Luego de haber descuidado las investigaciones sobre los cuidados médicos para las personas contagiadas con Covid-19, concentrándose sólo en la concepción y compra de vacunas, las potencias occidentales se ven ahora inmersas en una serie de rivalidades.
Sólo Estados Unidos y el Reino Unido disponen actualmente de vacunas propias, desarrolladas bajo los mandatos del presidente Donald Trump y del primer ministro Boris Johnson. Mientras tanto, la Unión Europea carece de al menos una vacuna propia y depende por entero de vacunas desarrolladas y producidas en países que no son miembros de esa entidad supranacional.
Los Estados miembros de la Unión Europea se ven así ante dos duras realidades:
– la primera es que los países de la Unión Europea se hallan en un estado de subdesarrollo científico;
– la segunda es que Londres ha vuelto a su política imperial anterior a sus tiempos de miembro de la UE.
Desde que se concretó el Brexit, el primer ministro británico Boris derrocó en secreto al presidente Evo Morales, en Bolivia, para apoderarse de las reservas de litio de ese país; ocupó la isla de Socotra; instaló una base militar en el Estrecho de Bab el-Mandeb; apoyó a Turquía contra Armenia en el Alto Karabaj y obtuvo un acceso privilegiado a las reservas de petróleo de Azerbaiyán.
Por su parte, Estados Unidos –que, después de la entronización del presidente Joe Biden, había anunciado una reanudación de su cooperación con sus aliados tradicionales y su supuesta intención de organizar, con el G7, la distribución mundial de vacunas contra el Covid-19– no ha tardado en mostrar la realidad de esos bellos anuncios: Washington se ha negado a recurrir a sus reservas estratégicas de vacunas para ayudar a la Unión Europea.
A pesar de todo lo anterior, la Unión Europea –en virtud de los tratados en vigor– sigue siendo enteramente dependiente de la OTAN, o sea de los países anglosajones.
La Comisión Europea, que había asumido el control de las vacunas en la UE –lo cual es una violación de los tratados europeos– ha decidido ahora suspender el uso de la vacuna de AstraZeneca, invocando para ellos razones de naturaleza sanitaria. Sin embargo, la Agencia Europea de Medicamentos –único organismo europeo competente en la materia– había aprobado esa vacuna y no ha revocado su decisión al respecto. El hecho es que la Comisión Europea está tratando al mismo tiempo de ocultar su propia ilegalidad y de vengarse del Reino Unido por haber salido de la Unión Europea.
En este momento, 4 Estados miembros de la Unión Europea (Alemania, España, Francia e Italia) han firmado acuerdos con Rusia para producir la vacuna rusa Sputnik V.
De hecho, la rivalidad entre el Reino Unido y la Unión Europea debería terminar bajo la “aplanadora” de la OTAN. De no ser así, la Unión Europea y la propia OTAN acabarían disolviéndose y sus antiguos miembros terminarían cayendo bajo la dominación de Estados Unidos y del Reino Unido.
En todo caso, parece que el equilibrio del “orden mundial” depende del impacto del Covid-19.
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