El inminente llamamiento a un referendo revocatorio presidencia es, para Chávez, una clara victoria del pueblo y la democracia. Para quienes han seguido de cerca este proceso, es un hecho más dentro de la normalidad democrática que vive este país, lo que casi nunca se refleja en la propaganda divulgada por los medios masivos de comunicación comerciales, al servicio de los grandes intereses económicos trasnacionales.
Quizá esta diferencia «pírrica» de apenas 15 mil firmas, ha logrado que la oposición entre definitivamente por el camino de la democracia, haciendo uso de las grandes ventajas de la Constitución de 1999, tras transitar los poco democráticas sendas de un golpe de Estado, la muerte de muchos venezolanos, el sabotaje petrolero y graves daños económicos y sociales.
No es que la oposición haya juntado la voluntad de la mayoría de los ciudadanos venezolanos: recorrió un largo y difícil camino para totalizar la firma del 20% de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral.
Atrás quedaron millares de solicitudes anuladas, a muertos resucitados, extranjeros y menores de edad firmantes del revocatorio, y también las famosas cédulas de identidad clonadas. El CNE rechazó cientos de miles de firmas fraudulentas y ordenó la verificación de más de un millón.
Sin duda, es una buena oportunidad para que todos los sectores del archipiélago opositor abandonen el camino del golpismo, del sabotaje, de la conspiración y el paramilitarismo, ya que se demostró que la voluntad de las mayorías es transitar el sendero abierto de esta nueva democracia -no formal, no virtual, sino real y protagónica- a través del respeto de las instituciones.
Pese a que la campaña mediática nacional e internacional querían presentar a Chávez como autoritario y antidemocrático, el mandatario reiteró que su gobierno respetará lo que dictamine el CNE así como el resultado del revocatorio, pero también llamó a sus adversarios a seguir tal comportamiento.
Lo cierto es que fue este mismo gobierno el que impulsó las reformas constitucionales que dejaron en manos del «soberano» -el pueblo- la decisión de poder revocar los mandatos de cualquier cargo electivo, dejando atrás los largos períodos de impunidad para quienes eran elegidos y después traicionaban a los pueblos uniéndose a las élites.
Para convocar un referéndum revocatorio presidencial se debían juntar el 20% de firmas del padrón electoral.
Fue el propio Chávez, quien en la noche del jueves le anunció al país que está listo para dar la batalla en un próximo referendo que podría sacarlo del poder, luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio luz verde para la consulta en la que el gobernante anticipó no será derrotado.
Chávez reiteró que respetará el resultado del plebiscito, cuya fecha no fue anunciada pero que estaba inicialmente previsto para el 8 de agosto. «Amigas y amigos es sólo una nueva batalla y lo que nos espera es una nueva victoria», dijo en el discurso en el que mostró una replica de la espada del líder de la independencia Simón Bolívar y leyó pasajes bíblicos.
Y, nuevamente, en las afueras de la sede del gobierno decenas de miles de «chavistas», en su mayoría gente humilde de los barrios caraqueños, se congregaron desde temprano para respaldar al líder de una «revolución bolivariana», pacífica y democrática.
«Debo decirles a ustedes (...) que aquí en mi alma, que aquí en mi mente, que aquí en mi espíritu, no tengo ni la más mínima pizca de una derrota. Yo aún no he jugado, ahora es cuando comienza el juego», agregó Chávez al calificar al referendo como «una victoria» de la democracia participativa y protagónica que él impulsa. Asimismo pidió a sus seguidores condenar cualquier hecho de violencia. «El camino es la paz», sentenció.
Luego de la cadena, Chávez salió del palacio para saludar a sus seguidores, que ondeaban banderas y gritaban consignas a favor del presidente de discurso de izquierda quien insistió que no es «dictador» ni «tirano», como aseguran sus enemigos.
El CNE había anunciado previamente que aún sin totalizar todas las actas había más de las 2,44 millones de firmas que se requerían para activar la consulta, luego de un proceso de ratificación de rúbricas que concluyó el domingo y que constituyó la última oportunidad de la oposición para cumplir el mínimo requerido.
«Se han obtenido 2.451.821 firmas. Esto expresa una tendencia clara con respecto a la posibilidad de convocatoria de revocatoria de mandato al presidente de la República», dijo Jorge Rodríguez, vicepresidente de la Junta Nacional Electoral.
Pero para sacar a Chávez del poder, se requiere que al menos 3,8 millones de electores voten por revocar su mandato, en un referendo al que haya concurrido al menos el 25% de los votantes inscritos. Encuestas recientes revelan que Chávez goza de una popularidad superior al 40%, tras cumplir cinco años en el poder.
«Llegó el momento estelar y ya podemos afirmar en forma rotunda y clara que, a pesar de todos los tropiezos que nos pusieron, ¡lo logramos!. Logramos el objetivo gracias al espíritu firme del pueblo venezolano», dijo Enrique Mendoza, uno de los líderes de la Coordinadora Democrática, una coalición de los diferentes grupos que componen el archipiélago de una oposición sin liderazgo definido ni proyecto de nación.
La Coordinadora reiteró que el referendo debe realizarse antes del 19 de agosto, para luego -si Chávez es derrotado- ir a unas elecciones presidenciales dentro de los 30 días siguientes. Si el referendo se hace después de esa fecha y el mandatario pierde, la presidencia recaería en el vicepresidente del país -nombrado por Chávez-, quien completaría el período hasta enero del 2007.
Sin dudas, en el ámbito internacional tuvo un profundo impacto tranquilizador la decisión del gobierno de Venezuela de respetar y acatar la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE), habida cuenta que la oposición jamás se pronunció con relación a qué ocurriría si los resultados del máximo órgano comicial les eran adversos.
«Esta batalla va más allá de Venezuela, porque George Bush (presidente de Estados Unidos) está detrás, con sombrero, caballo y bandera negra, y es el verdadero impulsor de los movimientos que arremetieron contra nosotros, pero yo acepto el reto a nombre de todos los venezolanos», dijo el mandatario.
A nadie sorprendieron aquí las declaraciones del subsecretario de Estado de Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos (EEUU), Roger Noriega, quien se adelantó al anuncio del CNE venezolano. Según el embajador venezolano en la OEA, Jorge Valero, «de un modo inadecuado e intervencionista, dijo que si el resultado no favorecía a la oposición, el gobierno de EE.UU. intervendría en Venezuela».
Las declaraciones del funcionario estadounidense provocaron una reacción enérgica por parte del gobierno venezolano al constituir la declaración una afronta a la dignidad nacional. «Es lamentable que algunos sectores saldrían a aplaudir que nuestro país fuera invadido».
Valero señaló, asimismo, que habrá que examinar la participación y posición del Centro Carter y de la OEA como observadores del proceso de verificación de firmas, «porque ha habido deslizamiento hacia la pérdida de objetividad y sindéresis».
Sobre el saliente Secretario General de la OEA, César Gaviria, Valero dijo que hacía comentarios del lado de las preocupaciones que expresa la oposición. «A él le preocupa que el CNE no emita prontamente los resultados, pero no le preocupa que la oposición no haya dicho todavía que reconocerá los resultados si estos le son desfavorables».
Para Valero «Hay una gran expectativa internacional entre los países de la OEA, y más allá de ellos, porque aquí se juega de alguna manera el destino de América Latina y del Caribe, y no estoy exagerando. Estamos viviendo un proceso de emergencia social y política en todo el continente, porque ha colapsado un modelo político prevaleciente, el neoliberalismo, y cuando se intenta construir -en el mismo caso con éxito, en otros con dificultades-, opciones que tengan un contenido humanístico y que establezcan una verdadera equivalencia entre democracia y justicia».
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