El fracaso de nuestros servicios de inteligencia en la detección del complot terrorista del 11 de septiembre y el descubrimiento de que Sadam Husein no poseía armas de destrucción masiva provocó la crítica de esos servicios y llevó a reorganizar el sistema de inteligencia. Sin embargo, no hay que excederse ni poner en peligro nuestro país creyendo que hacemos lo correcto.
Dos clichés referentes a nuestros servicios de inteligencia se han convertido en dogmas. El primero es que nuestros servicios de inteligencia están «dañados». Al multiplicar el empleo de ese término se puede hacer pensar que pueden repararse mientras que las causas del fracaso son inherentes a la naturaleza de los servicios. La inteligencia necesita informaciones sobre personas con mentalidad diferente así como de lo secreto, lo que se vería comprometido por el intercambio de datos. Además, las informaciones siempre se analizan en un contexto político. Desde finales de la Guerra Fría, el enemigo principal cambió para tomar una forma más heterogénea y se le pide a los servicios de inteligencia que sepan todo, lo que es imposible. Creer que se pueden «reparar» los servicios de información para convertirlos en un instrumento que no cometa errores es una peligrosa ilusión.
El segundo cliché es que los servicios de inteligencia tuvieran miedo a correr riesgos, pero no se trata de un juego en la Bolsa. No se puede correr ese riesgo ya que el error tiene consecuencias terribles.
En realidad, las mejoras sólo pueden ser marginales y graduales.
«Danger in ’Fixing’ CIA», por Richard A. Posner, Los Angeles Times, 24 de mayo de 2005.
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