Tradicionalmente, desde siempre, los partidos políticos han sido representados por símbolos o imágenes para su mejor identificación popular. En Estados Unidos el Partido Republicano tiene en su estandarte un voluminoso elefante mientras que los Demócratas se reflejan en un afable borrico.
De manera que entre un asno y un paquidermo ha girado por años la política en Estados Unidos sin que a ninguno de los afiliados o dirigentes de esos partidos les haya preocupado nunca el verse representados por animales. Claro, que solo se trata de símbolos, lo que no quiere decir que todos los Demócratas sean burros ni que los Republicanos sean elefantes. Poro también es cierto que algunos del partido de los elefantes se comportan como paquidermos en una cristalería y que dentro del partido del burrito, de que los hay, los hay.
Se dice que el elefante es el animal más poderoso de la selva, capaz de arrasar con todo a su paso sin que nada ni nadie sea capaz de detener sus desenfrenados impulsos. Y de los burros se dice algo menos halagador como es que se le tiene como al animal más terco y bruto que acompaña al hombre sobre la tierra. De manera que escoger entre un elefante y un burro no resulta nada alentador para el pueblo americano. Hay quien dice que casi siempre, con el de cursar del tiempo los caricaturizados se llegan a parecer a sus caricaturas de manera que los Republicanos se comportan como elefantes y los Demócratas cada día son mas burros.
La presidencia de George Bush, quizás aguijonada por los trágicos sucesos del once de septiembre refleja una conducta de arrebatados impulsos guerreros muy propio de los elefantes cuando heridos en su orgullo de animal prepotente, da rienda suelta a todos sus irracionales instintos. Es la vocación imperial la que determina la conducta. De Ahí la posición obsesiva por desatar una guerra contra Irak a pesar de que el resto de las naciones del mundo prefieren las soluciones más humanitarias para resolver los conflictos internacionales por medios diplomáticos. Nada, que en la práctica los Republicanos se han trasmutado en el animal que los representa.
En el caso de sus rivales Demócratas parece haberles ocurrido otro tanto. En política, mas burros no han podido ser. Del Partido poderoso de otros tiempos en que los Demócratas contaban con el respaldo de la inmensa mayoría de los trabajadores norteamericanos, de los negros y los otros sectores sociales, hemos visto como han perdido ese apoyo popular o ante la falta de verdaderos líderes que siguiendo la tradición de un Franklin Delano Roosevelt o un John Kennedy despierten el entusiasmo y la esperanza del pueblo americano por un destino mejor
La indecisión y la cobardía en sus dirigentes es lo que ha llevado al Partido Demócrata al desastre. Han perdido su razón de ser. No han sido capaces de adoptar una línea consecuente con su tradicional historia de partido al servicio de las causas populares en contraposición a lo representado por los Republicanos, que ha sido el partido de los ricos, de los poderosos, de los grandes intereses del capital financiero sin pocas o ninguna preocupación por aquellos sectores más pobres de la sociedad. Nada, que los Demócratas con el tiempo, se parecen cada día mas al burro de su caricatura.
Y mientras los Republicanos, actuando como elefantes en una cristalería pretenden dominar al mundo mas por el poderío militar que por el convencimiento racional y persuasivo, los Demócratas, los que debieran ser la alternativa, como oposición sabia y contenedora de los instintos irracionales de un paquidermo imperial, se comportan como dóciles borricos arrastrados por el elefante.
¡Quo Vadis Domine! ¡A dónde vas señor! Por ese camino, entre burros y elefantes, al desastre, al desastre vamos señor.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter