Anoche ya estaba en la cama, cuando de golpe oí un sonido. Un pongpongpong en la ventana. Llovió, la primera vez desde hace mucho tiempo. Me encantó. Me acurruqué un poco más en mi cama y durmiéndome me vino la letra de esta canción de Ali Primera: “Qué triste suena la lluvia en los techos de cartón”. Techos de cartón todavía abundan, también en Guatemala. Pero en vista de la historia horrorosa del país, esa canción es demasiado inofensiva.
Justamente hoy se celebra el 25 aniversario de la quema de la embajada española en Ciudad de Guatemala. Unos treinta campesinos de las montañas y estudiantes habían ocupado el edificio, para dar a conocer masacres de los militares estatales, de los que nadie quería saber nada. Aunque los campesinos querían irse de la embajada voluntariamente, los militares tomaron por asalto el edificio, espantaron a la gente en un cuarto, lo cerraron y lo encendieron. Campesinos, estudiantes, colaboradores de la embajada murieron en las llamas. El embajador pudo salvarse. Es el único sobreviviente. Al otro sobreviviente lo habían secuestrado el día siguiente del hospital y fue luego torturado y asesinado.
Familiares de los muertos fueron perseguidos por muchos años, todavía luchan ante la justicia. “La lucha sigue, porque el color de la sangre jamás se olvida”, gritaron el miércoles pasado, acompañados por tambores, en la sala de la universidad, donde en ese entonces se habían hallado los ataúdes. Además, imágenes de un nuevo video: entrevistas con familiares y el entonces embajador, el pueblo, de donde eran los campesinos, el entierro, que se volvió una manifestación en contra de la dictadura, escenas de detención, fosas comunes.
Los militares y los destacamentos de asesinos, instruidos por los Estados Unidos, mataron durante más de 30 años de guerra civil unas 150.000 personas, principalmente mayas. Ninguno de los autores fue condenado. El tratado de paz, que se firmó en 1996, incluyó una amnistía para los asesinos, torturadores y los autores intelectuales del genocidio.
Por eso Rigoberta Menchú, cuyo padre falleció en las llamas de la embajada, luchó en España para que inicien un juicio según el ejemplo del procedimiento contra Pinochet. Allí al final del 2004 se lanzó una orden de detención internacional contra el autor intelectual de la quema de la embajada, el entonces ministro del gobierno Donaldo Álvarez Ruiz, autor de listas de muerte. Desde ese momento está desaparecido. Y solamente en ese mes un juez acá en Guatemala ha reabierto el procedimiento de la quema de la embajada, que se había cerrado en ese entonces después de solamente 36 días y sin juicio. Aparte de Álvarez Ruiz serían involucrados tres ex presidentes guatemaltecos.
Los familiares de los muertos no solamente esperan justicia, ven paralelos con el presente. La tierra todavía se queda en las manos de unos pocos, los otros viven bajo techos de cartón. Guardias privadas vigilan las grandes fincas, suelen tomarse la justicia por su mano matando a campesinos. Como en la última semana en la finca de un ex candidato para la presidencia.
Quería escribir algo para hoy para mi periódico. Pero a mis compañeros periodistas en Munich obviamente no les interesa. De manera que molesto a ustedes con el tema.
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