En lugar de estar dando declaraciones anodinas que huelen a excusas burocráticas, los “negociadores” del TLC del Perú con Estados Unidos, debían de colgarse de la valiente demanda de los 1100 campesinos de Choropampa contra Newmont en Denver, Estados Unidos. En buen romance: ¿qué esperan estos funcionarios para exigir que la preservación del medio ambiente sea una realidad también en el Perú por parte de las empresas norteamericanas?
Si el TLC y su negociación, que hasta hoy tiene un tufo secretista y bastante vasallo, se plantea para exigir que una de las condiciones sea que se apliquen los mismos cuidados del medio ambiente que se estipulan en territorio estadounidense, entonces habríamos acorralado a varias empresas de ese país que hacen en Perú lo que les da la gana. Sólo porque han coimeado y comprado autoridades, alcaldes, parlamentarios y ministros para convertir al Perú en tierra de nadie. Con tal que se saque el mineral. ¡Así de simple!
Yanacocha es una empresa contaminadora. Sus turiferarios, bien pagados, han pretendido ocultar el daño ecológico que con sus relaves y extracciones esta mina ha perpetrado en Cajamarca. Y se han valido del vil dinero. El alemán-peruano Reinhardt Seifert ha denunciado duramente la complicidad que múltiples sectores han prestado a los desmanes de Minera Yanacocha.
¿Quién puede oponerse al progreso? ¡Sólo un imbécil! Pero no es posible pretender un desarrollo para minorías privilegiadas en detrimento de los campos y ríos del Perú. A la larga, en no más de 15 años, Cajamarca podría convertirse en una ciudad fantasma con poblaciones migrantes hacia la Costa, Chiclayo, Piura y Trujillo, lo que trasladaría el problema social hacia estas zonas. Y hasta hoy el impacto es impredecible.
¡Eso y no otra cosa es lo que está haciendo Yanacocha! El enriquecimiento de las cifras macro del Perú son espectaculares. La pregunta es: ¿quiénes y cuántos se benefician con este supuesto boom? La respuesta es: poquísimos, en especial, los grandazos que lograron sus concesiones con trampas y gracias a su alianza vergonzosa con la dictadura delincuencial de Fujimori.
Si los campesinos de Choropampa ya están en Denver litigando con Newmont, entonces se sienta un precedente que años atrás en un ejercicio sumamente imaginario nos permitimos pergeñar: ¡si Telefónica de España, dueña de su filial estafadora en Perú, cotiza sus acciones en la Bolsa de Nueva York, por tanto está dentro de la legislación norteamericana, entonces se la podría enjuiciar en el país de Lincoln por agio, usura, estafa y latrocinio masivo contra los cientos de miles de usuarios robados por esta mala empresa!
Lo que ayer fue idea oportuna, hoy toma cuerpo porque los choropampinos ya están litigando en cortes norteamericanas. Sería interesante que las agremiaciones ciudadanas que dicen proteger los intereses de los clientes, pensaran sobre esta veta que puede discurrir por una realidad similar a lo de Choropampa en Denver, Estados Unidos. A los ladrones hay que perseguirlos por todo el mundo.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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