Las declaraciones de Peter De Shazo en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS), tienden a confirmar la tesis, sostenida por el gobierno, que relaciona la situación política venezolana con el cuadro estratégico internacional. Con su afirmación sobre una intervención norteamericana en Venezuela, sí el referéndum revocatorio no es "libre y transparente", el Subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos está señalando claramente la intención de Washington de actuar unilateralmente, como lo hizo en Irak, en caso de que el resultado de la consulta sea adverso a sus intereses geopolíticos.
Y el despliegue informativo, liderado por las editoriales del Washington Post y el New York Times del 12 de junio, que apuntan sobre la incertidumbre de los resultados, considerando las decisiones del CNE sobre la fecha y el método de escrutinio, preparan el terreno para semejante injerencia.
Visto así el problema, este acto electoral de naturaleza profundamente democrática, se transforma en un escenario estratégico para la confrontación entre el unilateralismo, con su concepción de la pax americana impuesta por las fuerzas militares de los EE.UU., frente al multilateralismo que propugnan los actores más significativos del Sistema Internacional.
En esas circunstancias, los ciudadanos no van a votar por proyectos políticos competitivos para resolver los problemas de la comunidad política. Van a elegir entre un orden mundial sustentado en la vieja tesis del Imperio Universal, con la coacción como instrumento: y, uno apoyado en la idea de la organización mundial, con el derecho como medio de acción. Pero la elección no será libre.
Y en este caso, la libertad no la restringirá el gobierno, como lo sugieren las editoriales mencionadas. Este no ha sido capaz de controlar la disidencia al orden constitucional ni por la coacción, ni por la persuasión. La traba será el terror desarrollado conjuntamente por la maquinaria comunicacional controlada por Washington y el formidable -aun cuando no tan efectivo- aparato militar.
El problema para la Casa Blanca es que Venezuela no depende como El Salvador de las remesas de los inmigrantes nacionales. Tiene una relativa autonomía estratégica proporcionada por su carácter de exportador petrolero. Pero ella es inútil sin una apropiada estrategia, que incluye tanto el logro de un consenso nacional para garantizar la seguridad del Estado, como unas alianzas internacionales sólidas que balanceen la relación profundamente asimétrica.
Y los signos no muestran la existencia de tal plan de acción. Lo que exhiben son medios para el encuentro inmediato, sin considerar el mediano y el largo plazo. Es la primacía de la acción táctica sobre la praxis política. De modo que con ese marco, la estrategia del terror tiene posibilidades en un medio donde reinan la incertidumbre y la desconfianza. Por lo general, la gente prefiere la paz de los sepulcros a la irresolución de la libertad.
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