Como todos los colombianos sabemos, la Corte Constitucional declaró exequibles el acto legislativo número 2 de 2004 –reelección del presidente Uribe– y su denominada “ley de garantías”.Así que, el país se prepara para otra “fiesta democrática”. Pero a juzgar por todo lo ocurrido desde marzo de 2002 hasta hoy, serán unas “paraelecciones”. Así lo atestiguan hechos y declaraciones: de Carlos Castaño, de Vicente –su hermano– de Mancuso, de los uribistas, de los liberales, de los izquierdistas, las simuladas del presidente Uribe, las de Ernesto Báez, las del Comisionado de paz y el condicionamiento de la propia Corte Constitucional.
Si el conjunto de hechos relacionados con el paramilitarismo ocurridos en Colombia en los tres últimos años, hubiesen acaecido en cualquier otro país del mundo, se habría producido un levantamiento con una fuerza tan impetuosa y violenta, que habría arrastrado hasta con la catedral de Roma. En Colombia no, quizá por tres razones. En primer lugar, porque el pueblo, es decir, los miserables y excluidos están luchando encarnizadamente con su entorno geográfico y social para no morir de hambre y de falta de abrigo. En segundo lugar, porque ningún dirigente de quienes van del centro a la izquierda, y que la vida les ha dado todo para hacerlo –formación intelectual, base social e independencia económica– se atreve a asumir un liderazgo para este mundo contemporáneo y tangible. Y en tercer lugar, porque el establecimiento en todas sus expresiones, pero especialmente los medios de comunicación –de mala fe– se hallan ciegos, sordos y mudos.
Carlos Castaño, en la página 237 de Mi confesión, dice que él no actuó sólo, que lo hizo bajo las instrucciones del “Grupo de los Seis”. ¿Quién conformaban ese grupo? Para tener una pista, habrá que preguntárselo a la cúpula del DAS. Según lo dicho por Castaño significa que los paramilitares –como lo pensamos los malpensantes–, vendrían a ser un brazo armado del establecimiento. Sin embargo, de acuerdo con lo que sucede hoy, ya no son las fuerzas del establecimiento las que dirigen a los paramilitares, sino los paramilitares los que orientan, conminan y le dan ultimátum hasta al propio presidente de la República. Esto no es un decir, basta observar la prensa diaria, los semanarios, escuchar y ver la radio y la televisión. Claro, estos medios de comunicación –salvo contadas excepciones de columnistas o informes especiales– no hacen denuncias o análisis críticos, ni les abren los ojos y los oídos a los usuarios para orientar la opinión pública como es su obligación, sino que se limitan a presentar la noticia, como algo normal, y en el peor de los casos a exaltar la imagen y las actitudes de los criminales.
Quien desee escribir una nota o un ensayo sobre la coyuntura, no tiene que estrujar su inteligencia, ni lanzarse a hacer un trabajo de campo para averiguar qué está pasando allá en el bajo mundo de las infiltraciones paramilitares. Basta seguir las noticias. El rigor científico solo consiste en poner los pies de página. Y de acuerdo con esos pies de página, en marzo y mayo de 2006, Colombia asistirá a “paraelecciones”. Y si de poner pies de página se tratara habría que escribir unos cien tomos, varios de los cuales dedicados sólo a las crisis simuladas, para hacerle creer a la opinión pública, que hay dos partes en disputa, en confrontación y en negociación. A falta de espacio, a continuación un par de citas de pies de página, de lo que será este proceso “paraelectoral”.
Toda Colombia y buena parte del mundo sabe que el 35% del Congreso elegido en marzo de 2002 tiene el respaldo de los paramilitares, porque así lo señaló su vocero en ese momento, Salvatore Mancuso. Sin embargo, Vicente Castaño le dijo a la revista Semana (No. 1.205): “Creo que podemos afirmar que tenemos más del 35% de amigos en el Congreso. Y para las próximas elecciones vamos a aumentar ese porcentaje de amigos”.
“Subirá el 35% de amigos de las Auc en el Congreso”, es el título de la página de opinión de El Tiempo, del domingo 11 de septiembre de 2005 que dirige Yamid Amat. En ese reportaje las representantes a la Cámara Eleonora Pineda y Rocío Arias, dijeron: “Mancuso y Vicente Castaño hablaron de que tenían un 35 por ciento de amigos en el Congreso, pero nosotras pensamos que es más”. Las representantes se quejaron de que el día en que Juan Manuel Santos conformó “el movimiento uribista nos causó gran dolor y sorpresa. Dolor porque nos vetó y sorpresa porque incluyó a Zulema Jattin. Celebramos eso; lo que no celebramos es la falta de lealtad porque no fue solidaria con nosotras. Ella lleva también un desmovilizado en su lista”. La legisladora Pineda agregó en ese reportaje: “Yo veo a Mancuso en un ministerio; hay que reconocerle a Ernesto Báez, Jorge 40, Adolfo Paz y a otros comandantes, que son inteligentes y capaces”.
Después del “operativo” que montó el Gobierno, con 10 aeronaves y 1.200 hombres para capturar a “Don Berna”, las tropas oficiales no pudieron dar con el paradero del prohombre, pero un buen día apareció el Alto Comisionado, Luis Carlos Restrepo con el “fugitivo” del brazo, porque la nobleza de “Don Berna” lo llevó a entregarse a las autoridades. De ahí en adelante, “crisis y ultimátum” entre paramilitares y Gobierno es a diario. El Gobierno le asigna una hacienda por cárcel a “Don Berna” y los Estados Unidos piden en extradición al jefe paramilitar. El presidente Uribe niega la extradición del comandante narcoparamilitar, y El Tiempo (viernes 30 de septiembre de 2005, pág. 1-3) titula: “No envío de ‘don Berna’ primera desilusión de EU”. Y el desarrollo de la noticia el embajador de USA, le recuerda a Uribe, que si el tema de la extradición no es negociable, no puede haber impedimento para llevarse ‘don Berna’.
Y el sainete continúa. Para calmar la ansiedad de los Estados Unidos, el presidente Uribe ordena la reclusión de “Don Berna” en la cárcel de Cómbita, pero ahí sí viene el ultimátum de verdad de los paramilitares a Uribe. ¿Cómo es que el Inspector General de las Auc es encarcelado como cualquier delincuente? El presidente Uribe se encuentra entre la espada y la pared: “Ente Washington y Ralito”, titula su editorial El Espectador (9-15 de octubre de 2005), para significar que el jefe de Estado se halla en medio de dos poderes el de Bush y el de “Don Berna”. El semanario señala que “se ha llegado al punto previsible pero ya ineludible de tener que escoger entre Washington y Ralito”.
En ese pulso, entre dos bandidos, el de allá y el de aquí, ganó Ralito, pues “Don Berna” no fue extraditado. Como una migaja para soliviar los jugos gástricos de USA, “Don Berna”, es trasladado a Itagüí. Entonces El Tiempo (martes 11 de octubre de 2005, pág. 1-4) titula: “Uribe cede, ‘Berna’ a Itagüí”, y tres semanas más tarde (martes 1 de noviembre, pág. 1-4) el mismo diario de los Santos, titula: “Llegada de ‘Berna’ disparó extorsiones”. ¡Qué bobada la de los Santos! Se necesita más dinero para cuidar al “Señor”.
Pero todo no concluye ahí. Falta la penúltima amenaza. Esta es una perfecta orquestación entre Báez y el Comisionado de paz. No parece un ultimátum de Báez a Uribe, sino una intimidación conjunta de paramilitares y Gobierno a la sociedad. Veamos. Báez, la noche del 8 de noviembre pasado por RCN-TV, dio a conocer dos novedades, que Colombia y el mundo sabían, desde siempre. Primero, que entre los paramilitares y el gobierno de Uribe, no ha existido negociación. Segundo, que si Uribe no acepta las condiciones que imponen los paramilitares, ellos “se vuelven contestatarios”. Claro, hasta esa noche, paramilitares y Estado era la misma cosa. El chantaje agrega, que al volverse contestatarios “tendrán muchas coincidencias con las Farc”. Y el comisionado Restrepo le dijo a Semana (nov.14-21/2005. Edición 1.228): “Si este proceso fracasa, las autodefensas se van a convertir en una organización armada antiestatal”. Finalmente, en estos pies de página, es preciso citar el condicionamiento que puso la Corte Constitucional en el fallo de la ley de garantías: los paramilitares no podrán participar en política. Pero ¿qué autoridad garantiza lo ordenado por la Corte, si hasta el DAS está “parainfiltrado”?
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