Uno de los dueños del Perú, el banquero de los banqueros, Dionisio Romero Seminario, compareció ayer sentado en un banquillo. Y asombra la fotogenia mostrada. Romero parece hecho para el banquillo y el banquillo corresponde a su augusto morador ocasional. Si aquí existiese justicia valiente, a este hampón habría que meterle 100 años a la cárcel. La trilogía Dionisio, banquillo y las rejas comienza a escribir la antología de una crónica vergonzosa.
Los abogángsteres que se encargan de reproducir las sugerencias-órdenes de Romero ahora pretenden enjuiciar a los vocales que interrogan a su patrón. No puede negarse que estos pobres infelices sí que saben cumplir su deber. Además, nadie pone en duda ¡de ninguna manera! la generosidad compra-conciencias que tiene el banquero de los banqueros cuando se trata de pasar por el aro a los venales.
En audacia que sólo provoca risa y conmiseración sostiene Romero que la salida de Montesinos, años atrás, era un tema de urgencia nacional y que él contribuyó patrióticamente con ese propósito. ¿O sea que la solidaridad de los delincuentes fue hecha pública entonces? Yo supuse que San Dionisio era más inteligente y menos estúpido.
Alguna vez en estos años me hicieron llegar un mensaje presuntamente de él: decía que era un bastardo pero que me respetaba. Contesté que lamentaba no poder decir lo mismo y sostuve que él era -y es- un miserable, ruin y aprovechador del Perú y que su hábitat era alguna de las cárceles peruanas.
Acabo de estar en Puno y conocí Yanamayo. Con un buen equipo de calefacción, el asunto queda confortable. Mientras que el Perú no sepa castigar a todos sus dueños anticholos, insolentes, déspotas que aún viven en la Colonia y en la republiqueta de juguete que hemos sido -y seguimos siendo- persistirá el poder del dólar dictando las leyes a través de parlamentos vasallos, gobernantes mediocres y fieles mozos de cuanto se elucubre en otras oficinas, sedes del genuino poder corruptor y vendepatria disfrazado de tecnócrata y liberal. Como es improbable que alguna justicia condene, aunque sea por finta, a San Dionisio, su puesto en Puno sigue vacante.
Algunos aceleran sus latidos y escandalizan cuando se habla de fusilamientos y castigos ejemplares. Por ejemplo, ¿no sería interesante sacar, montados en burro, a tanto legiferante mediocre, incapaz de enfrentarse al poder real que representan los grupos económicos? Si el Perú está como está, es porque pandillas de hampones y delincuentes, lo han gobernado así y lo han postrado al nivel de colonia y campo de experimentación de fumigaciones, tropas extranjeras, privatizaciones y concesiones.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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