Las audiencias de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado con relación a la nominación de John Bolton como embajador ante la ONU permiten desenmascarar la campaña para desacreditarlo. Demuestran asimismo la necesidad de reformar el proceso de confirmación de las nominaciones en el Senado, objetivo tan politizado en la actualidad que se ha alejado de su definición constitucional.
Hoy se acusa a John Bolton de haber bloqueado la carrera de un agente de inteligencia, a quien llamaremos «el señor Smith», ya que desaprobaba sus conclusiones. Buena parte de estas acusaciones están en realidad relacionadas con acciones mías, y no de Bolton, y que han sido presentadas de forma indirecta. Es cierto que me quejé en varias ocasiones del trabajo de Smith a sus superiores. Me habría gustado declarar para decirlo pero se negaron a escucharme. Con frecuencia, las audiencias en el Senado se convierten en ocasión propicia para perpetrar asesinatos políticos al destruir a un candidato. Yo mismo fui víctima de ello en 2001. Yo también me vi obligado a soportar los rumores lanzados por cobardes morales.
A Bolton se le acusa de haber querido obtener informaciones confiables y de quejarse de un analista que politizaba sus informes. Bolton es una persona competente que merece ser confirmado en el puesto para el que se le ha propuesto. Esta situación ejemplifica el infame funcionamiento de las confirmaciones de puestos en el Senado y nos recuerda que en tiempos de guerra es nuestro deber sustituir a todos los miembros de los servicios de inteligencia que afectan a los demás con su mal trabajo.
«John Bolton vs. the Moral Cowards», por Otto Reich, Wall Street Journal, 14 de abril de 2005.
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