Uruguay el pequeño más grande de todos. Así como en noviembre hubo un martes para la derecha norteamericana, la izquierda estuvo de fiesta el domingo 31 de octubre en ciuatro países de Suramérica: Venezuela, Brasil, Chile y el pequeño gigante del Oriente.
El más próximo a nosotros por la extensa frontera y por los lazos históricos y afectivos, Venezuela, consolidó la revolución bolivariana, al obtener 20 de las 22 gobernaciones y la alcaldía Metropolitana de Caracas. La oposición terminó derrumbándose sola. Es de tal magnitud la disputa por los intereses individuales de la vieja oligarquía, que el vicepresidente, José Vicente Rangel, declaró que Venezuela necesita con urgencia "una oposición seria y democrática". Y los analistas señalan que a Chávez le va a tocar hacer de Gobierno y de oposición, para evitar que el aplastante poder adquirido "degenere y asfixie su propia revolución".
En Brasil, el Partido de los Trabajadores, del obrero metalúrgico, Luis Ignacio Lula da Silva, no sólo ratificó sus mayorías, sino que avanzó en la conquista de nuevas alcaldías y gobernaciones, aunque tuvo dos pérdidas sensibles. Una simbólica: Porto Alegre, la cuna del Foro Social Mundial. Y una real: Sao Pablo. En estas dos ciudades las mayorías fueron para las fuerzas opositoras.
En Chile, en elecciones generales para alcaldías y gobernaciones, la Concentración Democrática del presidente socialista Ricardo Lagos, obtuvo el 47.14 por ciento de los votos, superando a la derechista Alianza por Chile, que alcanzó el 40.23 por ciento de los sufragios. La izquierda, representada en la coalición Juntos Podemos, de la que hace parte el Partido Comunista y el Partido Humanista, tuvo un significativo ocho por ciento de los votos.
Y finalmente, sucedió lo previsto en los sondeos de opinión, y lo anhelado por la inmensa mayoría del pueblo: República Oriental del Uruguay cambió de conductores. Este pequeño gran país, de 176.215 kilómetros cuadrados, y de 3.600.000 habitantes aproximadamente, desde el día de su independencia, acaecida en 1825, es gobernado por los dos partidos políticos históricos: el blanco y el colorado. Esta coalición bipartidista todavía tiene cuatro meses de mandato, pues a partir del 1 de marzo de 2005, otro colectivo político ocupará su lugar. Será el "Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría", ganador indiscutible de las elecciones el pasado primero de noviembre.
La historia de la coalición vencedora en el Uruguay, hunde sus raíces en la década de los sesenta del siglo XX. En efecto, en 1962 el dirigente sindical socialista, Raúl Sendic, inspirado en el rebelde indio Túpac Amaru fundó el Movimiento Nacional de Liberación del Uruguay, -Tupamaros-, a partir de la unificación de diversos núcleos socialistas aislados de las distintas tendencias políticas. En un principio los Tupamaros dirigieron huelgas obreras, pero desde 1968 emprendieron otras formas de lucha urbana, y en 1971 expidieron un programa que contenía entre otros, estos puntos: expropiación de las industrias, comercio y bancos de capital extranjero, distribución equitativa de la riqueza, enseñanza gratuita y reforma judicial. La organización experimentó un rápido y masivo crecimiento, pero a finales de 1972, el movimiento estaba prácticamente desmantelado. Sendic, los restantes dirigentes y más de 3.000 militantes fueron detenidos, torturados y confinados en campos de concentración.
Sin embargo, en pleno auge, en 1971, los Tupamaros concurrieron con otras fuerzas a la fundación del Frente Amplio, el cual recogió dos de los tres sectores de la izquierda uruguaya: comunistas y socialistas. Por fuera de esta primera coalición tan sólo quedó el movimiento anarquista. Pero el Frente, no sólo era amplio de nombre, sino en su esencia. De él hizo parte, desde el principio, la Democracia Cristiana, sectores escindidos de los partidos tradicionales, ex ministros y el general de las fuerzas armadas, Liber Seregni, de larga y destacada trayectoria. Seregni fue el primer candidato del Frente a la presidencia de la República. Luego vendrían las estrellas del fútbol a engrosar sus filas. En la década de los ochenta el Frente Amplio participó en un referendo para pedir la abolición de un fuero especial de los miembros de las fuerzas militares, y aunque perdió esta consulta, logró la unificación del pueblo: en esta ocasión llegó a la coalición la segunda gran fuerza, el Encuentro Progresista. Un poco más tarde se sumó Nueva Mayoría. Y desde 1990 la coalición de izquierda administra la ciudad de Montevideo, que tiene la mitad de la población de todo el país. Así unificadas estas fuerzas disidentes, lograron frenar las privatizaciones mediante otro referendo, en el que obtuvieron el setenta por ciento de los votos.
Con el anterior acumulado histórico de la izquierda, llega a la presidencia del Uruguay el médico oncólogo, Tabaré Vásquez, de 64 años y con un programa de 200 puntos, de los cuales él mismo destaca los siguientes: lealtad institucional, crecimiento económico, pleno empleo, protección social, ambiente sostenible y proyección internacional con fortalecimiento del Mercosur. Vásquez conquista el poder acompañado por la mayoría del Parlamento, corporación que lidera uno de los fundadores del Movimiento Tupamaro, José Mujica, de 70 años, el más querido y votado por el pueblo uruguayo. Se trata de un pequeño campesino cultivador de flores, a quien los celadores no querían dejar estacionar su moto en el parqueadero oficial, en 1995, cuando se estrenó como legislador, vistiendo pantalón y camisa de paisano.
Los distintos matices de la izquierda colombiana tienen mucho que aprender del histórico domingo de octubre. Por lo pronto, lograr la unidad alcanzada por las fuerzas progresistas en el pequeño gran país del Uruguay, y crear un liderazgo tan vigoroso como el de Venezuela o Brasil. Sólo así podrá atajar las ambiciones mesiánicas del único títere incondicional que Bush tiene en nuestro Continente.
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