¿Bastaría con proclamar lo que se viene enunciando con el nombre de refundación de la república? Pareciera que esta acción tendería a pavimentar el camino de un nuevo comportamiento como sociedad y con un Estado a cargo de ¿quiénes? ¿los ilustres imbéciles que hemos visto en el Parlamento, en el gobierno, en la burocracia, en los partidos políticos, en los medios de comunicación? ¿O no se va haciendo urgente reconocer que quienes están desde hace 25 ó 30 años en alguna posición, lo único que han hecho es fracasar y empobrecer al país moral y económicamente?
El Perú es el país de las grandes elucubraciones. Somos capaces de analizar hasta el hartazgo. Pero también somos ineptos a la hora de declinar apetitos de parroquia para juntarnos en el gran proyecto nacional que brilla por su ausencia. Acaso el único experimento más importante y que juntó entre sus filas a cholos, indios, mestizos, blancos, negros o amarillos, fue el Apra que remeció la conciencia nacional con su aparición en 1930. Pero, eso es sólo un recuerdo. Hoy, por confesión misma de Alan García, el antiguo Partido del Pueblo, es más una burocracia laboral que un conjunto político.
Si los que están son los responsables de todas las desgracias nacionales, ¿qué puede cambiar como para que en una Asamblea Constituyente no hagan lo mismo que siempre, es decir, fracasar de nuevo? ¡No hay ninguna garantía moral o intelectual que así lo insinúe! ¿Entonces de qué refundación se habla si los vectores del supuesto cambio son los que han dado forma al monstruoso estado de cosas en que vive el Perú?
Hay sin duda advenedizos, delincuentes de ningún pasado democrático y cómplices de todas las dictaduras. De abuelos, a padres, de éstos a los nietos, no son pocas las generaciones de monreros los que habitan en la política nacional. Su afán es de permanecer con los vínculos directos o indirectos que los ligan al negocio y al aprovechamiento de ocasiones. Su patriotismo es nulo y su dignidad inexistente. Hoy vivan a Toledo, como ayer a Fujimori y antes a García. Se casan con todos porque con ellos sí hacen dinero. El pueblo es una preocupación inexistente para estos.
Echar del Congreso a sus actuales inquilinos y no investigarlos sería un error. Lo propio con los responsables irresponsables de la administración Toledo. Un juicio de residencia pidió semanas atrás Javier Valle Riestra. Y no parece faltarle razón.
Da pena y asco ver cómo aparecen los escándalos y ¡lo que es peor! advienen las sospechas que hay peces gordos metidos en los intríngulis. Y no sólo son los oficialistas, aquellos que dijeron ser de oposición han permitido con la vista gorda más de un desmán. Unos y otros, merecen el escrutinio riguroso de un soberbio y ejemplar castigo en las urnas.
¿De qué refundación de la república, hablamos?
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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