Tuve que prestar testimonio durante 10 horas en el caso Milosevic. Aún tengo que defender al ex jefe del Estado Mayor de los ejércitos yugoslavos, el general Dragoljub Oidanic. Me asustó el estenograma de mi audiencia, estaba lleno de errores, olvidos, de frases incompletas. Entre el vocabulario militar y la doble traducción simultánea, no queda gran cosa (de mi declaración), debí haber hablado de manera más metódica. En cambio, estoy satisfecho con el vídeo de mis declaraciones. A partir de ese material publicaré una versión literaria de los estenogramas conjuntamente con Nikolai Ryjkov (responsable de la Comisión sobre Yugoslavia en la Duma en aquella época) y Evgueni Primakov (entonces primer ministro).
El fiscal Jeffrey Nice puso en duda nuestras palabras. Nos acusó de haber escuchado ilegalmente a personalidades políticas cuando en realidad escuchábamos a terroristas kosovares, uno de los cuales mantenía, es cierto, conversaciones con Madeleine Albright (se trata de Ibrahim Taci a quien esta había prometido un referendo sobre Kosovo a cambio de su aprobación de la intervención de la OTAN). También tergiversó mis declaraciones y se dio el lujo de decirme que me perdonaba porque crecí en un país socialista y no entiendo la democracia occidental, que soy un eslavo y que estoy obligado a defender a los serbios. Defendí mi honor y el de Rusia.
No hubo genocidio de albaneses en Kosovo. Diferentes albaneses, entre ellos oficiales, me dijeron que vivían bien, que ocupaban puestos, pero que los boievikis les habían pedido que los abandonaran. Se ha demostrado que las narcomafias albano-caucásicas y turcas fueron las que iniciaron la desestabilización de Yugoslavia. El punto central era Pristina. El crac de las pirámides financieras albaneses, en 1996-1997, desencadenó las cosas. Aparecieron armas baratas, explosivos. Esa narcomafia estaba detrás del Movimiento de Liberación de Kosovo. Los servicios secretos alemanes, con ayuda de los turcos, se aprovecharon de la situación.
No existía una posición clara del gobierno ruso con relación a esa guerra. El ministerio de Defensa se había opuesto categóricamente en 1999 al embargo sobre las armas, pero el de Relaciones Exteriores lo apoyó. No hicimos lo suficiente para impedir esa guerra. Pudimos observar los preparativos de la OTAN. En aquella época dije que no habría guerra si las fuerzas yugoslavas eran capaces de provocar pérdidas a su futuro adversario. Sólo la fuerza puede contener a la fuerza.
«В Гаагском трибунале мне пришлось отстаивать честь России», por Leonid Ivashov, Vremya Novostyey, 28 de abril de 2005. Texto adaptado de una entrevista.
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