La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos presentó su informe sobre el conflicto en la región etíope de Tigray. Aunque señala que han podido comprobarse numerosos crímenes perpetrados en Tigray, ese informe exonera al gobierno etíope de toda intención genocida o del uso del hambre como arma de guerra.
El primer ministro etíope, Abiy Ahmed Alí (ver foto), es un militar miembro de la etnia omoro –por largo tiempo discriminada a pesar de ser la más importante del país– y se le otorgó el premio Nobel de la Paz en 2019 por su acción en favor de la paz entre Etiopía y Eritrea.
Por su parte, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el biólogo Tedros Adhanom Ghebreyesus, es miembro de la etnia tigray y dirige desde Ginebra el envío de armas a la rebelión iniciada por su tribu en la región de ese nombre.
El representante especial del presidente estadounidense Joe Biden para el Cuerno de África, el embajador Jeffrey Feltman, fue director de Asuntos Políticos de la ONU y desde ese puesto supervisó la guerra contra Siria, garantizando financiamiento y armamento a los yihadistas que trataban de derrocar el gobierno sirio. Ahora está orquestando la crisis en Sudán.
Las acusaciones contra el gobierno etíope, ampliamente difundidas por los grandes medios de prensa internacionales y ahora desmentidas por el informe de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la ex presidente de Chile Michelle Bachelet, se iniciaron después de la expulsión de una misión enviada a Etiopía por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
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