Durante los últimos años ha habido un aumento considerable en el consumo de productos «biológicos». Estos productos se caracterizan por ser obtenidos de forma natural, sin los aditivos que la industria alimentaria utiliza de forma profusa.
Hoy en día no podemos estar seguros respecto a casi nada de lo que comemos. Los vegetales crecen gracias a fertilizantes y se evita que sean consumidos por insectos mediante la utilización de pesticidas. Con la carne el asunto es peor. Los animales reciben tratamiento hormonal, químico, médico (principalmente antibióticos) para que su crecimiento sea más rápido, acumulen más agua en sus carnes y no enfermen.
Una vez muertos, la carne es, en muchas ocasiones, tratada químicamente para que perdure por más tiempo. Por si eso fuera poco, resulta que "gracias" a una alimentación totalmente antinatural a base de harinas provenientes de desechos animales (recordemos que las vacas son herbívoros) el consumo de vacuno nos puede volver literalmente locos.
Aunque el número de casos de "vacas locas" es relativamente escaso, la gente puede empezar a pensar en que después de todo pagar un poco más por un filete de ternera criada a golpe de prado verde puede resultar rentable.
Pero volvamos a las plantas. Uno de los puntos fuertes en el desarrollo y comercialización de productos "biológicos" de huerta es que se han desarrollado en un ambiente libre de pesticidas. Para muchos, esto puede carecer de sentido, ya que los insecticidas sólo matan a los bichos... y... ya se debe saber que no producen daños en humanos... La triste realidad es que cada día aparecen nuevas pruebas que rebaten esto dos puntos.
El grupo del Dr. Greenamyre, en la Universidad de Emory (Atlanta, EE.UU.) ha publicado esta semana en la prestigiosa revista Nature Neuroscience un artículo en el que se demuestra que ciertos insecticidas pueden causar graves daños neurológicos (Nat. Neurosci., diciembre 2000, vol. 3, pg 1301-1306). En este caso se ha descubierto que la exposición a rotenona, un insecticida de uso muy extendido, está relacionada con el desarrollo de la enfermedad de Parkinson.
Es un tema grave, dado que la rotenona se utiliza hasta en jardines domésticos y, por lo tanto, cualquier persona puede estar expuesta a este agente tóxico. Desde hace algunos años, diferentes estudios han relacionado la utilización de pesticidas con el desarrollo del Parkinson.
El trabajo de Greenamyre y colaboradores sólo ha confirmado unas sospechas que se tenían desde hacía algún tiempo. Ahora sólo hace falta saber cuántos años pasarán hasta que las autoridades pertinentes prohiban la utilización de este tipo de sustancias.
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