Recep Tayyip Erdogan asumió sus nuevas funciones como presidente de Turquía, nuevas funciones tanto por haber sido reelecto para un nuevo mandato como por el hecho que la nueva Constitución turca ya en vigor le concede nuevas prerrogativas en el cargo.
Después de la fastuosa ceremonia realizada en el Palacio Blanco, la enorme residencia presidencial que Erdogan hizo construir para sí mismo, el «sultán» voló a Azerbaiyán y a la parte de Chipre ocupada por Turquía, para mostrar que su imperio se extiende más allá de las fronteras turcas.
En sus diversos discursos, Erdogan ha saludado al público haciendo con la mano el «signo de la rabia» (ver foto) con el que se identifican los miembros de la Hermandad Musulmana desde el derrocamiento de Mohamed Morsi en Egipto. La prensa turca asegura que ese signo fue inventado en aquel momento por el propio Erdogan.
Erdogan ya designó su gabinete, muy reducido, y puso el ministerio de Economía en manos de su yerno, Berat Albayrak, quien estuvo a cargo, a través de su empresa Calik Holding y con una flota de 8 500 camiones cisterna, del transporte del petróleo robado por el Emirato Islámico (Daesh) en Siria e Irak [1].
Todos los ex colaboradores del ex primer ministro, Ahmet Davutoglu, han sido depuestos de sus cargos.
[1] «La familia Erdogan y el Emirato Islámico (continuación)», Red Voltaire, 3 de noviembre de 2016.
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