Las elecciones presidenciales en EE.UU de noviembre 2004 muestran gravísimas irregularidades. Dos millones de votos han sido eliminados por los poderes institucionales del establishment. Nadie habla de fraude. El gran reportero norteamericano Greg Palast nos informa y nos explica cómo funciona la «máquina democrática»
en el país de las libertades.
En febrero de este año, Ken Blackwell, el secretario de estado de Ohio, comentó a su presidente del senado de su estado que: «la posibilidad de unas elecciones reñidas con las tarjetas de perforación como el dispositivo principal de votación del estado invita a una calamidad semejante a la de la Florida.»
Blackwell, copresidente de la campaña re-electoral de Bush-Cheney, no estaba advirtiendo a su compañero republicano de un desastre, sino jactándose de la oportunidad de ganar Ohio para el equipo de Bush, independientemente de los deseos de los votantes. Y la mayoría de estos deseaban que ganara JFK (John F. Kerry) y no GWB (George W. Bush). Pero la preferencia de estos electores no cuentan porque sus votos no serán contados. (Ver la investigación sobre los Skull and Bones para comprender la situación de las elecciones en el estratégico estado de Ohio. El gobernador Bob Taft, George W. Bush y John Kerry son miembros de una sociedad secreta del poder).
Los votos que suman una mayoría a favor de John Kerry en Ohio - y en Nuevo México - se encuentran ocultos en dos escondites republicanos: votos «estropeados» y votos «provisionales».
Ohio estropeado hasta la podredumbre
La democracia estadounidense oculta un oscuro secreto. En una típica elección presidencial, dos millones de votos son simplemente tirados a la basura marcados «estropeados» sin contarse. Si hurgamos en este contenedor hallaremos algo especial acerca de estos votos que se pudren allí. En un cuidadoso análisis condado por condado, de la contienda de Florida en el año 2000, la Comisión de Derechos Humanos de EEUU descubrió que un 54% de los votos en el contenedor de votos estropeados fueron emitidos por afro-norteamericanos. Y la Florida, Dios nos ampare, es un caso típico.
A nivel nacional, el número de votos negros que se desaparecen engrosando la pila de votos estropeados es de aproximadamente un millón. El otro millón que no se cuenta corresponde principalmente a las circunscripciones de hispanos, indígenas norteamericanos y blancos pobres. Es una democracia decididamente demográfica.
Los republicanos de Ohio, encargados simultáneamente tanto de la campaña por obtener votos para Bush como de las normas estaduales para el conteo de los votos, obstinada y sistemáticamente aseguraron que la pila de votos estropeados fuera más alta que la Casa Blanca.
El estropeo de votos viene en dos sabores. Existen «sobrevotos» -tarjetas ponchadas muchas veces - y «subvotos». Aquí nos encontramos con los pedazos de cartón que al ser ponchados han quedado colgantes, abultados o «preñados». Son el resultado del uso de viejas y disfuncionales máquinas de perforar tarjetas, en las que el pedazo de cartón no se desprende, sino que se queda colgado. Las máquinas no pueden leer esto, pero nosotros los humanos, que sabemos distinguir lo que es un hueco, no tenemos problemas para leer estas tarjetas... si se nos permite: «Así fue como Katherine Harris derrotó a Al Gore, mandando a detener el conteo a mano de las tarjetas perforadas estropeadas no, como generalmente se piensa, deteniendo el recuento».
¿Cuales son los pedazos de perforaciones que se quedan colgando? En la Florida en el año 2000 los investigadores federales descubrieron que los votos de los electores negros se estropean un 900% más de veces que los de los blancos, debido fundamentalmente a errores en las tarjetas de perforación. Los republicanos de Ohio encontraron estas diferencias raciales muy atractivas. Ese estado fue el único de cincuenta que se negaron a eliminar o a arreglar estas máquinas engullidoras de votos, incluso so pena de ser demandados por la ACLU.
Al parecer, a los republicanos de Ohio les place lo que halló la ACLU. El peritaje de este grupo por los derechos civiles concluyó que la condenada insistencia de Ohio de obligar al 73% de sus electores a usar máquinas perforadoras de tarjetas tenía un abrumador sesgo racial, anulando los votos mayormente en las circunscripciones.
Blackwell no está en desacuerdo; y espera arreglar la máquina... en algún momento después de la próxima toma de posición de George Bush. Mientras tanto, el fiscal general del estado, Jim Petro, republicano, pospuso estratégicamente la fecha del juicio del caso de la ACLU hasta después de las elecciones.
Arreglar una máquina perforadora de tarjetas es barato y fácil. Si Ohio hubiera simplemente colocado una máquina para leer tarjetas perforadas en cada colegio electoral, como lo hizo Michigan este año, los electores podrían haber revisado para asegurarse de que su votos serían contados y de no ser así obtener otra tarjeta.
Blackwell conoce esto, como también sabe que de haberse instalado las máquinas lectoras, casi todos los 93 mil votos estropeados, abrumadoramente demócratas, hubieran reducido la brecha de la ventaja de 136 mil votos obtenida por Bush.
El voto provisional de Jim Crow
Agréguele a los votos estropeados un Segundo grupo de votos sin contra, los votos «provisionales», y hete aquí que la Casa Blanca hubiera cambiado de color tornándose azul demócrata.
Pero eso no sucederá debido a la forma peculiar de contar los votos o, con mayor frecuencia, de no contarlos. El voto provisional, introducido por ley federal en 2002, fue diseñado especialmente para electores de color. Fue propuesto por el Grupo de Congresistas Negros para salvaguardar los derechos de los que eran borrados indebidamente de las listas de electores, pero, en los estados decisivos controlados por los republicanos, este se convirtió en un voto discriminatorio con pocas probabilidades de ser contado.
Contrario a lo que sucede con los votos reales, estos se cuentan de acuerdo con el capricho y las reglas de los principales funcionarios electorales; y en Ohio, eso virtualmente le da al secretario de estado Blackwell el poder de vetar los votos.
El señor Blackwell tiene algunas reglas para asegurarse de que una buena cantidad de votos provisionales no se cuenten. Por primera vez en la historia, el secretario de estado ha prohibido que se cuenten los votos emitidos en las circunscripciones «indebidas», aunque todos los barrios comparten el mismo presidente.
Más de 155,000 electores de Ohio fueron desviados hacia el uso de estos votos de segunda clase. La balanza de la votación con el uso de las boletas provisionales se inclinó hacia el resultado directo a que apuntaba la estrategia nacional republicana, la cual estaba dirigida a contrarrestar un reto masivo por parte de los electores Afro-norteamericanos.
Esta ha sido la primera vez en cuatro décadas que un partido político ha obstaculizado sistemáticamente -y con éxito en este caso- el acceso de cientos de miles de electores negros a las urnas. En una investigación realizada para la cadena BBC de televisión, obtuvimos tres docenas de listas confidenciales o de «enjaulamiento» su título por hoja de cálculo que incluía nombres y direcciones de electores a los que se pretendía bloquear bajo cualquier pretexto.
Supimos que cada una de las direcciones de los miles de personas que aparecían en estas listas republicanas se encontraba en circunscripciones de mayoría negra. Uno puede definirlo como algo sucio y racista. También puede constituir un delito.
Antes de 1965, las leyes Jim Crow en el «Sur Profundo» no les prohibían a los negros votar. El juego segregacionista se ponía de manifiesto más bien exigiéndoles solo a los afro-norteamericanos requisitos técnicos de votación. Ese año, el Congreso voto a favor de que hacer perfiles o impedir el voto de las minorías, incluso con un pretexto legal, fueran delitos penales al amparo de la Ley de Derechos Electorales.
Pero eso no detuvo a los republicanos del 2004. Sus legalmente ilegítimo cuestionamiento masivo de los electores negros no es un truco bajo y sucio de los mercenarios locales del partido. Los correos electrónicos que obtuvimos muestran que las listas fueron copiadas directamente para el jefe de investigación del Comité Nacional Republicano y al director de una campaña estadual.
Muchos de los cuestionamientos se centran en los cambios de direcciones. En una lista republicana de «enjaulamiento», 50 direcciones cambiadas de Jacksonville al exterior, soldados afro-norteamericanos enviados allí.
No hay que adivinar las preferencias que aparecen en los votos provisionales. Los republicanos se lanzaron en un ataque de cuestionamientos a gran escala. Mientras que los demócratas juraron atenerse a la tradición de dejar que los electores voten.
Blackwell ha dicho que contarás todos los votos provisionales válidos. Sin embargo, sus estrictas regulaciones, como la nueva regla de «adivine su circunscripción» tienen el propósito de eliminar los suficientes electores para mantener la escasa ventaja de Bush. Otras maniobras pre-electorales realizadas por los funcionarios republicanos - purgas tardías e improbablemente grandes de las listas de electores, rechazo de los registros - maximizaron el uso de los votos provisionales que no serán jamás contados.
Por ejemplo, un elector a quien erróneamente se identifique como delincuente de delito grave sin derecho al voto (y existen muchos en esa categoría, fundamentalmente afro-norteamericanos), perderán su voto aunque hayan sido identificado erróneamente.
Kerry no cumple
Resultó alentador que durante su campaña, John Kerry haya roto la política que parece prohibir que se mencione públicamente el color de los votos que no se cuentan en Estados Unidos: «No nos digan que en la democracia más fuerte del mundo lo mejor que podemos lograr es un millón de afro-norteamericanos sin derecho al voto». El senador le prometió a la convención de la NAACP: «Este noviembre, vamos a asegurarnos que se cuente hasta el último voto».
Pero esta semana, Kerry se convirtió en el primer senador de la historia en romper una promesa de su campaña después de haber perdido las elecciones. El senador esperó menos de 24 horas para abandonar a más de un cuarto de millón de electores de Ohio que aún esperaban que se les contaran sus votos provisionales y sus votos de tarjetas perforadas estropeadas.
Aunque decepcionante, comprendo el frío razonamiento para no llevar la lucha hasta el final. Para contar los votos, los abogados de Kerry tendrían primero que exigir un conteo a mano de las tarjetas perforadas. Blackwell, armado con dictamen de la Corte Suprema sobre el caso Bush v. Gore, indudablemente haría lo mismo que Kate Harris deteniendo o restringiendo el conteo a mano.
Lo más desalentador de todo es que el equipo Kerry tendría también que litigar en corte todos y cada uno de los votos provisionales rechazados, según me informó un fiscal general estadual. Esto significaría localizar a más de 100 mil electores para que atestiguaran su derecho al voto, con Blackwell cuestionando a cada uno en una cartuchera repleta de regulaciones del viejo manual de Jim Crow.
Dadas las pocas probabilidades de éxito y el costo para su carrera política, Kerry cedió, no por voluntad del pueblo, sino por la voluntad del poder de la maquinaria republicana de Ohio.
Aún tenemos que contar aquí el total de votos perdidos en los votos por correo extraviados, en poco confiables conteos mediante pantallas de contacto, en las purgas de electores legales de los registros y otros juegos desarrollados en los estados decisivos. ¿Pero para que vamos a detenernos en esto? Nuestros superiores de la elite política y mediática nos han dicho que nos sobrepongamos, que sigamos.
Los despojos de la guerra electoral clasista se los llevan los victoriosos. Como se jacta en su propio sitio web el ambicioso secretario de estado. «La última vez que me interesé por ella», dijo Blackwell, «Katherine Harris no estaba en una cola de comida para los pobres, está en el Congreso.»
Nuevo México se inclina por Kerry - pero ¿quién cuenta?
¿Por qué arremeter contra Ohio? Lo mismo ocurrió en Nuevo México donde los votos de los electores hispanos (simpatizantes de Kerry dos de cada tres) se estropean a un ritmo 5 veces más rápido que los de los electores blancos.
Súmense los sorprendentes 13 mil votos provisionales en el Estado Encantado - repartidos como caramelo a los electores hispanos, no blancos, de acuerdo con un directivo de la campaña por votar de la iglesia católica -y Kerry ganará en Nuevo México. Solo hay que contar los votos.... pero eso no sucederá.
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