Kukoc del Carpio, el mismo que recibía elogios de la prensa bien -o sea de PAT y el rentado Cayetano Llobet y de otros canales- se reveló en su exacta dimensión: se zampó dos millones al bolsillo, puso primera, segunda, cuarta y en las alas del misterio / emprendiste raudo vuelo, como dice el bolero.
Pero como no hay avivada que dure tres meses ni Kukoc que lo disfrute, el ex ministro fue descubierto. Y en ese descubrimiento se descubrió que él actuó consecuentemente con las enseñanzas de Goni: es decir tomó lo que es de Bolivia (dos milloncicos) y se mandó a jalar.
El jueves 18 de diciembre, en la portada de El Diario, Freddy Soruco, comandante departamental de la policía (Santa Cruz) dijó: “Cuando la policía llega al hotel Buganvillas (donde está hospedado Kukoc) para citarlo, nos manda decir que no está”. Es decir, Kukoc sigue intocable en una suite cinco estrellas. La policía lo busca, pero cuando toca a su puerta él responde: “No estoy, llokjallas del carajo”, y listo.
Ahora, el método sólo le conviene a Kukoc; si otro hombre cualquiera hace lo mismo cuando lo busca la policía, le revientan la puerta y el alma. Así que no lo intenten. Para hacerse el vivo hay que tener amigos grandes, principalmente de esos que están en el gobierno. Y aquí volvemos sobre un viejo tópico: ¿Carlos D. Mesa, el historiador, se anima a torcer la historia o no? ¿Se anima a romper con sus ex amigos o no? ¿Los meterá a la cárcel o sólo los pondrá en el congelador esperando a que pase el tiempo y todo se diluya?
Para mí, para mi gustito, Mesa es un historiador a la violeta, puro mambo. No conoce su objeto de estudio. Hay una página memorable escrita por Agustín Aspiazu donde se mienta una carta en que Murillo -sí, el de la tea- le dice al capitán realista Clemente Díez de Medina que elija entre el auténtico servicio a la patria y la preservación de una lealtad mal entendida.
Lo mismo vale para Mesa: es tiempo que decida entre romper definitivamente con el gonismo o servir asolapadamente a los intereses del prófugo y de sus ministros. Aquí volvemos otra vez al borgeano tema del traidor y el héroe: ¿Cuál de ellos quiere ser Carlos Mesa? Dígalo ahora, dígalo De Cerca.
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