Una disparidad básica entre los bandos en pugna en Venezuela es su quantum de paciencia. La oposición carece totalmente de ella mientras los bolivarianos la tienen en cantidad superlativa y por eso lo han resistido todo. A cada derrota la oposición emerge más y más obsesa. Es una falta de paciencia al borde de lo patológico. Al decir de Alí Rodríguez Araque (Presidente de PDVSA) la oposición no tiene estrategia sino obsesión. La obsesión ofusca y el enemigo te puede medir a sus anchas para el contraataque.
La oposición lo ha intentado todo, como el Coyote del Correcaminos. Ha agotado el catálogo de Acme: paros, golpes, desobediencia civil y tributaria, focos de insurrección urbana, también llamados «guarimbas», y un largo etcétera, todo acompañado por la trituradora mediática privada, esas cámaras que no parpadean ni de día ni de noche. Cualquier tema es propicio para sus andanadas. No solo denuncian irregularidades del gobierno, casi siempre inventadas, sino lo que ha ido arreciando en los últimos tiempos: el racismo, estupidez que delata la decisión de no contar ya más con el pueblo que el populismo hipnotizó durante 40 años.
Como dan por descontada una salida de facto, no les interesa ya si la mayoría de piel oscura se ofende. Luego de seis años de campaña, no han logrado mermar la popularidad de Chávez, que más bien parece aumentar.
Pero es, como se ha dicho tanto, una oposición borbónica, que ni olvida ni aprende. Si no entiendes esto que digo, o no te es útil si lo entiendes, es porque eres de oposición.
El periodista Carra, declaró cuando lo llevaban al patíbulo durante la Revolución Francesa: «Lástima, me voy a perder la continuación». Eso podrían haber dicho los muertos de este proceso, utilísimos a la hora del combate de los vivos; por eso renunciamos aquí al inventario macabro de cuál lado ha puesto más mártires en esta batalla que la paciencia le está ganando a la impaciencia.
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