posible, y que no están únicamente representados entre las filas de actores históricos (sindicatos, campesinas y campesinos, pueblos indígenas y originarios, movimientos urbanos, etcétera), sino que también se ven implicados e interpelados ahora movimientos feministas, en defensa de derechos digitales, personas de la diversidad y la disidencia sexo-genérica, movimientos de pacientes, movimientos con amplía participación de juventudes, entre otras.
La situación actual marcada por el ascenso de un pensamiento ultraconservador, aderezado por las fuerzas políticas y económicas colisionadas en la crisis del neoliberalismo, interpela directamente a la sociedad en general y, por supuesto, al movimiento social en su carácter local y global para revertir esta situación de crisis. La pregunta sigue siendo: ¿qué hacer? Y en la respuesta estamos implicadas e implicados todas y todos aquellos a quienes históricamente se nos ha excluido, todas y todos aquellos que desean un mundo justo y digno. En este proceso de lucha renovada estamos todas y todos aquellos que creemos que otro mundo es posible. Hagámonos cargo.
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