Rumania va a incorporarse a la Unión y, para festejarlo, ha decidido bajar su impuesto sobre las ganancias de las empresas. Como los vecinos disminuyen sus impuestos sobre las ganancias, Alemania hace otro tanto: el impuesto va a pasar de 38,3% a 32%. En quince años, la tasa promedio de impuesto sobre las ganancias ha disminuido en un tercio en Europa. Eso representa para Francia, en 2005, una pérdida de 17 000 millones (suma equivalente al déficit de la Seguridad Social). Las ganancias no han sido nunca tan importantes y nunca se han disminuido tanto las tasas de imposición. ¿Cómo se van a financiar la investigación, la educación, los retiros o la salud, si se continúa con tendencia a la disminución de los impuestos? La única vez que se vio ese tipo de carrera entre Estados vecinos, fue entre los Estados federados de Estados Unidos en los años 20 y aquello influyó en la crisis de 1929. Desde aquel entonces, y para evitar esa situación, el Estado federal descuenta el 60% de las tasas e impuestos.
La Constitución europea nos prohíba, y es una lástima, crear un impuesto europeo e impide todo movimiento de armonización. La competencia de todos contra todos se convierte en la regla. En su último libro, Jean-Paul Fitoussi condena esa Constitución que haría de Europa el único conjunto del planeta en el que los instrumentos macroeconómicos tradicionales no existen o se prohíben. En momentos en que muchos economistas piensan que nos dirigimos hacia una crisis muy grave, Europa se priva de los medios para reaccionar en caso de choques externos. La deuda estadounidense podría significar el fin del crecimiento mundial. Por consiguiente, es necesario verificar que todos los instrumentos de regulación estén disponibles y bien coordinados, convocar a un nuevo Bretton Woods, crear un impuesto europeo o gravámenes económicos para financiar la investigación (sobre todo en materia energética) y financiar un plan de acción para dividir por dos nuestro consumo de energía desde ahora hasta el 2010. Sería necesario fijar al Banco Central Europeo un objetivo de crecimiento (como la Reserva Federal). Habría además que construir, al nivel europeo, un nuevo contrato social que garantice la división más justa y más favorable del valor añadido al consumo y al crecimiento.
En lugar de ello, se duerme al ciudadano diciéndole que la Parte III del texto no es sino la repetición de los textos existentes. Ese es justamente el problema ya que esos textos tienen 20 años o más. La Historia será sin dudas severa con los que han redactado ese tratado. El liberalismo de unos y la pereza intelectual de otros nos conducen al fracaso. Europa sigue siendo nuestro futuro pero hay que renegociar ese texto. Eso exige un No francés. Los daños causados por el liberalismo son tales que las mentes evolucionan por doquier. Más que constitucionalizar reglas del juego que nos llevarán al fracaso, hay que entablar urgentemente una nueva negociación con quienes así lo desean.
«[Renégocier le traité, sinon l’Europe va dans le mur», por Jean-Maurice Dehousse, Oskar Lafontaine, Pierre Larrouturou y Cesare Salvi, Le Monde, 13 de mayo de 2005.
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