Ha habido muchas discusiones sobre la política que hay que llevar a cabo para «manejar el ascenso de China». Esta expresión en sí denota una visión de una China que evoluciona gradualmente y contra la cual se deberá reaccionar con el tiempo si se convierte en una amenaza. Además, se nos dice que si se trata demasiado rápido a China como enemiga, entonces se comportará como tal. La propia idea según la cual el auge espectacular de China es un fenómeno manejable es un alivio, pero la historia de las potencias no habla en favor de esa hipótesis.
_ Con excepción del manejo del ascenso estadounidense por el imperio británico, nunca el nacimiento de una nueva potencia ha sido bien administrado por las potencias establecidas. Si el caso de los Estados Unidos es una excepción, se debe sin dudas a que los británicos y estadounidenses compartían los mismos valores. Los casos de Alemania y Japón en el siglo XX son ejemplos históricos mucho menos tranquilizadores. Ahora bien, no tenemos ninguna razón para creernos más inteligentes hoy día que los dirigentes de entonces. Después de todo, también nosotros pretendemos poder suavizar a las nuevas potencias comerciando con ellas.
En la actualidad, nada prueba que China desee integrarse al «sistema internacional» si éste no le conviene. Debemos comprender que la naturaleza del advenimiento de China será determinado ante todo por los chinos y no por nosotros. Muy pronto, China podrá desafiar a los Estados Unidos y a sus aliados en Asia. Por consiguiente, es necesario contar con una política que frene el desarrollo chino, lo que supone considerar a Pekín como un enemigo.
«The Illusion of ’Managing’ China», por Robert Kagan, Washington Post, 15 de mayo de 2005.
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