Cada vez que se crea un organismo de integración en América Latina, desde la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) hasta la Comunidad Andina de Naciones (CAN), pasando por el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) o el Pacto Andino se leen excelentes notas periodísticas en las que, después de recordar al Congreso Anfictiónico de Panamá, se recuerda con fervor a nuestros políticos y pensadores que buscaron concretar la idea de la Patria Grande.
Con la Comunidad Sudamericana de Naciones (COSUNA), parida en el Cusco, el 9 de diciembre último, ocurrió lo mismo, sin que, infelizmente, se hubieran establecido las causas de los fracasos anteriores. Recuérdese que Bolívar concibió la unidad de América Latina (AL) como una acción defensiva frente a la expansión estadounidense. Es célebre su frase en la que sostiene que EEUU parece destinado por la providencia a sembrar nuestras desgracias a nombre de la libertad. Así desahució al “pan-americanismo” (unión de EEUU con AL), comparado con el ridículo intento de lograr la convivencia, en la mismo estanque, del tiburón y las sardinas.
Una de las causas de los descalabros residió en que sus abanderados enfrentaron al capital financiero internacional en forma aislada. Los resultados fueron trágicos. En Bolivia, Busch se suicidó en 1939, Villarroel fue colgado de un farol de la Plaza de Murillo de La Paz en 1946, Torres fue asesinado en Buenos Aires con dos balazos en la cabeza en 1976. En Chile, Balmaceda se suicidó en 1891 y similar decisión adoptó en Brasil Getulio Vargas en 1954. También en Bolivia, Hernán Siles Zuazo tuvo que acortar su mandato por pretender no pagar la deuda externa. En Perú, Alan García fue aplastado políticamente por repetir esa experiencia. La dividida AL sufrió decenas de invasiones. Solo recordemos ahora la ejecutada por la CIA contra Guatemala, en 1954, o la que padeció la República Dominicana, en 1965.
El intento más compacto de alcanzar el ideal bolivariano tuvo lugar a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, cuando Ovando en Bolivia, Velasco Alvarado en Perú y Allende en Chile trataban de avanzar en su independencia económica. Si resistían, hubieran contado con el concurso de Héctor Campora de Argentina. Infelizmente, Washington, con el irracional concurso de la ultra izquierda y la indiferencia de otros gobiernos de la región, acabó con ese proyecto.
COSUNA tampoco tiene homogeneidad frente al imperio. Lula y Kirchner, la columna vertebral del MERCOSUR, resisten la agresión de EEUU, que trata de imponer el ALCA con el proteccionismo para sus agricultores. Sin embargo, Lula, en la misma reunión del Cusco, advirtió a Bolivia, a nombre de PETROBRAS y de las transnacionales que no se tolerará que Bolivia modifique los contratos petroleros firmados por 40 años y que succionarán los hidrocarburos de Bolivia a precios de barrio chino. Kirchner, como vocero de la española REPSOL, pretende pagar el gas boliviano con “trueque” de baratijas, como ya se hizo en 1965, año en que se recibió “carritos agrícolas”, que dos años más tarde se volvieron chatarra.
Álvaro Uribe canaliza el creciente intervencionismo norteamericano en Colombia. Lucio Gutiérrez de Ecuador, como Alejandro Toledo de Perú, ha cambiado sus discursos de candidato rebelde por conductas obsecuentes ante los organismos internacionales. Carlos Mesa, al igual que sus predecesores, ni siquiera se ruboriza cuando se le dice que es inadmisible que la Embajada norteamericana pague los sueldos de los fiscales antinarcóticos. Los fiscales forman el Ministerio Público que es, por definición constitucional, el representante de los intereses del Estado y de la sociedad en Bolivia.
Los proyectos de integración no pueden comenzar por 40 objetivos diluidos y dispersos. Deberían arrancar de la revolucionaria idea del Presidente Hugo Chávez de Venezuela de estructurar una sola empresa latinoamericana de petróleo, alrededor de la cual se irán estructurando otros objetivos estratégicos, como la conformación de las FFAA bolivarianas, del Fondo Monetario de AL o la articulación de nuestras políticas agrícolas y mineras, en el afán común de preservar la paz, el agua y el medio ambiente. Sin embargo, si un “socialista” como Ricardo Lagos de Chile, acepta que su país sea el Israel del Cono Sur, con una demencial carrera armamentista, poco puede esperarse de los nuevos intentos por concretar los sueños de Bolívar, San Martín y Artigas.
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