El «Día de Jerusalén», instituido por el imam Khomeini, se caracterizó por la realización de gigantescas concentraciones en Irán y por manifestaciones de gran envergadura en Argelia, Bahréin, Irak, Siria y Yemen. Los oradores participantes denunciaron el llamado «Trato del Siglo» de la administración Trump en medio de un contexto caracterizado por la agravación de las tensiones entre Washington y Teherán.
Pero, contrariamente a lo que afirman los comentarios publicados en los medios árabes, iraníes y occidentales, las diferentes sensibilidades existentes en el «Eje de la Resistencia» se expresaron de manera contradictoria. Desde 2013, se ha creado la impresión de que existe un bloque ideológico al que pertenecen Irán, Irak, Siria, el Hezbollah y los movimientos palestinos, pero cada uno de esos actores expresó en esta ocasión su propia particularidad y las razones que determinan su oposición al Estado de Israel.
En Irán, país que dispone de la fuerza militar más importante, el Guía de la Revolución, el ayatola Ali Khamenei, proclamó que la liberación de Al-Quds (denominación árabe de Jerusalén) constituye un deber para todos los musulmanes, una manera de ver las cosas que ha venido apartando de ese conflicto –prácticamente universal– a todas las potencias no musulmanas, lo cual perjudica gravemente la causa palestina. El ayatola Khamenei, prosiguió subrayando que, según una profecía chiita, la «entidad sionista» desaparecerá del mapa a más tardar en 25 años, argumento que ni siquiera se dirige a todos los musulmanes sino sólo a los chiitas.
Irak, por su parte, aprovechó la realización en Riad de la cumbre de la Organización para la Cooperación Islámica para recordar que comparte con Irán una larga frontera y subrayar que prevenir la guerra en la región es fundamental para su propia estabilidad.
Siria, que –contrariamente a lo que se afirma en Occidente– no es vasallo de Irán ni mantiene relaciones fluidas con Teherán, anunció –no a través de un miembro del gobierno sino por boca de un alto funcionario– que proponía servir de mediador entre Washington y Teherán, proposición que sorprendió al gobierno del presidente iraní Hassan Rohani y dejó perpleja a la administración Trump.
En realidad, la alianza militar irano-siria no se basa en un objetivo ideológico común sino en una realidad geopolítica indiscutible. Después de la Segunda Guerra Mundial, el secretario de Estado estadounidense, John Foster Dulles, viajó a Damasco para respaldar el Tratado de Cooperación Militar (frente a Israel) entre el presidente sirio Adib Chichakli (probritánico y de origen kurdo) y el shah iraní Mohamed Reza Pahlevi (también probritánico).
En Líbano, el Hezbollah denunció el proyecto estadounidense de «Tratado del Siglo» y expresó su apoyo a Irán. El secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah, subrayó que ese plan estadounidense no podrá ser impuesto a los palestinos si estos están unidos. Pero hablar de unidad entre los palestinos equivale a recordar que están tremendamente divididos.
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