Con la jornada electoral del pasado 30 de julio, el pueblo venezolano dio al mundo una lección masiva de dignidad y conciencia revolucionaria, asestando un duro revés a los miembros de la derecha que bajo los mandatos del gobierno estadunidense se han prestado a desempeñar el papel de vergonzantes comparsas en contra de un modelo de nación libre e independiente.
Los 8 millones 89 mil 320 votos computados en favor de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) son la prueba inobjetable de la decisión democrática, soberana y mayoritaria de una nación que desde hace años viene resistiendo los ataques sistemáticos de los intereses trasnacionales que anhelan como valioso botín el abundante petróleo que guarda el subsuelo venezolano.
Es hora de pedirle a estos consorcios internacionales, con Estados Unidos como orquestador de la desestabilización tanto en Venezuela como en aquellas naciones que no aceptan plegarse a sus proyectos geopolíticos, que deben quitarse las caretas y dejarse de patrañas: ni a estos ni a los opositores al gobierno de Nicolás Maduro les interesa el bienestar de las mayorías venezolanas, su objetivo es y seguirá siendo apropiarse de las riquezas naturales de las naciones subdesarrolladas.
Quienes a nivel internacional vociferan contra el gobierno de Venezuela desearían que en el país sudamericano aconteciera algo similar a lo registrado en México con las reformas estructurales diseñadas de acuerdo a los planes de expansión de las multinacionales. La reforma energética es el mejor ejemplo de este legalizado saqueo en aras del progreso y la globalización. El petróleo en México ha dejado de pertenecer al pueblo y la negativa de Maduro a ceder sus ricos yacimientos a las trasnacionales es lo que mueve los planes injerencistas para derrocar su gobierno.
Por eso la jornada cívica donde la mayoría de los venezolanos apoyaron a su presidente ha puesto en evidencia a los lacayos del imperialismo y a sus bufones y chacoteros que en América Latina les han hecho segunda como son los casos de los expresidentes mexicanos Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa.
Ambos personajes acudieron por separado a foros y eventos organizados por la oposición venezolana para tratar denostar a un régimen del que deberían de aprender algo de nacionalismo. En el más elemental de los sentidos comunes resulta mera chacota las exigencias de democracia, justicia y respeto a los derechos humanos que esta dupla de pillos vociferaron en tierras venezolanas.
El ranchero analfabeta que tiró al caño la transición democrática que los mexicanos le confiaron en las elecciones presidenciales del año 2000, se esmeró en iniciar el deterioro de la economía nacional y, por añadidura, de la política exterior de México, caracterizada en el siglo pasado por el respeto a la soberanía de las naciones y la no intervención. Con Fox, México dejó de ser el valladar de los países hermanos del continente ante Estados Unidos.
Como un indignante recuerdo a nuestra historia contemporánea es aquel episodio registrado en la Cumbre de la Organización de las Naciones Unidas de 2002, celebrada en Monterrey, cuando Fox, en su calidad de presidente de México, hizo célebre la frase que extendió al mandatario cubano, Fidel Castro, de: “comes y te vas”, acatando la orden expresa del presidente estadunidense, George W Bush, para que Castro no estuviera presente en el evento.
Actuando de motu proprio, Fox se mostró como un subordinado del mandatario estadunidense olvidando el respeto que debía a la investidura presidencial por ser el presidente de los mexicanos y anfitrión del evento internacional. Herencia servil que ahora se esfuerzan en continuar nuestros aprendices de diplomáticos.
Fox ha exigido a Maduro respeto a los derechos humanos pero omite decir que en su gobierno no dudó en emplear a las fuerzas federales y castrenses para reprimir movimientos sociales como el de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), durante el gobierno local de Ulises Ruiz; como también el de los comuneros de Atenco que echaron abajo su proyecto sexenal del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
En ambos casos, cientos de hombres, mujeres y niños fueron brutalmente golpeados, muchos perdieron la vida y otros más terminaron en prisión. Claro que los detenidos, a juicio del entonces presidente, no merecieron el calificativo de presos políticos sino alborotadores del orden público. Su único delito: manifestarse.
Con estos antecedentes a cuestas, el exmandatario habla de represión en Venezuela y se autoelogia como demócrata y sinónimo de honestidad, pensando que los venezolanos no saben del fraude electoral que ocultó para que llegara de manera ilegítima al poder su sucesor, Felipe Calderón, y el enriquecimiento inexplicable de sus hijastros, los hermanos Bibriesca, vástagos de su esposa y primera dama, Martha Sahagún. La corrupción en todo su apogeo con el billón de pesos que desapareció de los excedentes petroleros.
Para su desgracia y la de Felipe Calderón, el pueblo venezolano conoce bien de sus estropicios y por ello decidió nombrarlos “personas non gratas”. Imposible que los más 100 mil muertos de la declarada guerra de Calderón contra los narcos puedan ser ocultados al mundo y mucho menos los más de 30 mil desaparecidos durante su gobierno. Calderón también intenta dar lecciones de moral pública y respeto a la legalidad cuando no únicamente dejó a México ahogado en ríos de sangre, sino sumido en el desempleo y la impunidad.
Cual si se tratara de una de las dictaduras latinoamericanas que tanto invocan los “críticos” de Maduro, Calderón sacó de sus cuarteles a los militares, disfrazándolos de policías federales para sacar a punta de metralleta a los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, el 11 de octubre del 2009, por el único delito de defender la soberanía energética del país y el sector eléctrico nacional, propiedad del pueblo de México.
Con la fuerza de las armas y no de la ley, 44 mil mexicanos perdieron su empleo de la noche a la mañana. Esto sí fue una muestra de represión y autoritarismo. Y la muerte de 49 niños y 76 heridos más, con secuelas de por vida, por el incendio de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, del cinco de julio del 2009, es un caso de insultante impunidad para encubrir a una de las propietarias del inmueble que no ofrecía seguridad alguna a los pequeños, Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo, prima de Margarita Zavala, esposa de Calderón y ahora aspirante presidencial. Desgracias para México a las que deben sumarse otros 250 mil millones dólares pesos que su gobierno, al igual que el de Fox, dilapidó de los excedentes petroleros.
Con este séquito de impostores es con los que el gobierno estadunidense, y la derecha internacional, pretenden minimizar la decisión mayoritaria del pueblo venezolano, cuya Asamblea Nacional Constituyente ya está en marcha para que, una vez instalada, el presidente Nicolás Maduro luche con todo para el afianzamiento del proyecto de una nación libre y soberana y la salvaguarda de su riqueza petrolera.
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